No es la ciencia, estúpidos...

No es "la ciencia" lo que ponemos en entredicho quienes somos llamados "negacionistas" por un reduccionismo que dice del bajo nivel de intelección de los que por contra serían "afirmacionistas".

Los "afirmacionistas", incluso sin que nadie les pregunte su opinión, tan obsesionados están con el asunto como los "negacionistas" con el suyo, enseguida ponen de pantalla a "la ciencia" y a la "evidencia científica" como rotundísmos argumentos en que basar su contumaz visión del asunto; tan contumaz como la de nosotros, sus contrarios. Cuando lo cierto es que quienes no seguimos en absoluto la estela del relato oficial de una supuesta pandemia y de unas vacunas que propiamente no pueden serlo por el escaso tiempo que se vienen ensayando sólo en cobayas, no nos encaramos con "la ciencia" ni razonamos en base a la desconfianza que nos inspira "la ciencia" ni tampoco con lo que los otros llaman muy suficientes "evidencias científicas". Nuestra incredulidad y desconfianza vienen propiamente de quienes, profanos y no profanos en materia científica, manejan la ciencia y se sirven de "la ciencia" como escudo para operaciones de largo alcance relacionadas, primero con la intención de apocar a la población del mundo a través del miedo, y a partir ya se irá viendo los reajustes del llamado Nuevo Mundial. Me refiero a la OMS, virtualmente ya en manos privadas. Me refiero a los políticos, que nada pueden responder al dictamen de los científicos que cooperan con los gobiernos en llevar a cabo dicha operación. Me refiero a los Laboratorios internacionales.y me refiero a los cómplices de los que están en la sombra, de algún modo parapetados en "la ciencia".

Porque quienes pasamos por "negacionistas" a secas, ni siquiera necesitamos negar el virus. Vivimos la vida sumergidos en una atmósfera viral. Es muy posible que exista uno de una variante de la gripe común, mucho más activo y contagioso que ésta. Pero en ese caso lo que sospechamos es que no es natural, sino sintético, diseñado en el laboratorio hace años, y ha sido fabricado con unos fines absolutamente inconfesables desde el punto de vista ético y humanista. De modo que nuestra visión del panorama sanitario mundial tiene muy poco que ver con "la ciencia", entendida como una actividad que no precisa explicación. Nuestra forma de considerar este epifenómeno va más allá de "la ciencia", más allá, incluso, del bien y del mal...

Son, entre otras cosas (descoordinación, rectificaciones, contradicciones, todas oficiales) los números lo que están en cuestión; el recuento y cálculo de los efectos de morbilidad y letalidad. Un ejemplo de análisis recién llegado, que va más allá de lo que dice o deja de decir "la ciencia", es lo que en Francia está destapándose acerca de "la cifra de los fallecidos por "covid". Es falsa. Los números se han inflado y así lo han admitido algunas instituciones públicas. Se han imputado al fantasma "covid" muertos que no tenían ni la más remota relación con ningún virus. Así lo han asegurado varias familias, cuyos allegados sufrían patologías previas muy graves. Lo mismo que en España, la contabilidad se apoya sobre los certificados extendidos por los médicos, cuya fiabilidad es cero. Incluso ha bastado la más insignificante alusión al "covid" para ponerla en primer plano, por encima de cualquier otra patología" (MRP21). Cifras que bailan continuamente, que poco a nada tienen que ver con "la ciencia" y sí con la falsedad posible de los fallecimientos y sus causas que se publica en medios oficialistas y en Registros oficiales. Aunque hay otras varias, ésta del falseamiento "estadístico" es una de las más poderosas razones por las que nos negamos a creer como un estudiante, y menos secundamos la información y datos oficiales habituales ya muchos millones de personas en el mundo. Basta leer revistas centíficas que todavía escapan a la represión.

De aquí, y no de "la ciencia" que los "afirmacionistas" manosean, es de donde procede nuestra incredulidad. Y contra la incredulidad, no cabe alegato alguno; tan decantada está. No cabe... a menos que la absoluta falta de concordancia entre los números estadísticos a lo largo de más de un año publicados en los distintos lugares de la Tierra (en otras naciones, en España el gobierno central y las Comunidades, la propia OMS, a cuyo respecto nada ha dicho hasta ahora, etc) se considere tan normal y con tanta fuerza de creer, como el dogma de fe para la población en general de las naciones, de los falseamientos, de los datos mentirosos y de las trampas a que acostumbran tanto los bloques ideológico nacionales españoles, como los grandes bloques internacionales Norte-Sur, Éste-Oeste...



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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