El golpe y la farándula

—Se enteró compadre de lo que pasó ayer.

—¿Aumentaron el pollo otra vez?

—No vale, lo que pasó en La Carlota.

—¿Qué le pasó a la paisana suya?

—Esa no hombre. En la base aérea de La Carlota.

—¡Ah! Ya, una gente que llegó y armó un samplegorio.

—Sí, eso mismo.

—Yo se lo dije, aunque acá no lo quisieron publicar y con razón; no vayan a decir que uno es yerbatero y no sé que más cosas. Se los agradezco, porque sino tendría a la gente tumbándome la puerta y llevándome pa´ no sé donde.

Y cuénteme, usted de qué se entero en todo ese relajo.

—Según las noticias, querían dar un golpe. Pero me parece que era muy lejos de la casa de Doña Jacinta.

—En verdad es un saltico, pero como usted dice es más o menos lejos. Pero nunca hay que confiarse. No le voy a repetir lo que conversamos ayer porque eso ya está dicho. Y no quiero entrar en hondura.

Lo que si le voy a decir es que el otro le quito protagonismo a éste. Cachicamo trabajando pa´lapa. Tanto sudar la gota gorda para que venga este y salga por delante en la foto. Mala cosa esa.

—Pero imagino que usted se asustó cuando vio la noticia.

—Le voy a decir algo, no la vi. Porque hace meses atrás que se quemó el televisor con uno de esos bajones, y se lo conté no se si a usted o alguien más.

Eso sí, oí que la gente andaba alborotada y paré la oreja, ahí fue cuando me enteré del barrullo ese. Y me dije con toda esta hambre que he pasado que salga otro a defender si así quieren.

—Se asustaron de guapos.

—Yo creo que eso fue más espectáculo que otra cosa. Tal vez, para calentar motores y ver si la gente se animaba. Pero cada quien quiere cuidar el pellejo y que el otro ponga el suyo.

No ve como aquel se zampó para una embajada. Dicen que para protegerse y eso está bien. Pero si voy a salir yo a que me arreen un guamazo por ahí. Y después vienen a decirle que uno les debe la vida, porque ellos lo salvaron. El quiere agarrar corroncho que se moje.

Ese se podía haber ido callaito para allá, pero no. Quiso armar ese alboroto, para dársela de artista. Siempre lo mismo. Yo a ese le tengo ojeriza, me parece que contribuye más a que éste se quede. Me parece que son compinches.

—Usted cree.

—Ah pues, al que le ha picao culebra cuando ve bejuco se asusta.

—Hay unos que se han ido más lejos y sin tanto revuelo. Este arma un zanfarrancho para que digan que valiente es. Lo hizo fue echarle a perder el negocio al muchacho, que lo llevaba pulseaito.

Ese es un saboteador, lo que le gusta es robar cámara. Eso es todo.

—Pero, el hombre se veía bravo, estaba alzao.

—Cuando uno está apoyao puede hacer lo que quiera. Esa salida ya la tenían palabreao, seguro que era así. A ese le habían dicho a tal hora te abrimos la puerta y tú te vaís caminado por esta acera hasta esa esquina, que allí te espera un carro.

Pero no, ese dijo vamos para la pista esa. Pura farándula.

—Puede ser, se han visto casos. Y varios.

—Eso es para distraer. La negociación ya está montada. Eso se resuelve de medianoche a canto e gallo.

Así ha sido siempre y creo que no cambie ahora. Pero nunca falta un faramallero. Bien peinadito y bien vestido, todo preparado para la foto.

No se distraiga con esas cosas. Mire que en la noche todos los gatos son pardos.

—Eso sí es verdad. Lo embolatan a uno con cada cuento y por detrás lo raspan.

—Estos y los otros son tracaleros. Lo quieren embaucar a uno, para ellos después comerse el lomito.

Hablando de lomito a cómo cree usted que está el kilo de carne, porque el pollo me dijeron que anda por 8.500

—Compadre, tengo años que no sé que es eso. Incluso no sé de qué me está hablando.

—Lo voy a dejar para ir a averiguar una cosa en aquella esquina, nos vemos si amanece.

 



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1161 veces.



Obed Delfín


Visite el perfil de Obed Delfín para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Obed Delfín

Obed Delfín

Más artículos de este autor