Cuento o razón

¿Por qué olvidamos a nuestros árboles?

- Sucede, amiga, que el domingo pasado era el día del árbol en este país y Juancho y su amigo Evaristo, conversaban que ahora, a diferencia del pasado, era un día como cualquier otro, sin darle la importancia que tienen los árboles. no solo para los hombres, sino para la vida de todo el planeta, dijo el perro Pipo a la mata de mango.

- Ay, amigo, con la excepción de Juancho, pues nos lo ha demostrado en este conuco que a veces se estremece por los azotes de la sequía, la mayoría de los hombres son ingratos e hipócritas, capaces de celebrar y felicitar el cumpleaños de sus enemigos, pero incapaces de reconocer a quienes de una u otra manera le prestan su ayuda a cambio de nada.

El puiputú de un Potoco junto al graznido de un Tutuel, que sonaron como un dúo desafinado, interrumpieron por unos instantes la conversa entre el perro y la mata de mango, que estaban muy concentrados en su diálogo sobre las ingratitudes de los humanos que no permiten que la armonía florezca en los jardines de la sociedad.

- Mira, amiga, te cuento que Evaristo le recordaba a Juancho que en aquellos tiempos cuando él era niño y estudiaba en la escuela Napoleón Narváez, de la Tacarigua de Margarita, el día del árbol era todo un acontecimiento, pues los niños se preparaban días antes para cantar, recitar y bailar para celebrar esa fecha dedicada al árbol, al cual se le debe solícito amor. Ese día los niños iban vestidos con pantalón azul, camisa blanca y corbata o lacito y le brindaban galletas, jugos y manzanas, y así se hacía un día inolvidable. que los niños lo esperaban el otro año con muchas ganas de celebrarlo otra vez. Es decir, aquello era todo un suceso; ahorita, ni por una cosa que llaman redes sociales, se recuerdan del árbol y si lo hacen, son muy pocos los voluntarios, pues hay unos que lo hacen obligados por ciertas instituciones que lo celebran y hasta siembran árboles y lo dejan morir porque no los riegan más nunca.

- Así es amigo Pipo. Triste y lamentable, dijo la mata de mata de mango y se calló. Y Pipo se despidió y regresó a casa y le contó a Juancho la conversación y el periodista estuvo de acuerdo con lo hablado entre el perro y la mata de mango.



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Emigdio Malaver

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

 emalaverg@gmail.com      @Malavermillo

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