Una victoria en una batalla que nunca se detiene

¿Por qué ganamos el domingo? Por razones de política y clases sociales. Fuimos como fuerza unitaria con candidato único, con un discurso democrático coherente con la historia chavista, con la presencia de Chávez, la dimensión de lo que estaba sobre la mesa, y una base social que se estima en un tercio de la población.

Teníamos que ganar y lo hicimos. Por cuarta vez en menos de un año. Se dice fácil, se vive heroico. Lo que sucede a estas horas era lo previsto: el frente internacional multiplica ataques, amenazas, insultos, desde el Grupo de Lima, los Estados Unidos hasta la Unión Europea. Sabíamos ayer que el 21 sería más difícil que el 20, que cada día por venir seguramente lo sea más. Ganar tiene un costo alto cuando se está bajo asedio de una guerra que ha entrado a nuestras casas, calles y subjetividades. Una victoria significa un redoble de violencia que anuncian públicamente con impunidad.

Eso estaba en el imaginario de los días anteriores a la votación, durante todo el día de voto. Tanto en el chavismo como en los escuálidos y opositores. En el primer caso como elemento central para no rendirse, no entregarle el país a quienes sin haber tomado el poder político ya han demostrado hasta dónde son capaces de llegar -y es solo el inicio. En el segundo caso, y en particular de quienes llamaban a la abstención, como un mal necesario. Han llegado a la conclusión que la única manera de terminar con el chavismo -que reducen a un gobierno y una masa de pobres sumidos en la ignorancia y las dádivas- es a través del colapso económico y la intervención extranjera.

Sabíamos entonces que hoy vendrían, como suceden, nuevos anuncios desde el frente internacional. Los han venido preparando desde que decidieron que su estrategia sería vaciar las elecciones. Es seguro que acrecentarán el bloqueo económico como ya lo ha anunciado el gobierno norteamericano, queda por ver cómo se traducirá el no reconocimiento internacional a la victoria más allá de la retórica, y si buscarán nuevos asaltos finales. El anterior, entre abril y julio, les dejó un saldo de derrotas que todavía los mantiene en crisis.

¿Por qué ganamos el domingo? Por razones de política y clases sociales. Fuimos como fuerza unitaria con candidato único, con un discurso democrático coherente con la historia chavista, con la presencia de Chávez, la dimensión de lo que estaba sobre la mesa, y una base social que se estima en un tercio de la población. En esto último entra la cuestión de clase, que el día de ayer pudo graficarse nuevamente. Pondré como ejemplo un recorrido en La Vega, barrio popular de Caracas que tiene a los pies de su cerro zonas de clase media: cuanto más arriba, es decir, más humilde, más votantes, cuanto más abajo, menos votantes, hasta las zonas aledañas de clase media de El Paraíso, que eran de mucha soledad. A las cinco de la tarde había colas en la parte alta del cerro, desde donde Caracas parece una ciudad ajena. El corte de clases fue nítido, el chavismo como identidad se asienta sobre todo en sectores populares: retaguardia y vanguardia.

Se ganó también porque los adversarios no tenían peso suficiente. Falcón, de tradición traicionera, no midió lo que pensaba, su propuesta tramposa de dolarización no caló. Bertucci emergió, ya eso parece ser para él una victoria. Maduro era más candidato que ellos, el chavismo es más que ellos. La diferencia de votos está allí, grande, de más de cuatro millones de voto entre Maduro -con 6.157.185- y el segundo, Falcón -con 1.909.172- que en su discurso abrió la puerta del no reconocimiento de los resultados -¿qué dirán los opositores que afirmaban que era un candidato que había puesto el mismo chavismo? Falcón suma dos derrotas en siete meses, la primera como gobernador en octubre, la segunda el domingo. Peligra su perspectiva política, lo sabe, lanza cartas desesperadas que pueden traer peligros de violencia.

La diferencia entre ambos fue entonces más de lo previsto. En cuanto a la participación, 46% de la población, resulta importante verla en dos niveles. Al ser medida en parámetros internacionales -qué participación en Chile, Colombia, por ejemplo- resulta estar dentro de los números que se manejan en otros países, incluso más. Una aclaración necesaria: la derecha abstencionista conducida desde el extranjero iba a decir fraude con cualquier número que hubiera dado a Maduro por ganador, ya los titulares estaban escritos. La participación medida en términos nacionales arroja otras posibles conclusiones. En primer lugar, que la campaña abstencionista de las principales fuerzas opositoras tuvo impacto en su base social, y en segundo lugar que una parte de los sectores populares, del chavismo, no fueron a votar. Contestar por qué esto último sucedió implica acertar a posibles respuestas sobre cómo volver a acercar al voto y a la participación a quienes se han alejado.

Puesto a poner dos hipótesis diría que una es la situación material -que impacta de lleno en los sectores populares y las clases medias bajas- y cómo se han, o no, construido respuestas a esta situación. La segunda es la práctica política del chavismo, sus formas de hacer política, en particular en la dirección, ante este cuadro prolongado de dificultades, de retrocesos materiales.

Podemos decir que el chavismo votó, logró un triunfo necesario, y dejo ver descontentos acumulados. Ganar en esta situación económica y política dice aún más de la victoria alcanzada. La respuesta a esta situación no vendrá solamente de Nicolás Maduro. No significa que el presidente, la dirección cívico-militar, no tengan un rol central que cumplir, que solo ellos pueden hacer algunas acciones -políticas de Estado, decisiones de gobierno, medidas políticas- sino que el chavismo como un todo tiene que encontrar las formas de revertir esta situación. ¿Qué van a hacer los diferentes partidos políticos, los movimientos sociales, las comunas, los consejos de trabajadores, por ejemplo? ¿Qué política y estrategias de poder, disputa y movilización tienen en este cuadro donde vendrán más golpes internos y externos? Depositar la gloria y el mal en una sola persona no es justo. El chavismo necesita de todo el chavismo para combatir esta situación.

Estamos en un nuevo momento de la gran batalla, la guerra que nos han declarado. El 20 era imprescindible para el chavismo y se consiguió la victoria, que debemos subrayar por las dificultades en las cuales se enmarcó. No hay ni habrá tregua: vienen redobles programados de violencia económica, ensayos de nuevas formas de desenlace para hacerse con el poder político que no logran con los votos. ¿La urgencia? La economía, un diagnóstico conocido. ¿Con qué medidas y actores se puede resolver? Ahí la pregunta por el plan. Ayer se hizo historia.

@Marco_teruggi

 



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Marco Teruggi

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