Más de 18 mil personas pasaron la frontera

—A buena catajarra de gente se mandó pa´l otro lado. No habían terminado de abrir la frontera y ya habían pasao más de 20 mil cristianos. Y todavía dicen los chavecos que la cosa aquí está mejor que nunca. No le dijo yo.

—Qué dice usted.

—Compita, que esto es un desbarajuste y una estampida de gente pa´ fuera. Y no se va más gente porque no saben nadar, porque sino agarran a nado por ese Mar Caribe y van a dar a no sé dónde.

Y mire que varios ya han muerto ahogados los pobres por los lados de Guiria. Dios los tenga en su gloria. Porque nadie merece morir por estar huyendo de país. Y de eso se dice poco.

Lo más probable es que digan que las chalanas las hundieron los submarinos del imperio. A rigor.

—Todo es posible con éstos embusteros. Tienen el serrucho trabao y no lo sueltan.

—Y cómo lo van a soltar y después cómo hacen la trampa. Si están tan amañaos. El trampero es trampero, de eso es de lo que sabe vivir.

Esa gente en la frontera estaba desesperada por pasar pa´l otro lado haber que consigue. Me han comentao, no sé si usted se ha enterao, que por esos lados del Táchira ya la gente no habla ni bolívares ni de soberanos; ahora todo es en pesos o en dólares. Ya la moneda nacional se perdió. Todo el comercio se hace en moneda extranjera. Cosa que no es mentira.

Y se lo dijo, porque el otro día fui al dentista porque me dolía una muela y éste me miró el hocico y me dijo son 30 dólares. Cómo si uno estuviese cobrando en dólares. Pero así está la situación.

—Ah bueno, ya nadie quiere recibir esos billetes. Los únicos son los buseteros y porque no tiene otra. En cualquier momento, le dicen a uno el pasaje está a 50 centavos de dólar. Por ahí va la esta carrera.

—Usted cree qué lleguemos a eso.

—Si antes no nos convirtamos en la mayor reserva de truhanes. Esté mosca, porque esto está que da más brinco que trompo chacharero. Los salarios en bolívares y los precios de las cosas en dólares. Quién aguanta esto.

—Y la otra no hay gasolina y por allá en oriente se quemó una guarandinga en una refinería, por los lados de Guanta.

—¿Dónde estuvo aquel alcalde, que le metió mano a unos dineros de la petrolera?

—Por hay es la cosa. Todo es una desgracia, por eso es que la gente no habla nada bueno. Y cómo lo va a hacer. Uno se pone a hablar con alguien y eso es puro llanto.

—Hasta muertos hubo en ese incendio. Eso no debe haber ni una pala para apagar un candelero, mucho menos un aparato de esos que usan los bomberos.

La industria petrolera es chatarra y oxido. De las más grande en el mundo pasó a ser nada. Esos trabajadores de la petrolera se la pasan mendingando los medicamentos, yo los he visto. Llegan con unos récipes más largo que eructo de jirafa y solo hay una medicina pa´ darles. Se van con las caracas largas.

Si eso es ahí, cómo será en las demás cosas.

—Calamidad, calamidad y más calamidad, así es que decía el Prócer. Esto está feo y cada día más feo.

Porque decir que llegamos al fondo eso era antes. Uno dice llegamos al fondo y al otro hay algo peor. Todo cuesta un ojo y parte del otro. Y mañana vuelve a estar más caro. Yo me he fijao que hay veces que no aumentan para ver quien compra, pero que va la mercancía en el estante. No sale, no hay venta.

—Y cómo. Con qué, si no hay real. A uno lo tienen es de bolsa a pedrera. Llevando palo parejo. Esta guachafita está ruda y bailando pegao.

Si usted hubiese estado cerca de la frontera también se hubiese desbandado para el otro lado.

—Quién no. Si hubiese estado allá soy de los primeros que se esgarita para ver que se consigue allá. Esto ya no mejora. Esto va pa´ pior cada día.

Y nunca se sabe a dónde vamos a llegar. ¡Será que no hay un Dios en el cielo!

—No pregunte mucho, mire que ha estos no les gusta que pregunten. Se ponen ariscos.

Bueno, ya llegó la hora del rancho. Voy a ver si en la casa hay algo pa´ echarle a la barriga, estoy estragao. Un vaso de agua me tomé está mañana y con la misma ando.

Le dijo algo: Por ahora, apriete.



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Obed Delfín


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