Fajadores siempre!, llorones nunca!

LUNES -12-5-2019: Nos hemos levantado a las 5:30, y encuentro un perfecto caos de libros y papeles en mi mesa, con todos mis aparatos de buceo: están allí el Conde de Gobineau, Óscar Wilde, Apuleyo, Dylan Thomas...

Anoche hizo un extraño calor, cosa rara por estos lares, y puedo reportar que todavía no nos han cortado la electricidad.

A las 7 de la mañana vemos pasar a Neptalí (hijo del señor Corsino) que va hacia su finca, a kilómetro y medio en dirección a una bella falda por el camino de Los Portones. Lleva una vianda, y va a su lado su inseparable hijo Toñito de apenas diez años, quien ya tiene toda la sabiduría de las bendiciones del campo. Luego vemos ir en esa misma dirección hacia otro sembradío a la señora Rosa y a su esposo Jairo. Más allá Alejandrito, nieto de Avenildo, quien arrea cuatro becerritos hacia el potrero. Los gallos de la vecina Engracia está cantando a gañote tendido. Hay zamuros que se posan cerca del río porque están previendo matarán ganado. Una jauría de perros busca adelantárseles en la carnicería, y entretanto juguetean en la entrada a la escuelita, frente a nuestra casa.

Pasa Evencio (hijo del señor Corsino):

  • Buen día, señor José.

  • Usted cómo está. ¿Y los muchachos?

  • Los muchachos están alentaitos y comelones.

Luego vemos a la esposa de Evencio, la señora Consuelo quien anda buscando una gallina que lleva días que no sabe de ella. Cree que está en nuestro terreno. Ella entra pero nos trae de regalo un buen trozo de auyama. Ya estamos cuadrando lo del almuerzo con una crema de auyama. Pasan en una moto las bellas hijas de Evencio que van al pueblo y nos saludan muy sonrientes. Motos bajan y motos suben. Luego pasa Marcolina (esposa de Neptalí) y nos dice que ya vendieron el burro Remolino, un bello animal, tan extraordinario como el Asno de Oro de Apuleyo. Sabía de todo ese burro, hay Dios, si hubiera podido escribir su vida: trabajó en el trapiche del señor Corsino, y fue durante muchos años el animal de carga más fiel y firme en la finca de Neptalí. Recuerdo que Neptalí quería cambiar su moto por un caballo, ahora que los repuestos están tan caros. Pero a la vez, mantener un caballo no es cualquier cosa.

Mi esposa ha estado leyendo viejas revistas "Momento" de la época de Pérez Jiménez y hace un hallazgo interesante, que me permite atar cabos sobre otros nexos de Rómulo Betancourt con el Departamento de Estado norteamericano y sus abominables conexiones con la oligarquía colombiana. Prepararé un artículo al respecto.

MARTES: hoy hemos tenido electricidad casi todo el día; ha sido un día de intenso trabajo. Limpieza del terreno para sembrar maíz. Por la tarde recibimos la visita, siempre bendita, de Ángel y su señor padre Corsino. El señor Corsino sigue con tos.

Pronto nos ponemos a trabajar: con el barretón, Ángel va abriendo los surcos en los cuales MEU coloca tres semillas: el cuadro de la siembra es hermoso. Se plantaron más de trescientas semillas. Luego, Ángel descopó un árbol de guamo, que estaba invadido por una parasita llamada pajarilla. La operación fue milagrosa porque no perjudicó a ningunos de los árboles que estaban alrededor.

Me pongo a secar con ceniza unas semillas de auyama. Inventamos o erramos.

Le comento al señor Corsino que las mujeres son propiciadoras de la buena siembra, y él lo ratifica. Isis es la Naturaleza fecunda. En el "Segundo sexo", Simone de Beauvier, citando a M. Carrouges, dice que la mujer es el río y el lecho del río, la raíz y la rosa, la tierra y cerezo, la cepa y la uva. Ella, la mujer, para muchos pueblos, representa la fecundidad de los campos: percibe las voces subterráneas, capta el lenguaje del viento y de los arboles; es Pitia, Sibila, profetisa.

¿Qué será lo que la mujer no sabe?, con su don de adivinación, ella es médium, quiromántica, echadora de cartas, vidente, curandera, hechicera inspiradora de lo sagrado y de lo bueno, oye voces y tiene apariciones. En las leyes de Manú se lee que la mujer es como el campo y el hombre como la simiente.

Por la noche jugamos con Ángel scrable. La luz se va a las 7:30. Seguimos jugando a la luz de una lámpara de gasoil.

MIÉRCOLES: hoy ha sido el día del fogón. Nos ha tocado trocear harta madera con el hacha porque nos proponemos cocinar la comida de nuestra perra Solita para varios días. La comida de la perra la hacemos con bofe que compramos en el mercado Soto Rosa de Mérida, le agregamos cambures verdes, conchas de papas, apio, zanahoria, ahuyama y arroz picado. Queda así un condumio excelente que da ya hasta vergüenza ver a nuestra perra tan gorda.

También aprovechamos el fogón para cocinar el maíz. Luego nos tocará molerlo. Cocinamos igualmente en el fogón caraotas, y el agua para unos espaguetis. Hoy hemos invitado a almorzar a Ángel.

Estoy limpiando el terreno que da con mi vecina Engracia y ella se asoma. Le pregunto que por qué su hija Lucía Valentina ha estado llorando tanto. Me dice que ha llorado con mucho sentimiento, porque no quiere ir a la escuela. Yo le digo que a mí tampoco de niño me gustaba ir a la escuela. Que por eso sufrí mucho, que terminé cometiendo el peor error de mi vida que fue hacerme doctor de NADA. Cristian, también hijo de Engracia, tomó hace poco la decisión de no ir más a la escuela y dedicarse por entero al trabajo del campo. Cristian con apenas trece años, se hace con buenas pagas ayudando a su papá en las tareas de estanciero, recolectando café, sembrando y cosechando. Es un extraordinario jinete y domina las tareas y artes más exigentes del campo.

Me he dedicado a recoger piedras del terreno que limpiamos ayer. En ese terreno también vamos a sembrar maíz.

Llega Ángel con varias docenas de limones chinoto, que nos sirven para preparar los jugos del almuerzo y de la cena.

En estos pueblos del sur es casi imposible conseguir frutas, algo verdaderamente lamentable.

A las 2 de la tarde, hemos bajado al pueblo de Canaguá para espalillar unos pagos que nos han hecho a nuestras cuentas. Nos acompaña Ángel y nos llevamos a nuestra Solita.

No hemos tenido hoy ni lluvia ni sol.

Llegamos a un negocio cerca de la Plaza Bolívar y gastamos gran parte de lo que nos quedaba en las tarjetas. Compramos tres kilos de arroz picado para la comida de la perra. También compramos dos kilos de caraotas negras, cada kilo a 3.500 BS, que nos pareció barata. Nos dimos un lujo comprando un trozo de chocolate (que ahora se está produciendo en Chacantá) a 3.500 BS. También adquirimos algo menos de un kilo de cebollas. Luego nos dirigimos a un negocio que está hacia la zona de El Valle y MEU compró medio kilo de margarina con la mala suerte de que cuando fue a pagar la luz se fue. Tuvo que dejar la tarjeta con todos sus datos, para que en cualquier momento algún hijo del señor Corsino la recogiera. De regreso, Ángel pudo comprar veinte kilos de sal industrial para los quesos que está haciendo. Aprovechamos y subimos una bombona de gas de 18 kilos, que ya habíamos pagado hace una semana.

Hemos llegado a la casa a las 4:30, y yo me dedicaré a moler maíz, mientras MEU se pondrá a envasar la comida de la perra. No hay un solo minuto del día aquí en el campo en el que no estemos haciendo algo, todo lo que contrario de lo que nos sucede en la ciudad donde no hay otra cosa que hacer que ver televisión, hacer cola para echar gasolina (durante días) y estar pendiente de cuanta vaina mandan por los celulares, muchas de ellas puras mentiras. En la ciudad hay más de doscientas mil personas que cuando se produce un corte de electricidad por 24 o 72 horas, como ya ha sucedido varias veces, no hacen absolutamente nada; hacinadas por lo general en un apartamento, la mayoría sólo a la espera de que llegue la luz para seguir en sus faenas de envenenarse la vida, por lo menos en Mérida, leyendo inventos, rumores y mentiras. Locura absoluta y monstruosa, realmente. Cientos de miles de personas que no saben cómo se siembra un ocumo o cómo se cosecha, el cuido que requiere la papa, una mata de maíz. Cientos de miles de personas en la ciudad sólo esperando que todo se lo lleven a los mercados para entonces poder comer. Hoy, ya viejo, yo vengo a descubrir que mil veces más vale un campesino dedicado al trabajo del campo, a producir, que mil doctores. Nuestros padres querían que fuésemos doctores para que no trabajáramos "duro", para que no echáramos pico y pala, como se decía, y eso ahora lo estamos pagando bien caro.

Muelo dos kilos de maíz. Me doy una ducha, mientras MEU prepara unas arepas.

Se fue la luz a las 6 de la tarde.

Considero que todo el mundo debe pasar una temporada trabajando en el campo. Aborrezco la inutilidad de la gente moderna, que por cierto, por su ignorancia, es bien engreída y prepotente: bien bestia, digamos.

Llega Ángel y nos ponemos a jugar scrable a la luz de un telefonito de mi esposa. La luz llega las 9:30, cuando el programa "Con el Mazo dando" está bastante avanzado. Lo vemos un rato, y luego a las 11:30, nos despedimos,

JUEVES: por la mañana me he dedicado a ordenar la leña del guamo que descopamos el martes. Luego he sembrado unas semillas de auyama en distintos puntos de nuestro terrenito. MEU ha hecho una torta inventando con los pocos ingredientes que nos quedan en nuestra alacena. Le ha quedado excelente.

Se produce un apagón por estos lares a las 9 de la mañana.

Hoy teníamos pensado hacer una excursión hasta el fundo Los Faldones pero hubimos de aplazarlo por la situación del tiempo, además, consideramos que no nos iba a dar tiempo para asistir al último rezo, de los novenarios a Miguel, el ya mencionado nieto del señor Corsino.

Me dedico a desbrozar la huerta. Engracia, la vecina, desde la cerca de su casa me llama y me regala dos gruesas yucas. Por cierto, que nuestros vecinos están muy atareados porque han matado una vaca. Nos ofrecieron carne, pero le dijimos que no teníamos plata. También mataron un cerdo, ¿pero cómo pagamos 20 mil bolos por un kilo? Nosotros nos vamos defendiendo con lo que trajimos de Mérida: arroz, caraotas, cambures verdes (de nuestra propia cosecha), pasta, un pollo que lo hemos multiplicando para varias comiditas. Hambre no hemos pasado, gracias a Dios.

A partir del mediodía ha hecho un sol esplendido, y nos hemos animado, nos ponemos las botas y salimos hacia Los Portones con Solita. Llegamos hasta la casita de Neptalí, un bello fundo, como ya hemos dicho, en el que este hijo del señor Corsino tiene una gran siembra de café, yuca, caraotas y maíz. Hay por allí una pareja de recién casados, muy jóvenes, quienes nos han invitado a tomar café y ver la hermosa siembra que tienen.

Nos enteramos que a la posada de Neptalí ha llegado un turista europeo.

Cuando regresamos a casa, a eso de las 4:30, vemos que tenemos luz, pero en total esta vez el corte ha sido de unas siete horas. MEU prepara un poco de yuca frita. Probamos de nuevo la torta, que cada vez está más exquisita.

Bajamos hasta la casa del señor Antonio Rojas para atender el rezo en memoria del joven Miguel. Vamos por el ya mencionado senderito viendo las siembras de Evencio, de Engracia y de Xioli (hija de Evencio): maizales, camburales, pequeñas siembras de yuca, ocumo y cebollas. Vamos con Ángel quien le va explicando a MEU cómo se hace la torta de yuca. La tarde está en su máxima belleza de esplendor, con rayos de cálida luz cruzando los grandes sembradíos de café: un clima delicioso que lo que apetece es seguir caminando hasta más allá del pueblo de Canaguá. A lo lejos, en el serpenteante camino, se divisa un jeep blanco, el que trae al turista que se quedará hoy en la posada de Neptali.

Para el rezo, se ha congregado casi toda la comunidad, unas treinta o cuarenta personas. Gente apostada a lo largo de la cerca, otros ocupando el umbral de la casa, otros en el largo corredor en tres bancos de madera. Al fondo del corredor está una puerta por la que sale y entra la gente que atiende la cocina. El fogón está encendido y se aprecia un humillo al través de un techo de zinc. Está allí un señor que no parece del lugar que nos saluda muy amablemente, y quien pienso se trata de alguien que conocimos hace tiempo, de nombre Abraham, quien nos regaló dos racimos de cambur.

Está en el rezo una media docena de hijos de Alecio.

El rezo lo va a dirigir la joven María Elena Mora. Las banquetas están todas ocupadas, y yo me coloco entre María Elena y el señor Corsino. El señor Corsino sigue con su gripe, pero con mucha energía, allí está como el gran patriarca de la aldea, respondiendo cada frase de los rezos. Finalizado el novenario, llega una bandeja con cucas (paledonias) y otra con café. Departimos, recibiendo el frescor de la tarde, hablando del estado variable del tiempo porque pensábamos que iba a llover todo el día y resulta que se ha presentado casi como si estuviésemos en verano.

Llega la hora de la despedida, y de regreso vamos en un grupo, el señor Corsino, con su bordón llevado de un brazo por su hijo Enrique. Va también con nosotros Ángel.

Con qué empuje y determinación va subiendo la empinada cuesta el señor Corsino que pareciera que lo hace con un motor que ya está habituado en su cuerpo, en su naturaleza, a las grandes tareas del campo que hizo durante tanto tiempo. No se detiene a coger aliento y además va hablando, preguntando por las plantas sembradas en la calzada pese a la tremenda gripe que aún se niega a abandonarle. Va además con botas de caucho.

Cae una lluviecita repentina.

Cuando llegamos a casa, vemos que aún tenemos electricidad por lo que aprovechamos para poner las noticias en el canal VTV. Están dando el programa de Madroñero, con unos videos bien interesantes, sobre todo ese en el que se muestra una marcha en Caracas hasta el Consulado de Portugal de un grupo de familiares que están en tratamiento para el cáncer, y se protesta por el enorme crimen que ha cometido el Nouvo Banco al bloquearnos más de mil millones de euros que estaban destinados para comprar medicinas. Esos son los malditos gringos y europeos que nos bloquean por todos lados para luego decir que aquí nosotros estamos sufriendo una crisis humanitaria, el paso previo, claro, para una invasión (como ocurrió con Libia). Se produce otro corte de electricidad y quedamos sin enterarnos de más nada. De modo que tuvimos luz sólo por tres horas.

A las 7:30 llega Ángel y nos ponemos a jugar scrable a la luz del telefonito de MEU. Así nos estamos hasta la 9:30.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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