Vuelvo al trabajo del campo…

  1. Desde las 3 de la madrugada, ya estoy en pie de guerra. Me voy al campo a trabajar la tierra, a producir, a trillar café, a sembrar, a desbrozar, a buscar bosta para abonar la huerta, para cuidar a Solita la perra que nos cuida la casa.

  2. El camino está medio malo y culebrero debido a las últimas lluvias que han sido implacables. El río que pasa por el lugar de El Rincón se ha desbordado arrastrando harta grava que en muchos lugares ha impedido el tránsito hacia Canaguá. El viaje desde Mérida hasta Canaguá se hace entre cuatro y cinco horas. Tenemos casi todo listo para la partida: un termo con cafecito, paledonias, y cambures. Ya nos vemos deteniéndonos en el camino a compartir el cafecito ante esas estribaciones que van desde Mérida hasta los confines de Barinas, hacia los lados del Socopó, de Santa María de Caparo.

  3. Nos sentimos muy animados, la tierra nos llama, queremos recorrer esos campos tan hermosos y tratar con sus habitantes tan trabajadores y sencillos. Volver a ver a los arreboles en las madrugadas. Volver a coger el machete y el hacha para cortar leña, y de nuevo acarrearla hasta el fogón. Colgar nuestras hamacas en la troja para allí conversar y echarnos a leer en las horas de descanso. Entregarnos al silencio y recogernos con nosotros mismos, sin radio ni televisión, sin celulares, sólo con la voz sagrada de nuestro interior. Conversando con las plantas, con las lombrices y por las noches con las estrellas y las luciérnagas.

  4. Emprender largas caminatas por el camino viejo; pasar por la hondonada de los pinos, ir más allá de los predios de El Cobre propiedad de Neptalí y llegarnos hasta la explanada desde la cual se ve el río Canaguá y su hermoso pueblo. Llevarnos algo de bastimento o de avío, en esos días claros; irnos con nuestra perra a caminar con el deseo de no parar nunca en esas travesías tan sublimes y sugerentes de tanto presente noble y creativo, y llegarnos hasta la casa de Ramón Isidro, y preguntarle por sus animales y las siembras de café, viendo aquellas extensiones tan dulces y afables, libando el infaltable cafecito.

  5. Volver a visitar la casa del señor Antonio Rojas, allí en su enorme corredor, embebido en sus sabías enseñanzas y recuerdos, frente a las verdes y tupidas montañas pletóricas de frutos y encantos, mostrándonos tantos caminos que encienden la imaginación y que llaman a la vida, al amor.

  6. Volver a visitar al patriarca de la aldea, al señor Corsino Mora Mora, de 85 años, quien ahora está ciego, pero que con sus luces interiores nos infunde y nos ilumina, con sus recuerdos y con su humildad profunda, con su fe y su esperanza siempre joven, en esta dura etapa de la historia de Venezuela.

  7. Vamos, pues, llenos de un optimismo grandioso, de que pronto vamos a salir de esta cruenta guerra de asedios, que nos están haciendo, pero que saldremos de ella no porque los enemigos por sí mismos vayan a cejar en sus ataques, NO, que saldremos de ella porque nos estamos fortaleciendo en la adversidad, porque estamos luchando con denodada dignidad y porque estamos decididos a resistir y vencer. Jamás doblegarnos. Por eso. Pues, al campo, a producir, a dar todo lo que podamos por nuestra patria, la única y verdadera salida y victoria.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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