Un mundo sin religiones

A partir que los humanos se agrupan en tribus, clanes u otra forma de asociación surgen los miedos, además de los individuales como la muerte, los colectivos. Los miembros de tales hordas no tienen temor de enfrentar a un mamut, pero se aterrorizan ante los fenómenos naturales como el rugido y la explosión de un volcán, un terremoto, una tormenta, un huracán, entre algunas anomalías que no tenían explicación. Ante tales hechos surgen algunos avispados, quienes queriendo aprovechar la oportunidad inventan la existencia de una ser fabuloso capaz de dominar aquellas peligrosas y extrañas manifestaciones del universo. Es así como el astuto se autodenomina representante en la tierra de aquel ser omnipotente, capacitado para destruir todo lo que se encuentre a su paso.

Aquel individuo se erige en vocero de la divinidad, pero además a este se le agregan otros astutos como él, quienes se convertirán en profetas, heraldos que anunciarán, en el caso de contrariar sus mandatos, el advenimiento de otros castigos mandados por la poderosa deidad. Además, otros secuaces convertidos en sacerdotes, serán los encargados de comunicarle a la muchedumbre la palabra del ser excepcional que reside en algún lugar recóndito del universo. Para darle forma y estructurar todo este concepción se inventan ídolos, en un principio amorfos como una piedra, un trozo de madera, luego algún animal como el cocodrilo, el gato, la cigüeña, entre otros, los llamados tótem. Así mismo, también servirán para estos menesteres sagrados un volcán, el fuego, el Sol o la Luna, pasado los siglos tales divinidades serán antropomorfas como los dioses griegos y los romanos. Por la misma vía de la mentira se conforman otras deidades que no tienen forma alguna, seres intangibles e inasibles identificados como una especie de energía misteriosa que viaja por todo el universo, pero que nadie la podrá tocar ni ver, que misteriosamente, a pesar que no poseer cuerdas vocales, se comunica con los elegidos.

De esta manera van surgiendo numerosas religiones en el planeta, creadas por un una pandilla de vivos, inventores de diversos dogmas y doctrinas copiadas unos de otras en la pretensión de ser original y conocedores de la palabra de la deidad comunicada al elegido, el representantes del todopoderoso en la tierra. Aparecen en cada religión profetas y un mesías, que serán, los primeros, los encargados de explicar las profecías o predicciones provenientes del ser omnipotente que no tiene boca. El otro, el enviado, el hijo de la divinidad, quien pretenderá arreglar, en nombre de la deidad, el despelote que hay en la tierra, producto de las violaciones de las leyes divinas por parte de los hombres y mujeres. Ante tales transgresiones, el representante de la deidad en la tierra siempre hará uso de las amenazas de la destrucción del mundo, producto de mal genio de aquel ser omnipotente, omnipresente y omnisciente que está en todos lados, un ser súper poderoso que todo lo sabe y que vigila, desde de algún lugar escondido del universo, a los siete mil millones de mortales que habitan en el planeta. Soberanas mentiras.

Cada religión nombra con una designación diferente a su deidad, por ejemplo Neptuno, Ulises, Ahura Mazda, Enki, Quetzalcóatl, Inti, Orisha, Amaterasu Omikami (una diosa del sintoísmo, para no ser machista), Vishnú, Isis, Osiris, Yahvé, Alá, Dios, entre tantos dioses que han reinado en el cielo y en la tierra. No cabe duda, cada todopoderoso tiene su mesías o enviado que aparecieron de la nada para arreglar este relajo que se llama mundo, pero lamentablemente no pudieron. En la historia de las religiones se destacan Gautama Buda, Zoroastro, Confucio, Lao Tse, Abrahán, Isaías, Moisés, Jesús, Simón el Mago, Mahoma, entre tantos que se consideraron enviados de dios, o en mejor de los casos, como el hijo de la deidad. Es bueno aclarar que cada religión posee sus lugares sagrados, sus ostentosos y lujosos templos, mezquitas, sinagogas y lamasterios, sus patriarcas, papas, rabinos, lamas, además de sus santos, sufís, derviches, monjes, vírgenes y beatos que hacen milagros. Todas tiene en común sus jerarcas beneficiarios del dinero, mucho dinero proveniente de los acólitos que contribuyen con el mantenimiento de unos vagos que no trabajan, así mismo para invertirlo en los negocios de la bolsa y bienes muebles para hacer más dinero.

Cada religión con su dogma a cuesta le asegura a sus acólitos que su divinidad es única, la salvadora, con mesías auténticos, que su doctrina es la palabra de Dios y que su religión es la verdadera, cuyos sacerdotes, algunos pederastas, otros borrachos, otros vagos, otros glotones obesos, otros lavadores de dineros, otros sinvergüenzas y como siempre, muy pocos preocupados por el culto, por la compasión y la misericordia.

Los voceros de todas las religiones quieren convencer a la humanidad que su religión es la verdadera y que su Dios es el salvador. Hagamos un ejercicio de la imaginación y todos los acólitos de las diversas religiones que reinan en el planeta (deben ser miles de millones de acólitos) y en un mismo día y a la misma hora (a pesar de los husos horarios) eleven una plegaria por la paz mundial. De seguro que tal actividad no dará resultado, simplemente porque la paz no es un negocio, en cambio la guerra si lo es. Quizás será porque Dios no tiene oídos o porque absolutamente no existe. Además, es bueno recordar que las religiones, que la mayoría de las fe se impusieron a punta de lanzas, de pólvora, de violencia, de destrozos, de arcabuces, de aniquilación de aquellos que no profesaban la misma doctrina, de robo, de injusticias (como en América) y de alianzas con gobiernos corruptos y tiránicos.

En el trascurso de los siglos, a pesar de los numerosos dioses, de las miles religiones que reinaron y reinan en la Tierra, de la cantidad de santos fabricados en serie, de los mensajes hipócritas de paz enviados por sus heraldos, sus dogmas no han resuelto nada y estoy seguro que agravaron las relaciones entre los humanos debido a la presencia de fanáticos en la fila de sus feligreses. De estos dan testimonio las centenares de cruentas guerras religiosas ocurrida a través de los tiempos, muchas de estas dirigidas por papas, hoy convertidos en santos, o por las cámaras de torturas donde se atormentaron, vigilados por frailes (hoy también satos), a los judíos, los musulmanes, los homosexuales, los profanos, gitanos y otros inocentes en los llamados Juicios de Dios durante la Inquisición.

Ninguna religión demanda la perfectibilidad del hombre, lo que hace es formar fanáticos que contribuyan al mantenimiento de instituciones que buscan crear diferencias y odios entre los seres humanos. Parece que las religiones se alejaron de la aspiración común de los habitantes del planeta, como es la justicia y la paz social. La era mesiánica y la monarquía de Dios quedaron a un lado desde hace siglos, dado que nunca solucionaron nada, más bien crearon múltiples problemas. Un mundo mejor sería un mundo sin religión, sin santos, ni vírgenes y sin dioses, un mundo donde los dirigentes busquen soluciones verdaderas y salvadoras, que no contribuyan a exasperar a las personas unos contra otras. Un mundo fundado en un humanismos verdadero basado en al amor al prójimo, centrado, no en el alma ni en el espíritu que no existen, sino en el ser real que vive, siente y padece todos los días del almanaque.

Olvidemos la esperanza mesiánica y luchemos con fervor por la justicia absoluta, no en el plano celestial, ni tampoco sobrenatural aplicado en un mundo que no existe. Las religiones, todas sin excepción, le han acarreado al mundo engaños, dolor, animadversiones entre las personas, guerras, sangre a montones, muertes, desolaciones, violaciones de los derechos humanos más elementales, alianzas inescrupulosas con gobiernos tiránicos, usufructo de tierras arrebatadas, esclavitud, injusticias reales no divinas, despojos de las riquezas de los pueblos para construir ostentosos y lujosos templos y pare usted de contar.

En esta época, tiempo de consumismo, de ingestas inadecuadas de comidas y bebidas, de la preservación del falsas tradiciones religiosas, de mentiras, de mensajes hipócritas de paz en un mundo convulsionado por la guerras generadas por los poderosos, de boicot y sanciones económicas, de muertos por carencias de alimentos, de economías dominadas por el narcotráfico y paramilitares, de seres que emigran de su país hacia otros territorios buscando calidad de vida, sería bueno apartar un intervalo de su tiempo y hacer una reflexión a manera de interrogante ¿Qué dificultades ha resuelto alguna religión o algún dios en un mundo que siempre está conmovido por culpa de los poderosos? Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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