Recuerdos infames e infamantes…

Me pregunta un connotado joven historiador:

  • ¿Quién fue Teodoro Moscoso?
  • ¡Ay Dios mío! Qué ignorancia la suya –le digo amable y respetuosamente, y agregándole:- quizá la misma ignorancia de mi pueblo, lo cual no deja de ser algo tan peligroso!

Me pongo a conversar con este joven historiador que pretende recoger una serie de hechos recientes de nuestra vida política, a partir de la caída del gobierno de Pérez Jiménez. Le digo a este joven:

  • De las mayores desgracias de mi país, la ignorancia resulta catastrófica aunado a la vez a la facilidad para olvidar lo que más importa. Nuestros maestros de escuela poseen un tal desconocimiento de la historia que provoca una gran tristeza; por otro lado –le añado-: nuestros profesores universitarios en gran medida son buenas personas pero no saben sino de recetas, fórmulas, métodos para resolver una ecuación, para desentrañar un teorema o combinar mezclas en un matraz. De resto son incapaces de pensar en otra cosa. No les importa la historia, lo que son, de dónde vienen, por qué están aquí, para qué tienen hijos, y si estarían en capacidad de afrontar un destino como hombres de esta tierra, defenderla con su vida, como hacedores de un país, de una época.

El joven me escucha pacientemente, sonríe y a la vez se estremece por todo lo que tiene aprender. Entonces le digo que casi nadie en Venezuela sabe quién fue Teodoro Moscoso, a qué vino a Venezuela y qué hizo entre nosotros.

  • Este señor – le digo al joven historiador-: trabajaba para la CIA, era íntimo amigo de Rómulo Betancourt y de Luis Muñoz Marín (el primer gobernador de Puerto Rico). Moscoso fue designado en mayo de 1961, por John F. Kennedy, embajador en Venezuela, para luego, en noviembre del mismo año, ser nombrado coordinador de la Alianza para el Progreso.

El 14 de junio de 1961, se produce un significativo secuestro en la Universidad Central de Venezuela. A las 6:50 pm, se presenta en esta casa de estudios el embajador de Estados Unidos en Venezuela, el señor Teodoro Moscoso. En realidad, Moscoso formó parte del plan para la invasión de Bahía Cochinos y la expulsión de Cuba de la OEA.

Teodoro Moscoso había llegado a la Universidad Central de Venezuela, escoltado por dos carros de la Digepol, y se detuvo frente a la Facultad de Arquitectura. Iba a llevar una serie de instrucciones a personajes del campus sobre cómo manejar y controlar perturbaciones estudiantiles, sin duda con el Manual de la CIA en su portafolio, y con una buena cantidad de dólares que manejaba por medio de esa otra fachada de la agencia, llamada «Alianza para el Progreso». Pero una «turba comunista» sorprende al diplomático y lo despoja de una serie de documentos en los que aparecen nombres de algunos estudiantes que luego se convertirán en los más radicales izquierdistas de aquella época: Américo Martín, Teodoro Petkoff, Moisés Moleiro y Juvencio Pulgar.

Incendian el carro del diplomático, y el embajador se esconde en la Facultad de Arquitectura, mientras miles de estudiantes rodean el edificio con intenciones de lincharlo. Betancourt estaba atendiendo a uno de sus ministros cuando le dan la información, se pone histérico y lanza con su estilo una carpeta contra el escritorio y grita: «¡Pero cómo se le ocurre a Teodoro meterse en la Universidad! ¡Qué bolas! ¡Hay que sacarlo cueste lo que cueste!».

Teodoro Moscoso y el presidente eran, como hemos dicho, viejos amigos. La orden represiva dada al gobernador de Caracas Alejandro Oropeza Castillo, para sacar a Moscoso de las manos de aquellos estudiantes, fue terminante: —Hay que sacarlo sano y salvo, cueste lo que cueste. Dígale al rector Francisco De Venanzi, que yo lo responsabilizo de todo lo que pueda ocurrir. Llama a Carlos Andrés Pérez (Ministro de Relaciones Interiores), y que se vaya contigo para la Universidad. ¡Actúen sin ninguna clase de contemplaciones con esos carajos!

El doctor Francisco José Villarte, juez primero de Instrucción, ordenó por enésima vez el allanamiento de la Ciudad Universitaria. Como consecuencia de su aparatosa huida, el embajador dejó los referidos documentos donde se demostraría que tanto el «Plan Macuare» como la «Ley de Hambre» fueron estrechamente confeccionadas por Betancourt y el mismo Moscoso, en un todo de acuerdo con la política de Washington para América Latina.

 



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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