¡Le président c’est moi!

Érase una vez un Rey, en Francia, que bajo su poder absoluto, con las ansias de gobernar íngrimo y solo, la historia le atribuye aquella frase: "El Estado soy yo". Tan egoísta era el "Rey Sol" que hasta su familia la desprendió de los cargos. Quería gobernar él solito. Se trataba nada más; y nada menos que Luís XIV. Tan mezquino era este monarca, que le quitó a los nobles los pocos poderes de la administración del Estado. Su ambición y avaricia era gobernar sin la ayuda de ningún estamento. -Si Súperman hubiera existido en esa época no hubiera dudado en ordenar cortarle la cabeza- No podía haber nadie más fuerte que él.

Empeñado en gobernar de esa manera, su política la dirigió hacia el absolutismo. Con esta premisa se impuso en todos los campos, como una gran bodega. En el político, su voluntad la hacía saber a particulares por medio de órdenes selladas. En el administrativo, nombraba y revocaba él mismo a sus funcionarios. En lo económico, decretaba impuestos a voluntad, recaudaba lo que le venía en su canina gana; y no rendía cuentas a nadie. En la administración de justicia, redactaba códigos sin que los aprobara ninguna instancia superior. Los tribunales funcionaban como órganos preparatorios. El niño lo quería todo para él.

En un descuido, el Rey entra en el túnel del tiempo, dando volteretas, del siglo XVI de pronto cae en el Siglo XXI en un país llamado Venezuela, estupefacto, se encuentra con otra realidad, no se retrotrae al pretérito, con un cuadro de amnesia es un hombre nuevo. Toma otro nombre: Enoc. Nadie lo conoce. El mundo distraído omite su historia. Va emergiendo cada día. Con triquiñuelerías; va confundiendo la política con la demagogia. Se rodea de simpatizantes que a la larga, le sacarán los favores concedidos, aspirando un puestico en el gobierno que Enoc le prometió: Un ministerio que bien les vendría u otro cargo público.

Resulta que un día, Enoc fue designado como Presidente de la Asamblea, bajo una lluvia de aplausos. El éxtasis del nombramiento lo encegueció, hasta que hizo olvidarlo que existían unos poderes legítimamente constituidos. Dentro de esos poderes, estaba el electoral donde él mismo había participado en la contienda con resultados de escrutinios que lo habían favorecido para ser miembro de la Asamblea Nacional con un alto porcentaje de votos. Amén del ofuscamiento político también pretendía en su pasión, desprenderse del auténtico presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela. ¡No quería nada el bebé!

"El muchacho que no es llorón y la madre que lo pellizca" recibe casquillo (Cizaña) de los zorros más viejos de su partido para que aprovechándose de su investidura, subliminalmente, realice una conjura que propicie un golpe de Estado. De tal manera, que utiliza unas artimañas desde su tribuna. Haciéndose el musiú que desconocía el enunciado artículo 233 de nuestra carta magna, se autoproclama con su cara muy sonriente "Presidente de la República"; levantando su diestra, en actitud solemne, frente a un público presente y televidente que con asombro escuchaba aquel pronunciamiento; cual Luis XIV desconociendo los poderes.

En contumacia ya consumada por el ficticio presidente; y detrás de él, una larga nómina imaginaria de distribución de cargos con sus respectivos nombres; y una lista de medidas para las mejores sastrerías; un par de ancianas que pasaban casualmente por el lugar; sin tener participación activa en la aglomeración; una le pregunta a la otra, que era media sorda; y que en sus tiempos de moza había viajado mucho por Francia "¿Qué fue lo que dijo ese muchacho que llaman Enoc?". Ésta le responde: "Mijita, yo alcancé escuchar: ‘¡El presidente soy yo!’ " (¡Le président c’est moi!).

JOSÉ GARCÍA

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José García

abogado. Coronel Retirado.

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