¿Hemos fallado como humanidad?

En los últimos dos años y desde entonces hemos sido testigos de voraces incendios en el Amazonas, Australia, California y Canadá. En la lejana Siberia miles y miles de hectáreas han sido también consumidas por el fuego.

Al mismo tiempo, las lluvias torrenciales, los deslaves y las inundaciones siguen devastando comunidades alrededor del planeta.

Hemos visto tornados en los sitios más atípicos, en Alemania, en New Jersey y hasta en las islas de Trinidad y Margarita y todo indica que estos fenómenos al igual que los huracanes y otras tormentas extremas serán cada vez más frecuentes. Los terremotos aumentan por doquier y ya es costumbre ver volcanes entrando en erupción continuamente por todas partes, hasta en el fondo del mar.

El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) nos anuncia que de seguir por el camino que vamos muy pronto alcanzaremos un punto de no retorno, y en poco tiempo volveremos a nuestro planeta, un lugar inhóspito para la vida. No solo la humana, sino para la de muchas otras especies de plantas y animales.

La O.N.U. nos advierte que más de 150 especies desaparecen diariamente por culpa del desastre climático producto del mal desarrollo capitalista.

Cada año 6 millones de personas, sobre todo niños, mueren de hambre y cerca de 2.300 millones no tienen acceso a una alimentación adecuada. Estas cifras aumentan día tras día mientras más del 40% de la producción de alimentos se desperdicia, más que nada en los países de altos ingresos, en el mal llamado primer mundo.

En estos casi dos años de pandemia, las corporaciones y sus dueños han aumentado sus ganancias exponencialmente mientras el desempleo y la pobreza crecen sin parar.

Estas mismas corporaciones se han puesto la meta de adueñarse de todas las tierras cultivables, descartar y eliminar a campesinos y granjeros con el plan de instalar una agroindustria totalmente automatizada con semillas genéticamente modificadas.Nuestra comida será fabricada en laboratorios y controlada totalmente por las grandes corporaciones de la muerte. ¿Vamos a permitir que esto suceda?

Algunas de estas grandes corporaciones han vuelto obligatorio el uso de unas vacunas que contienen, entre otros venenos, un ARN modificado genéticamente que indudablemente modifica nuestro ADN volviéndonos humanos genéticamente modificados, no sabemos realmente con qué fin.

La crisis económica internacional, que ya se venía arrastrando desde antes de la pandemia, se ha acelerado, y esto ha agravado la desarticulación estructural de un sistema global de producción y logística ya golpeado por el triunfo del capitalismo financiero en su etapa neoliberal sobre el clásico capitalismo productivo. Todo bajo la mirada complaciente de los milmillonarios y sus acólitos.

El reloj del dia final, ( mantenido desde 1947 por los miembros del "Panel de científicos Atómicos") coloca ya sus agujas a solo 100 segundos de la medianoche. La medianoche simbolizando la catástrofe, el hecatombe global debido a una guerra nuclear. Las guerras, algunos piensan, son la mejor solución para las crisis.

Los Estados Unidos junto con sus aliados de la OTAN cuentan con más de 800 bases militares distribuidas alrededor del mundo. Muchas con ojivas nucleares, rodeando y apuntando a La república China y a la federación Rusa (dos potencias nucleares muy bien armadas) amenazandolos y confrontandolos de manera cada vez más directa.

Algunos piensan que todo esto es inevitable, que el apocalipsis viene, Cristo viene y viene arrecho.

Otros piensan que hay un plan de las élites globales para acabar con la mitad de la humanidad y resetear el capitalismo convirtiéndose en los nuevos señores feudales mientras que los que sobrevivan, los más aptos y jóvenes serían sus felices siervos.

La narrativa más común es quizás la que nos habla de un poder hegemónico global, que desde la segunda gran guerra se ha expandido por el planeta instalando a sangre y fuego su religión capitalista, basada en la más burda apropiación por despojo, el individualismo y el egoísmo más rapaz. Un imperio racista, supremacista y decadente que se enfrenta a las nuevas potencias que se levantan en el oriente y que es capaz de arrastrarnos a todos en su inevitable derrumbe. Detrás de ese imperio decadente, un grupo de psicópatas que no han sido elegidos por nadie, ni le responden a nadie y mucho menos se responsabilizan por sus crímenes contra la Madre Naturaleza y la humanidad, siguen conspirando y sembrando el caos por todo el planeta, apoderándose de todo y enriqueciéndose cada vez más con la miseria y el sufrimiento de los demás.¿Hasta cuando se lo vamos a permitir?

Los de abajo, los oprimidos, somos las grandes mayorías. Es hora de unir fuerzas para combatir al verdadero enemigo de todas y de todos: el destructivo sistema económico de desarrollo infinito de un planeta finito con una biosfera muy compleja y delicada donde todo está relacionado. Un sistema de apropiación por despojo implantado por las élites globales desde hace ya siglos.

Ecología y economía tienen un mismo origen etimológico: la palabra eco, oikos del griego, que significa casa, hogar y las dos significan lo mismo, la ciencia de aprender a reconocer, administrar y a utilizar las "leyes" que ordenan y protegen nuestra casa, nuestro hogar, el planeta tierra y nuestra Madre Naturaleza de la cual somos parte y parcela. Es este hermoso planeta azul el que le heredaremos a las futuras generaciones. Nuestros antepasados estaban muy conscientes de estas leyes hasta que la era de las luces vino a oscurecer todo con su raciocinio modernista y exterminador de culturas.

Debemos defender nuestros territorios, proteger nuestros recursos, en especial los no renovables, de la voracidad del sistema económico implantado a punta de violencia y propaganda por las elites dominantes de siempre; y debemos, en especial, unirnos para proteger nuestras semillas y no seguir permitiendo su modificación y apropiación, planeada y ya puesta en marcha por los plutócratas corporativos para terminar de instalar su dictadura global. Si no lo logramos, habremos fracasado como humanidad.



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Gustavo Corma


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