Reflexionar sobre la realidad nacional

Reflexionar sobre la realidad nacional ha sido tradicionalmente actividad principal de intelectuales, pero una de las cosas que más me ha llamado la atención del proceso político venezolano que se iniciara en 1998 ha sido, precisamente, su capacidad para despertar en mayorías de venezolanos, sino en todos, el deseo de comprender su realidad nacional y traducir ese conocimiento en opiniones y en acciones para incidir sobre ella y transformarla. Me parece también, que éste -junto con la elevación del umbral de participación social- ha sido un importante rasgo democrático del proceso político venezolano que se iniciara con Chávez, pero que tiene, sin ninguna duda, antecedentes válidos en las luchas populares de los años ochenta y noventa del siglo pasado; sobresaliendo con mucho, las protestas populares y la represión abierta que caracterizó el denominado Caracazo.

Es tan importante este rasgo de interés por conocer la realidad nacional y participar en su transformación, que el mismo ha servido para abortar y revertir los continuos planes de una derecha violenta y antidemocrática. El pueblo venezolano ha logrado esto con tanto éxito, que hizo que este 6 de diciembre, un sector de la oposición que había cedido a las presiones de esta derecha violenta y antidemocrática, y se había alejado del camino electoral, haya vuelto convencida de que éste es el único camino válido, para tratar de convencer al pueblo con sus argumentos y llegar, si acaso, a ejercer alguna influencia en la política nacional y, eventualmente, ocupar cargos de gobierno a diferentes niveles o ámbitos; demostrando con el ejemplo, la diferencia que les separa del resto de las opciones políticas democráticas y también de las no democráticas. De cualquier manera, éste ha sido un considerable éxito del proceso político venezolano y un rasgo esencial que ha protegido a la sociedad democrática de sus enemigos.

Sin embargo, la tarea de reflexionar sobre la realidad nacional no se agota y siempre nos plantea nuevos retos; en frente tenemos, el de comprender la compleja situación de la economía nacional y las soluciones que pueden implantarse para hallar, por fin, una estrategia de desarrollo nacional, democrática y que satisfaga a amplias mayorías. Éste es verdaderamente un reto que nos ocupa a todos con urgencia, y en esta área no nos cansamos de señalar la necesidad de adoptar medidas que recuperen rápidamente el poder adquisitivo del salario, medidas fiscales que repartan las cargas y beneficios del crecimiento económico de manera más justa y equitativa, medidas monetarias y crediticias que estimulen el ahorro y orienten el mismo a sectores económicos con mayor impacto en el bienestar social general, y contribuyan a defender el valor integral de nuestra moneda. No nos cansaremos de insistir en ello, así como en la necesidad de un recambio en las bases mismas de la política económica vigente.

Pero, otro tema central que pretendo proponerles es detenernos un poco a reflexionar acerca de la naturaleza del régimen democrático de gobierno en nuestro país. Hay quienes, siguiendo una estrategia alocada, por esquizofrénica, aseveran la existencia de un doble gobierno en Venezuela. Quienes así piensan se alejan de la realidad y actúan como "alocados" (obviamente, es una figura retórica, realmente se hacen los locos, pero no lo son) para promover intereses concretos, actuando conscientes o, los más, inconscientemente. Por supuesto que en un país no puede haber dos gobiernos; esto lo sabe hasta Trump, quien se prepara a ceder la presidencia a Biden, a pesar de negar haber perdido. Mucho más claro es en Venezuela, pues aquí el indudable ganador de elecciones nacionales populares ha sido el presidente Nicolás Maduro. Tampoco las leyes ni la Constitución admiten la figura del "doble" gobierno ni reconocen la autoridad a otra persona que no sea el presidente Nicolás Maduro. No hay ninguna autoridad o institución nacional que cuestione y admita una autoridad democrática del gobierno nacional distinta que la del presidente Maduro. Dentro de Venezuela, no hay nadie que no esté convencido hasta las "fibras más internas de su ser", como le encantaría decir a Chávez, que el presidente Maduro es el único presidente constitucional de Venezuela y que además éste ejerce efectivamente el mandato y las atribuciones exclusivas del cargo. Tal hecho le hace, por supuesto, política y constitucionalmente responsable ante los venezolanos (y, si fueran serios los gobiernos de los países que manipulan a Guaidó, también ante el resto del mundo) en su condición de tal.

En cambio, las pretensiones de Guaidó no obtienen igual reconocimiento en el país. De hecho, Guaidó no puede reclamar el acatamiento de ninguna autoridad nacional ni de los ciudadanos. Más allá de su séquito, la mayoría en el extranjero, y de un reducido número de países -si bien poderosos- no ha logrado algún "reconocimiento". Así que tenemos, que Guaidó no deriva su autoridad de los votos (recordemos que se autojuramentó en una plaza), ni de las leyes (es claro que ha violado la Constitución y demás leyes fundamentales de la Nación), ni de una institución con autoridad válida e incuestionable; la Asamblea Nacional es inexistente, pues al dividirse entre quienes secundaron los "alocados" planes y el resto que permaneció fiel a la Constitución, tal institución quedó inoperante, por decir, lo mínimo; inexistente pues. Pero, lo más grave es que Guaidó actúa sin controles de nadie, sin someterse a las leyes ni a vigilancia de ninguna institución, al menos, de ninguna institución nacional. Tampoco se somete a controles del pueblo y desconoce reiteradamente la voluntad popular expresada en millones de votos de los electores venezolano; por ello, deduzco -claramente- que la autoridad que pretende esgrimir Guaidó no es democrática, sino obviamente de otro tipo, y pretende imponer un gobierno autoritario a los venezolanos, actuando manda-atado por potencias imperiales extranjeras.

La pretensión de dividir el gobierno y el Estado venezolano es muy peligrosa. Eso hizo, por ejemplo, el fascismo para acabar con la República española e instalar una dictadura que provocaría muertes aún después de haber vencido en una guerra que enfrentó hermanos contra hermanos durante casi treinta años. De ahí, la gran importancia de lo que hemos logrado hasta ahora, al defender la integridad de la Nación, del Estado y del gobierno venezolanos, sin llegar a tales extremos; hemos salvado también nuestra democracia. Este domingo 6 de diciembre debemos culminar con este nuestro propósito. El 6 de diciembre nos daremos una nueva Asamblea Nacional en paz y llenaremos el vacío que los "alocados" planes de la oposición violenta generaron en nuestra democracia. Este vacío sólo lo puede llenar el pueblo en un gobierno democrático. Este vacío no puede llenarse desde fuera, por potencias imperiales y funcionarios que respondan a ellas más que a los ciudadanos venezolanos. Sólo el pueblo salva al pueblo y eso lo sabe el pueblo. Los venezolanos saben resolver bien este acertijo. Y este 6 de diciembre el pueblo venezolano saldrá a demostrarlo nuevamente. El 6 de diciembre será de victoria, democrática y popular; no puede ser de otra manera.



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Rodolfo Magallanes

Profesor del Instituto de Estudios Políticos de la UCV

 magallanucv@gmail.com

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