La balacera

—Y qué tuvo que salir corriendo por una emergencia, compita.

Eso me dijeron.

—Sí, hombre.

Me llamarón que la mujer se había toteao la cabeza y tuve que salir como botellazo de...

Por suerte conseguí pasaje, eso sí a 600 mil. Un mes atrás lo había comprado 250 mil.

Le zamparon 400 mil de aumento.

—¿Y cómo quedó la mujer?

¿Matricula para el próximo año?

—Quedó bien en lo posible.

Ahora qué si matricula para la próxima temporada eso es un poquito complicado de decir.

Apenas el año está comenzando y falta mucho para hacer ese pronóstico.

A quién vi fue a mano Ermenegildo.

—A caracha, ¿estaba ese hombre por allá?

—No vale, lo fui a buscar porque le mandaron unas carautas frescas.

Y yo me comprometí a traérselas, usted sabe que esa familia es muy buena gente.

Y cómo me iba a negar a hacerles ese favor.

—Y dígame ¿cómo está mano Ermenegildo?

—Por la condición en que lo vi, creo que está buscando la presidencia de la misión carapacho.

Esmirriao anda.

—Y qué le contó ese hombre.

—Tragedias, como todo el mundo.

Lo primero fue que me contó es que al frente del edificio mataron a un parquero, porque alguien le dio una propina de 50 dólares.

Y por esa plata le pegaron, primero, un tubazo en la cabeza y para rematarlo lo acuchillaron.

¿Matar a un cristiano por 4 millones de soberanos? Usted se imagina eso.

Una vida lo que vale son 50 dólares.

Esto está peor de lo que uno cree.

Eso fue lo primero que me contó, porque me lo encontré hablando ahí en la calle.

Después me dijo: "¿sabe hombre lo que pasó?"

¿Preñó a la mujer otra vez? Le pregunté.

"No, Dios me libre". Entonces dígame, porque yo no soy adivino.

"¿Usted se enteró del tiroteo que hubo en el autopista Francisco Fajardo, aquí en El Recreo?" Si me enteré, le dije.

"Usted sabe que mi mujer es mestra" ¿Cuál de ellas?, le pregunté.

Con la vivo ahora.

—¿Es que a Ermenegildo lo dejó la comadre?

—Hace tiempo que la mujer lo maleteo, por vagabundo.

—A no sabía esa.

Pero siga con el cuento.

—Me sigue contando Ermenegildo

"Nosotros todas las tardes, cuando ya los niños terminan las clases dirigidas, los bajamos a la planta baja mientras llegan las mamás a buscarlos. Los niños se sientan en el suelo o juegan un ratico, y a medida que van llegando las mamás nosotros le vamos entregando al niñito.

Esa tarde del tiroteo en la autopista, los niñitos estaban en la planta baja y dos niñitas estaban sentaditas cerca de la puerta de la entrada. En eso una señora, del piso de arriba, abre la puerta y sale cuando escucha la ráfaga del tiroteo y con la misma se mete al edificio a toda carrera.

Yo que estoy parado cerca de las niñas, las oigo gritar y volteo a verlas y veo a las niñas que tienen la carita llena de sangre y toda la camisita; mi mujer se acerca y cuando las ve empezó a gritar de los nervios.

La señora que había entrado corriendo es enfermera y empezó a auxiliar a mi mujer y a las niñas. La conserje y unos vecinos bajaron trajeron toallas para limpiar la sangre de las niñas".

¿Y qué pasó con las niñas? Pregunté yo, alarmado por semejante cuento.

"En eso llegó la mamá de una de las niñas, aquella mujer enloqueció, y no es pa’ menos. A esa niñita se la llevaron para el hospital Pérez Carreño, y mi mujer se fue con ella.

Yo me esperé a la otra mamá y me la lleve en el carro para la clínica porque la niñita tiene seguro, la madre eso iba llorando y enloquecida. Lo primero que le pidieron en la clínica para atender a la niña fueron 60 millones de soberanos, pero el tomógrafo no servía en esa clínica.

La doctora que estaba con la niña nos dijimos vamos para la clínica tal que allá sirve el tomógrafo y salimos para la otra clínica, en ésta le pidieron a la señora mil dólares para el ingreso de la niña, casi un millardo de bolívares. Se imagina.

En medio de aquel desbarajuste, se apersonó el presidente de la empresa donde la señora trabaja y le dijo: —No te preocupes, la empresa corre con todos los gastos de la niña".

Un gesto magnánimo, de admirar dije yo.

¿Y cómo fue eso que las niñas salieron heridas?

"venga pa’ cá, fíjese en la reja de la entrada, ahí está la bala incrustada. Debe ser que cuando la señora abrió la puerta la bala pegó ahí y algunos pedazos de metal salieron volando e hirieron a las niñas en la cara. A una le corto la carita y a la otra le partió el puente de la nariz.

¡Dios que susto! Pasamos esa parte.

En la cuadra de otra bala hirió a otra niña que estaba con el papá, la se monta en el carro y le dice al papá: me pica la pierna.

Cuando el papá volteó a ver a la niña, todo estaba bañado en sangre.

La balacera fue grande, hombre. Nada de eso salió, usted sabe; que por el bloqueo".

—Caramba compita, la vida es frágil.

Uno está a la buena de Dios.

Habrá ido el fiscal general por esos lados.

—¿Quién es ese?

Bueno, eso me lo contó mano Ermenegildo, y así se lo cuento yo a usted.

Y le dijo: Por ahora, apriete.



 



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Obed Delfín


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