Cinco cuadras y algo más

El compadre me llamó a medianoche. —Tengo que pedirle un favor compadre. No me diga, le dije yo, que la comadre volvió a salir embarazada porque ya serían 8 muchachos. —No vale, solo quiero que me acompañe a hacer la cola para llenar el tanque de gasolina. Bueno, dije, pasó por allá a media mañana y vamos a resolver ese asunto.

—No compadre, nos vamos ahorita a hacer la cola.

—¿Es qué acaso vamos a ir a Amuay o a Punta Cardón a buscar esa gasolina? En ese caso, tengo que hacer la maleta para llevar algo, o por lo menos preparar un avió porque en la carretera a uno le da hambre.

—No vale, vamos a la bomba de la esquina. En ese caso, le dije, ya salgo porque todavía no me he desvestido. Y salí a esperar al compadre. Llegamos a la bomba y en menos de tres minutos y había minime unos 90 carros, y como cada carro ocupa unos cinco o seis metros quedamos a unas cinco cuadras de la bomba de gasolina.

Acá nos toda pasar la noche hasta que abran la bomba. Que le vamos a hacer. —Imagino, compadre, qué usted va hacer algún viaje para tener ganas de hacer esta cola. No dijo nada. Al rato tuvo la intención de prender el radio y que para oír música. —¡Ni se le ocurra compadre!, le dije, no vaya hacer que haya cadena nacional hasta las seis de la mañana. Si tiene algún Cd lo pone, de resto deje ese radio apagado. —Tengo uno, ese que es la recopilación que ponen a cada rato en el Metro. ¿Sabe cuál es? ¿Quiere oírlo? Mejor deje eso así.

—Compadre, perdone que le pregunte ¿de dónde sacó los cauchos porque este carro estaba parado sobre cuatro bloques? Y además no tenía batería desde hacia como dos años o algo más. —Los cauchos me los prestó el vecino y la batería el cuñao. Entiendo, dije. Nos quedamos callados, porque no había más nada que decir.

—Tenemos que permanecer despiertos toda la noche, empezó a decir el compadre, no vaya hacer que se roben los cauchos o la batería y no nos demos cuenta. Porque la delincuencia está desatada. Y cómo les voy a pagar al cuñao la batería y al vecino los cauchos. Se los pedí prestado para mover el carro porque si el motor se pega, la cosa se pone más difícil. Y así se lamentaba y se lamentó el compadre toda la noche.



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Obed Delfín


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