Ángela Zago

Conocí a la señora Ángela Zago, por allá por el año 2000 en los pasillos de la Asamblea Nacional. El país entraba en un debate espectacular nunca visto en su historia, ni siquiera en los años posteriores a la caída de Pérez Jiménez. Estuvimos hablando algunos minutos y me planteó su preocupación ante el enfrentamiento del presidente Chávez con los medios de comunicación. Por lo que pude entender, a ella le parecía muy grave que el Comandante Chávez se creyera tan poderoso con su carisma y su verbo fuese a derrotar a los medios; que el Comandante poseído de una confianza, de una descomunal seguridad en sí mismo pudiese creer que los medios algún día pudiesen ser someterse a principios, a leyes, a valores humanos o sociales.

Mucho debió conocer entonces doña Ángela para estar entonces tan preocupada sobre lo que se avecinaba, siendo su esposo Napoleón Bravo (estrella mediática del canal Venevisión) uno de los delfines preferidos, para aquella época, del magnate Gustavo Cisneros.

Yo creo que para ese momento de nuestra conversación, Ángela Zago no estaba tan identificada con los enemigos de la revolución. Luego sí la veríamos devorada por lo locura antichavista que en aquellos meses siguientes abrasó a medio mundo de la clase media y alta.

A mí lo que me preocupaba realmente era que a Chávez, el grupo de "El Nacional", RCTV, Venevisión, Globovisión y Televen fueran a crearle al Presidente tal conmoción en el país que lo llevarán a vacilar y a dejar de lado su proyecto inicial de cambiar el país. Fueron días tensos, llenos de una esperanza y un desasosiego en el que esperábamos lo peor. Y lo peor habría de llegar…

Ya yo había leído, con muchos esfuerzos, los libros de doña Ágela, "Aquí no ha pasado nada" y "La Rebelión de Los Ángeles". En un extracto del Diario del escritor Argenis Rodríguez, casualmente encontré lo siguiente: "Por la noche he leído 75 páginas del libro de Ángela Zago "Aquí no ha pasado nada". Es un libro escrito por una persona muy pobre en su escritura y en sus ideas; una mujer prejuiciada y tonta. No hay ahí nada de buena intuición. Es, cuando más, una de esas cosas que llaman testimonio. ¿Pero qué no llaman testimonio hoy en día? Habla de que "el caudillismo es malo", desconociendo que en política todo es caudillismo y que en los Partidos Comunistas es donde más abundan los caudillos. Lenin, Stalin, Tito, Fidel Castro, el Che, etc... todos son o han sido caudillos. Habla de eso de amar la humanidad. ¿Y quién no dice amar la humanidad? Habla de todos esos lugares comunes de que la tierra es para el que la trabaje o para el campesino, cuando esto es un infantilismo. Ve un prado y dice que se parece a un "Jardín burgués". ¿Es que sólo los jardines burgueses son lindos y bien cuidados? ¡Qué tontería! ¡Un jardín se cuida en todo sistema! Para Ángela Zago "los campesinos son unos niños, ingenuos, llanos, simples. Dicen exactamente lo que piensan". ¡Qué tonta! Como se aprecia que desconoce el alma humana y tal vez un campesino es más complicado que una persona como ella".

Verdaderamente que ese testimonio "Aquí no ha pasado nada" es de una vacuidad pasmosa. Pero voy más bien a referirme a su libro "La Rebelión de Los Ángeles" (Cuarta Edición), en el que ella dice o trata de hacer ver que el ideólogo de la rebelión del 4-F fue Francisco Arias Cárdenas (Pancho). Esta fue una posición que llegaron a sostener muchos revolucionarios, entre ellos mi amigo y camarada el doctor Pedro Solano (asesor de la tesis de maestría de Pancho). Fue necesario que ocurriera la escisión entre Chávez y Arias Cárdenas para darnos cuenta de que Pancho no era la columna más poderosa, ideológicamente de aquella gesta del 4-F. Arias Cárdenas, hombre valiente sin duda, no dominaba la historia de Venezuela, las ideas de Bolívar, el aspecto geopolítico, con esa sabiduría profunda del Comandante Chávez.

Arias Cárdenas estuvo en Mérida por el año 1995 en un momento en que yo tuve que viajar a Caracas. Yo había sido invitado a una reunión que se llevó a cabo con él, en casa del camarada Pedro Solano y a la que asistió el conocido ecologista Miguel Valeri. Lo lamenté mucho, porque habría sido una oportunidad de oro para discutir el tema del bolivarianismo que es mi obsesión, y en el que nado todos los días.

Doña Ángela, pues, presenta a Arias Cárdenas como un personaje bien aguerrido. A Chávez le hace un estudio desde el punto de vista de la erótica del poder y dice que provoca sentimientos primarios, espontáneos, de gran identificación. Y haciéndose eco de un análisis de aquel psiquiatra Roberto De Vries (ya fallecido, el año pasado, 2017), sostenía que el Comandante Chávez podía ser evaluado como un tipo sumamente erótico, altamente atencional, atractivo (pag. 146).

Cuando Ángela Zago se refiere al teniente Álvarez Bracamonte (quien sustrajo un arsenal de Fuerte Tiuna) insiste en lo mismo, lo primero que estampa es: "una nueva sorpresa producirá al ver su rostro juvenil, de facciones atractivas, nada que envidiar a los nuevos galanes de películas de aventura." (pag. 151).

Seguramente doña Ángela estaba interesada en sus estudios en ahondar también sobre los poderes de atracción erótica de los presidentes venezolanos como Cipriano Castro, Juan "Bisonte" Gómez, Marcos Pérez Jiménez o Carlos Andrés Pérez. Lusinchi no llegaba para ella a peso semigallo eróticamente pese a lo del escándalo que levantó con su amante Blanca Ibáñez (y aquello de andar buscando negritas en los bares).

Rómulo Betancourt para ella debió encontrarse en un terreno bien ambiguo. No olvidemos que se le catalogó de afeminado: Fue un caso único. Lo que tenía de macho era el emblema de la pipa, porque su voz atiplada era horrible: chillona, insoportable. Pero hay que hacer notar que Betancourt con la silicona que le inocularon gringos como Nelson Rockefeller arrinconó a un grupo de machos de la catadura, por ejemplo, de Rafael Simón Urbina (el asesino de Carlos Delgado Chalbaud), y también a muchos altos oficiales de la cohorte que manejaba Pérez Jiménez. Hasta se atrevió Betancourt a jurungarle el neuma al terrible dictador Rafael Leonidas Trujillo que se creía el más macho del mundo.

Téngase en cuenta que Betancourt demandó a Rafael Simón Urbina porque éste le llamó marica. Durante este escabroso juicio, Rafael Simón solicitó a un juez que se le hiciera a su contrincante una experticia médico-legal en el lugar aquel, y hasta ahí llegó la cosa...

Es decir que la beligerancia política entre nosotros también se ha ventilado a nivel de las gónadas. Y a Urbina, por macho, lo acribillaron a tiros, después que él mató al coronel Carlos Delgado Chalbaud. Murió, pues, Urbina en su ley.

Todo estos detalles seguramente le interesaban a doña Ángela, no lo dudo.

Pero hay que insistir que al igual que en las tristes y deplorables gónadas de Julio Borges, Henry Ramos Allup o Leopoldo López, como lo estuvieron detrás de las de Betancourt, estaban todos los misiles y portaaviones de EE.UU., todo el poder político y económico inmenso del Norte con sus ultra-Rambos de la CIA. Qué deprimente es dárselas de arrecho estando apoyado por los gringos. Eso no tiene valor alguno. Así cualquiera… se la da de arrecho. Nos hubiera gustado saber hasta dónde llegaba el valor de Rómulo Betancourt (como hoy el de Juan Manuel Santos, Uribe o Pastrana, Pedro Pablo Kuczynski, Sebastián Piñera o el de Peña Nieto) sin el apoyo de los gringos.

Cuando Francisco Arias Cárdenas se lanzó al ruedo electoral para enfrentar al Comandante Chávez, dos connotados opinadores de oficio como Roberto Giusti y Emeterio Gómez, se preguntaban conmocionados y deprimidos: "¿Dónde estás Pancho?", "¡Arias, Please!". Comenzaban a darse cuenta de que a Arias Cárdenas le costaba embanderarse con los portaaviones gringos, y eso les escamaba.

En esto de los poderes eróticos, recuerdo que Luis Herrera Campins se enfureció con un periodista que en una ocasión le preguntó si Irene Sáenz era el viagra que COPEI requería para sobrevivir como partido político. Es decir que a falta de un verdadero líder macho en COPEI, necesitaban de una hermosa dama como sucedáneo eréctil en el imaginario colectivo. Para entonces, el candidato Henrique Salas Römer por su parte, para ensanchar su libido, se montó en un caballo y levantó una polvoreda en el campo de Carabobo tratando de que lo identificaran con el viril centauro de José Antonio Páez.

Dice doña Ángela, pag. 21, hablando de Arias Cárdenas y de nuestro Comandante Eterno: "Al observarlos juntos sabes que el Comandante es Chávez y el sereno intelectual es Arias, sólo que no la separes: forman una unidad compacta, verdadera, amistosa, estrecha, profunda." Aquello no era cierto. Chávez mantuvo una columna durante dos años por el semanario "La Razón"; también tuvo otra en "El Nuevo País", pero el camarada Comandante Arias Cárdenas realmente no le había dado por escribir (que sepamos hasta hoy). Puede ser que lleve un diario que sería muy interesante. Debo acotar, que en lo personal conservo un especial respeto y admiración por el Comandante Francisco Arias Cárdenas quien fue muy amigo de mi querido y ejemplar maestro el padre Santiago López-Palacios. Él lo debe recordar.

Sostiene doña Ángela en la página 70: "Si Chávez hace política a través de canciones, discursos, discusiones y trabajos sociales, Arias sólo aprende a cantar el Himno Nacional y cualquier otro tipo de canciones en latín o francés."

De las doscientas veinte páginas del libro de doña Ángela, cuarta edición insisto, apenas si le dedica a Arias Cárdenas dos o tres páginas. En cambio, el grueso del contenido del libro, lo acapara el Comandante Hugo Chávez. Ya para entonces Chávez le planteaba a doña Ángela (pag. 48), que el proyecto de transición era a largo plazo, que sus seguidores no hicieran ilusiones que de la noche a la mañana el país se convertiría en una maravilla.

Don Napoleón Bravo, esposo de doña Ángela, dijo en una rueda de prensa en el Eurobilding, que Chávez actuó el 4-F, como "un cobarde". Pero la propia doña Ángela sostiene: "Por experiencia sé que después de realizar una acción donde uno es derrotado, se levantan voces, con o sin conocimiento, a explicar cómo debiste actuar... No me atrevo a decir lo que debió o no debió hacer el Comandante porque sé y lo saben muchos, que en estas situaciones pasan cosas inexplicables. Creo que, en el fondo, una mayoría muy significativa sabe que a pesar de la derrota militar, el Comandante obtuvo una victoria política."

En todo caso hay que reconocer que el libro es un trabajo testimonial y periodístico que vale la pena consultarse, al nivel de los trabajos que elaboró, por ejemplo, el periodista Alberto Garrido (ya fallecido). En uno de los trabajos de Alberto Garrido, Douglas Bravo sostiene que en lo relativo al 4-F tanto en el aspecto teórico como en el práctico el más activo fue Chávez, no Arias. Un tema, pues, que apenas ha sido abordado y que el tiempo nos está reclamando que le entremos, que bien vale la pena que sea retomado con tantos elementos con los que disponemos ahora.

Así vamos.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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