Covid: ¡Tres días en el corredor de la muerte!

En la película de Tim Robbins de 1995, un preso, (Sean Penn) aguarda en el death row (corredor de la muerte) del cual muy pocos, por no decir nadie, regresa respirando, el momento en que el carcelero lo llame y lo anuncie con voz trémula, para que se vayan abriendo todas las puertas de seguridad de los pabellones que han de atravesar antes de llegar a la sala letal, ¡DEAD MAN WALKING!, es decir HOMBRE MUERTO CAMINANDO.

Este film viene a cuento porque de él me acordé en el trío de días que estuve hospitalizado en el Hospital de Guaiparo en San Félix, gracias a la adquisición de la infección del llamado Covid19, de modo que, me imaginaba en medio de la padecencia, que una cosa era disfrutar (y hasta sufrir del film ganador del Oscar, protagonizado por Sean Penn y Susan Sarandon) en la sala de un cine o de cualquier otra locación, tal como cualquier espacio burocrático en los que se discute el destino de los enfermos y otra muy distinta era estar asido a un respirador, en busca del aire que no termina de ingresar a los pulmones, añorando por un poquito de vida o por la llegada definitiva de la inexorable muerte, ambas soluciones ahí, en ese corredor de la muerte, son añoradas por unos y otros.

Los burócratas no conocen el corredor de la muerte que existe en cada hospital. Desconocen que en un largo pasillo hay hombres de todas las edades que se quejan como verdaderos niños, que llaman a sus madres y padres para que los vengan a socorrer y hasta les piden que se los lleven de una vez. En ese largo pasillo hombres de todos los pesos llaman desesperadamente a las enfermeras y médicos que usualmente los tienen en frente, solicitando una poción que los aleje del sufrimiento. Hombres con gorduras que bien pudieran ser pacientes del Dr. Nowzaradan, son asistidos por diminutas enfermeras/enfermeros que sacan fuerzas de donde solo la necesidad las encuentra, para voltear aquellos volúmenes de masa humana para asistirlos con masajes y maniobras en posición prono. Al despertar en la mañanita, luego de a duras penas conciliar el sueño, ya algunos de ellos estaban descansando en paz.

Allí no hay tiempo para bromas, pero las enfermeras, camilleros y médicos se encargan con su trato amable desde que ingresan, de proporcionarles alivio emocional, a través de un trato verdaderamente humano, directo y cariñoso; donde no existe el de la cama 5 ni el de la cama 9; no, allí están Héctor, Carlos, Pedro, etc., personas de carne y hueso; en un espacio donde, desde la directora hasta el camillero pasan días encanados sin saber de sus seres queridos, tratando de salvar vidas, aún con los malos pronósticos con que son a veces son recibidos algunos pacientes.

Sólo a veces, cuando existe algún momento de tranquilidad, si tenemos el oído bien afinado, podemos escuchar a alguna enfermera confesarle a otra, que al salir de allí en la mañana tiene que buscar dinero para comprar medio kilo de queso duro para las arepas del desayuno de sus hijos. Allí es cuando te enteras que el esfuerzo por salvar una vida y el riesgo de contaminarse ella y sus familiares y de morir en el intento, tienen un costo mensual de un kilo de queso y dos harinas de maíz.

A los burócratas de todos los calibres y de todas las tendencias esto pareciera no importar, a juzgar por su falta de prisa en la toma de decisiones. Ellos se reúnen semanalmente dos veces, para discutir diversos temas y si se atraviesan unas efemérides, pues le dedican el tiempo de trabajo a recordar la epopeya pasada, olvidando lo urgente e importante que los está esperando. Bueno, urgente e importante para otros. Y así pasan años discutiendo si es el Bolívar Oro el que debe implementarse, o si es el Bolívar Petro o el Bolívar Diamante, o si se trata de indexar el salario a no sé qué vaina. De si Farías es ortodoxo, mientras Curcio y Boza son estructuralistas y los demás no son ni lo uno, ni lo otro. Todo esto en un ejercicio parlamentario que dura años. Mientras tanto la gente muriendo en el corredor de la muerte y muchas de las abnegadas personas que entregan su vida a la de otros han debido abandonar el barco para poderles llevar algo de alimentos a su familia, a través del ejercicio de otras profesiones u oficios.

No se trata de desconocer la realidad del país, ni de pedir imposibles a un país que indudablemente tiene problemas y limitantes muy serias. De lo que se trata es hacer lo que hay que hacer pero hacerlo YA!. Sea el Petro, dólar, Bolívar Oro, Bolívar diamante o el que sea, que sea, pero si es posible implementarlo, que sea YA!. Si es el Carvitavir, las gotas milagrosas, la levo, la ivermectina, la azitromicina, favipiravir o dexametasona , pues que sea, pero si existe en las farmacias de toda Venezuela, cada venezolano debe tener reservado su kit ante cualquier eventualidad.¿Cuánto oro hace falta para asegurar los medicamentos Covid de cada venezolano?

Si queremos lograr la ansiada bonita libertad se debe aislar al burocratismo, sacarles el reloj que tienen en el pecho y meterles un corazón, meterlos empijamados al menos tres noches en los corredores de la muerte de los hospitales venezolanos. Nada de visitas turísticas al Poliedro y a otros centros modelos de atención.

No pido imposibles. Sólo pido que realicemos lo posible, aquellas cosas que sean materialmente viables con los recursos que tenemos y dejar de excusarnos todos con la autocompasión de todo cuanto nos está sucediendo. De lo contrario faltarán Susan Sarandon y Sean Penn para traspasar el umbral del corredor de la muerte mientras el carcelero habrá de gritar a cada segundo DEAD MAN WALKING,o sea … gusta.



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Héctor Acosta Martínez

Profesor Universitario jubilado. Graduado en Historia. Especialista en Programación Neuro-Lingüística.

 elecoeco@gmail.com

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