Chávez tenía razón: Pero fue traicionado por una caterva de mediocres

"Los ricos me atacan porque yo digo eso, pero yo digo que es malo"

Hugo Chávez

"Sea maldito aquel que forja el ídolo y lo esconde, al igual que aquel que es afecto a la avaricia: el primero, en efecto, se postra frente a lo falso e inútil, el otro lleva en sí la imagen de la riqueza, como un simulacro"

Evagrio

"Todavía se abre para las almas grandes una vía libre. En verdad os digo que el más libre es el que menos tiene. ¡Bendita sea la pobreza!"

Friedrich Nietzsche: Así habló Zaratustra

"El dinero es la felicidad humana en abstracto; en consecuencia, aquel que no

es capaz de ser feliz en concreto, pone todo su corazón en el dinero"

William Shakespeare: Timón de Atenas

I. Avaricia

Poseer puede llegar a ser una pasión avasalladora. Es una de las inclinaciones que más enloquecen. Se refuerza con el deseo de seguridad, de poder y de presumir, que proporciona el tener mucho. La tendencia desordenada a poseer suele manifestarse en el amor al dinero (philargiria). El dinero no es propiamente un bien, sino un medio convencional de cambio que permite obtener bienes reales. Por eso, el dinero da lugar a una forma de avaricia peculiar, que no se centra en bienes, sino en el medio que parece proporcionarlos todos. Aparte de que no es cierto que pueda proporcionar todos los bienes, especialmente los más importantes, su deseo da lugar con más facilidad al desorden. En este sentido, en el amor al dinero se manifiesta en su esencia más pura la avaricia: el deseo de poseer, sin contenido real, sin bienes concretos que se amen: es como amar el poseer en abstracto.

A propósito de la libido possidendi, podemos señalar que la avaricia es un deseo desordenado que se manifiesta como una imperiosa necesidad de tener, como un afán insaciable de acumular bienes: la misma mirada que se posa sobre la comida o sobre el "cuerpo ajeno", se puede posar también sobre las cosas. La posesión es percibida como necesidad absoluta y todo está predispuesto para alcanzar este fin, sin tener en cuenta el más mínimo límite, a partir de ese límite que constituyen los otros.

La avaricia es un vicio que se instala lentamente en el corazón del hombre: se empieza con el retener para uno mismo lo que puede ser compartido con otros; se continúa con el acumular más y más, sin estar nunca satisfecho; esto provoca una creciente inquietud, la cual genera, a su vez la obsesión de aumentar las posesiones. La lógica que mueve los comportamientos del avaro es esa lógica mortífera del "todo y ya", cada vez más devastadora y obsesiva; el tener se convierte progresivamente en una auténtica esclavitud, fuente de una preocupación permanente por conservar aquello a lo que uno se aferra como única razón para vivir y, a la vez, para aumentar lo que ya se ha adquirido: se aumenta para conservar y se conserva para aumentar… Todo esto es descrito con agudeza por Gregorio Magno: "El avaro aspira ante todo a acumular las cosas deseadas; después cuando ha amasado muchas cosas, por decirlo así, en el vientre de la avaricia ( Job 20,20), una vez saciado se atormenta; en efecto, cuando busca ansiosamente cómo conservar los bienes acumulados, su misma saciedad lo angustia (…). El alma del avaro, que primero buscaba descanso en la abundancia, está después atormentada por una pena aún más grande para conservarla".

Umberto Galimberti define al avaro como un "condenado a una vida ascética", en el sentido de mortificada: un autocondenado. El avaro es un des-creador, porque desvía los bienes de su destino y de su uso: los acumula, los conserva y guarda para sí mismo, los sustrae a los demás. San Basilio el Grande ilumina el absurdo comportamiento del avaro.( San Basilio el Grande – HOMILIA A LOS RICOS).

"¿Te produce gran placer el esplendor del oro y no sientes el grito del pobre detrás de ti? Eres inflexible e implacable. Ves oro por doquier, el oro es objeto de tus sueños cuando duermes y lo deseas cuando estás despierto. Es más fácil que tú te des cuenta del oro, antes que del sol que brilla. ¿Qué no serías capaz de inventar con tal de acumular oro? Pero ¿qué ventaja te reportan estas riquezas que después mantienes encerradas? Los ricos se parecen a esa persona que va al teatro y quieren impedir que también los otros entren, considerando que está reservado solo a él aquello que se ofrece a todos."

Y así, el placer del avaro consiste en su previsión de gozar en el futuro, aunque se trata de un futuro que es constantemente aplazado.Avaricia , codicia, apego a los bienes y al dinero generan una especie de identificación con lo que se posee, hasta el punto de que perder algo de los propios bienes equivale a perder algo de sí mismo. El avaro no vive, se prohíbe vivir bien. El "tener" es el fundamento de su ser, la garantía de su identidad: "soy aquello que tengo". Por eso, evita perder, disminuir, dejar de tener. Para el avaro el poder que se expresa en el dinero es el definitivo y central. Los demás bienes se encuentran en la periferia de su existencia. Por eso, el avaro rechaza todo ruego que se le formula, sea el de un mendigo, sea el de una organización benéfica; piensa que "tal vez no tenga bastante para sí". Por eso se endurece ante las necesidades ajenas. Su fin es conservar y multiplicar cuanto tiene. Se cierra herméticamente para defenderse de las exigencias ajenas. El sentimiento de avaricia delata miedo, incluso terror, al futuro, por eso, el avaro guarda su poder para el futuro, para asegurarse el futuro; no acepta la condición mortal del ser humano. Sin embargo, Jesús lo advirtió: "¿de qué sirve todo lo que has acumulado? ¡Esta noche te arrebataran la vida!"

«♦»El avaro (sobre todo si es un funcionario dizque socialista), en realidad es un miserable como reza un hermoso adagio medieval, que expresa en estos términos su infelicidad: "Fatiga en el acumular, temor en el conservar, dolor en el perder".

II. Dinero

Parece obvio que el dinero es importante y que hay que esforzarse por conseguirlo, en nuestra sociedad, sin dinero no se puede vivir. Esto es verdad, evidentemente, pero hay que tener cuidado con las generalizaciones. El dinero es un símbolo, es medida y valoración de las cosas, actúa como un regulador simbólico en los intercambios, que convierte las cosas en mercancías y las relaciones en mercado. Admitamos que no se puede vivir sin dinero, por lo menos en una sociedad civilizada. Pero a continuación hay que preguntarse cuánto dinero es necesario para vivir y, también qué otras cosas, además de ganar dinero, importan en esta vida. Sería un círculo vicioso vivir para ganar dinero y ganar dinero solo para vivir.

El dinero, desde luego, no es lo primero. Sería absurdo dedicarle la vida, sabiendo que la vida misma es un bien limitado. El dinero es un instrumento. Hay que saber para qué se quiere, hay que saber cuánto se necesita; hay que saber lo que cuesta. Con esos datos podemos poner límites a la avaricia y dejar espacio y energías libres para dedicarse a los demás bienes importantes de esta vida: la cultura, la religión, las relaciones humanas, el trabajo voluntario, la filantropía, la amistad, etc.

El dinero tiene un poder real extraordinario al mismo tiempo que es objeto oscuro de deseos y de sueños alucinantes. El dinero es un gran logro de los humanos como medio de intercambio de cosas, valores, prestaciones y urgencias de la vida humana. Por su fuerza adquisitiva encierra en sí una fascinación especial para tratar de lograr y conseguir lo que parece casi imposible a la mayoría de los mortales. Con él se compran casas, cosas, campos, votos, valores, puestos relevantes en la sociedad e incluso personas. En los Manuscritos de economía y filosofía Karl Marx subraya que el dinero transforma la fidelidad en infidelidad, el amor en vicio, la estupidez en entendimiento y el entendimiento en estupidez. El dinero se convierte en medio corruptor de las relaciones interpersonales, puesto que, al presentarse como una especie de absoluto, deforma la realidad al confundir e identificarse el hombre con lo que tiene.

"Lo que mediante el dinero es para mí, lo que puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero. La cualidades del dinero son mis [del poseedor] cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprar la mujer más bella. Luego no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora es aniquilada por el dinero. Según mi individualidad soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro pies, luego no soy tullido; soy un hombre malo, sin honor, sin conciencia y sin ingenio, pero se honra al dinero, luego también a su poseedor. El dinero es el bien supremo, luego es bueno su poseedor; el dinero me evita además la molestia de ser deshonesto, luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿cómo podría carecer de ingenio su poseedor?"( Manuscritos de economía y filosofía).

Los hombres sensatos pero pegados al suelo, acabar cometiendo el tremendo error de pensar que dedicarse a ganar dinero es lo único serio que se puede hacer en la vida. Es curioso, pero a medida que maduran, toma fuerza en su espíritu esa convicción. Es como si las demás cosas de la vida, de las que se esperaba mucho en otros momentos (la amistad, el amor, los viajes, las aficiones, a revolución, el socialismo, etc.) se fueran difuminando en el tiempo y solo el dinero se presentara como un valor sólido e inquebrantable. Muchos hombres que pueden considerarse verdaderamente sensatos y maduros porque son capaces de tomar decisiones ponderadas, de trabajar responsable y eficazmente, de organizar la vida de los demás acaban cayendo ,sin apenas darse cuenta en esta tremenda insensatez viven como si realmente el dinero fuera lo único importante y suponen loca y excéntrica cualquier otra visión de la vida.

Es una sensatez insensata: olvidan un dato fundamental que se ha repetido incansablemente a lo largo de la historia: los humanos nos morimos y el dinero no lo podemos llevar a la tumba; ni comprar con él nada que allí nos sirva.

San Agustín nos lo recuerda: "Ni a nosotros ni a nuestros hijos nos hacen felices las riquezas terrenas, pues o los perdemos durante la vida, o después de morir, las poseerá quien no sabemos, o quizá acaben en menos de quien no queremos. Solo Dios nos hace felices, porque Él es la verdadera riqueza del alma" (De Civitate Dei, V, 18, 1).

Con dinero se puede adquirir muchos bienes materiales, se pueden pagar muchos servicios; da garantías y seguridad de cara al futuro; prestigio poder y consideración social. Son muchos los bienes que proporciona; pero no todos y ni siquiera los más importantes. Evidentemente el dinero solo proporciona los bienes que se pueden comprar: cosas y servicios. El dinero no proporciona la paz del alma, ni el saber disfrutar de la belleza, ni la fuerza de la amistad, ni el calor del amor, ni las pequeñas delicias de una vida familiar, ni el saber saborear las circunstancias sencillas y bonitas de cada día, ni el encuentro con Dios. No proporciona inteligencia ni conocimientos. No proporciona ni honradez, ni paz; no hace al hombre virtuoso, ni buen padre de familia, ni buen gobernante.

No es que haya que contraponer el dinero a los bienes más importantes; no es que el dinero sea lo contrario; simplemente, son cosas distintas y no se mezclan como no se mezclan el aceite y el agua. Se puede tener amor, amistad, honestidad y cualquier otro bien con o sin dinero no es ni más fácil ni más difícil. En principio, no influye; salvo en casos extremos: salvo que no haya nada o que haya demasiado.

Sin un mínimo de bienes materiales no suelen ser posibles los espirituales. Es muy difícil pensar en otros bienes cuando no se tiene que comer o no se puede dar de comer a los que dependen de uno; cuando se vive en medio de la suciedad y la miseria; cuando no están garantizados los mínimos de supervivencia. Sin una base material, es prácticamente imposible llevar una vida humana digna, educar a los más jóvenes y controlar mínimamente el propio estilo de vida.

La miseria material suele ir acompañada, generalmente, de otras miserias humanas: suciedad, desarraigo, marginación, irresponsabilidad, degeneración de las estructuras personales, familiares y sociales, corrupción, etcétera.

Influye también el exceso, no el exceso de dinero –la cantidad aquí no es criterio moral-sino el exceso de afición. Cuando la afición al dinero acapara, sustituye e impide el amor que él tendría que poner en Dios o en los demás; cuando absorbe las aspiraciones y las capacidades sin dejar respiro para otras cosas; cuando se convierte en el centro de la propia existencia. Lo malo no es el dinero, sino el desorden con que se ama.

El amor al dinero tiene que ocupar su sitio en la escala de los valores. Como no es el bien más importante no puede ocupar el primer lugar. Es un desorden dedicar tanto tiempo a ganar dinero que no quede tiempo para los demás bienes: que no quede tiempo para la amistad, la familia, el descanso, la relación con Dios o le cultura. Es un desorden poner al dinero por encima de otros bienes más altos (que lo son todos). Y esto puede suceder sin apenas advertirlo, porque la lógica del dinero va acompaña frecuentemente de esa sensatez equivocada y loca, que hace que parezca razonable, por ejemplo, trabajar mucho para proporcionar bienes a los hijos, sin pensar que la compañía de padre o de la madre es uno de los bienes más necesitan.

El poder del dinero transforma, cambia, deforma, confunde, corrompe y engaña. William Shakespeare, en Timón de Atenas, escribe un texto sorprendente sobre el Oro tan codiciado:

"Oro!, Oro maravilloso, brillante, precioso! ¡No, oh dioses, no soy hombre que haga plegarias inconsecuentes! Un poco de él puede volver lo blanco, negro; lo feo, hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo, noble; lo viejo, joven; lo cobarde, valiente...¡Oh tú, dulce regicida, amable agente de divorcio entre el hijo y el padre! ¡Brillante corruptor del más puro lecho de himeneo! [...] Haz que nazcan entre ellos querellas que los destruyan, a fin de que las bestias puedan tener el imperio del mundo"

Enorme capacidad demoniaca encubre el dinero, que causa las injusticias y violencias más descaradas y desconcertantes. La dialéctica entre el ser y el tener no es simple cuestión filosófica y literaria. Incide en lo más profundo del hombre y del engranaje social. Tener, en cualquiera de las formas que se tome, implica un retener, un de-tener, un entre-tener y un sos-tener, es decir, una apropiación, una distracción y una dispersión, en las que el ser personal queda disuelto y deformado. En último término, una amenaza para la libertad.

"Poderoso caballero es Don Dinero", que confunde el bien y el mal, el hombre y las cosas, la verdad y la mentira, el ser y el no ser. Toda esta capacidad demoníaca que encierra el becerro de oro, no puede escaparse al hombre inteligente y que pretende ser libre. Libertad y dinero siempre estarán en discordia y como fuerzas antagónicas. Aquello que en la sociedad suele presentarse como el gran bien, tendrá que ser pensado y valorado, para que ello no incida negativamente como un mal enmascarado y un fetiche destructor.

Muchas, muchísimas familias han quedado destrozadas por el simple hecho de tener que repartir una herencia. Padres, hijos, hermanos, matrimonios llegan a separarse y odiarse porque se han peleado por una acciones, por unas tierras, por una casa… hasta por un mueble. Y esto sucede todos los días y ha sucedido desde la noche de los tiempos. ¿Cuánto vale el amor de un hermano, de un hijo, de un marido…? ¿No vale más que un pedazo de materia? ¿No hubiera sido mejor ceder?

Tenet mucho dinero no es ni bueno ni malo moralmente hablando; tiene ventajas e inconvenientes. Los inconvenientes son claros: más capacidad para adquirir bienes es también más capacidad para despistarse, para entretenerse, para perder de vista lo fundamental porque absorbe demasiado lo accesorio.

Es también más fácil corromperse: porque la corrupción está más a mano y se ofrece muchas veces por dinero. Es fácil caer en la tontería humana: dejarse llevar por la vanidad, sentir el placer de provocar en los demás la envidia, haciendo ostentación de lo que se posee; es fácil dejarse llevar por el capricho; es fácil concederse todos los gustos y no ponerse el freno que otros se ponen por necesidad, en el comer, en el beber… si hay mucho amor al dinero, es fácil dejarse comprar, ser sobornados, corrompidos; dejarse llevar por el espíritu de lujo y el capricho de gastar, caer en la frivolidad, etc.

Son inconvenientes claros. No es fácil ser honesto y rico. Cristo lo advirtió con toda claridad cuando dijo que es más difícil que se salve un rico, que pase un camello por el ojo de una aguja. Dicho así ,podría parecer que es sencillamente imposible (desde luego no parece posible que pase un camello por el ojo de una aguja, por más que se han querido buscar interpretaciones fáciles de este duro texto).El señor lo afirma a continuación: "Para los hombres es imposible pero no para Dios ,porque para Dios todo es posible" (Mateo 19:26).Lo que concluir, de momento, que para ser rico y buen cristiano, hay que pedir mucha ayuda a Dios.

Los inconvenientes de ser ricos están hoy muy extendidos. En las sociedades industrializadas, se han introducido modos de vida que antes estaban reservados a unos pocos privilegiados. La vanidad, el capricho, el lujo, la frivolidad y la corrupción están al alcance de todas las fortunas.

Para muchos existe el peligro efectivo de dedicar su vida entera a poseer los bienes menos importantes ;corren el gran riesgo de que su inteligencia este permanentemente preocupada en planear lo que podrían tener y que ,en su corazón , no queda espacio ni tiempo para otras cosas que las que se pueden ver y tocar. Es decir, corren el grave riesgo de que no les quede ni tiempo ni fuerzas para lo más importante.

Ser rico tiene también ventajas. Esto es evidente si nos fijamos en los bienes elementales: tener dinero permite cubrir sin apuros las necesidades primarias. Pero esta es la menos importante de todas las ventajas. Las más importantes se refieren al uso de la libertad. Estas son las ventajas importantes desde un punto de vista moral.

Ser rico significa tener muchos medios y por lo tanto mucha libertad para obrar bien. Es un talento y por tanto, una responsabilidad. Solo los que tienen muchos medios pueden emprender grandes obras. El valor moral de la riqueza –y de quien la tiene- depende del fin al que la destina porque el dinero solo es un medio. La clave de la riqueza es el servicio que presta.

Precisamente por el atractivo que el dinero tiene y por los inconvenientes que pueden llevar consigo poseer mucho, se requiere una actitud personal con respecto a él. Hay que tener un estilo de vida frente al dinero, para emplearlo bien y para no ser engañados por él. La moral invita a ponerlo en el adecuado orden de amores. No amarlo por sí mismo, sino como un instrumento; no buscarlo en detrimento de otros bienes que son mejores; y utilizarlo para procurarse y procurar a otros esos bienes mejores.



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Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

 medida713@gmail.com

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