¿Qué hacer?

Nos encontramos ante una crisis civilizatoria. La Modernidad da paso a una civilización diferente, que debería incluir lo mejor de la anterior pero trascendiendo su sustancia. Cada etapa niega la anterior, pero la incluye y al mismo tiempo la trasciende. Unas estructuras serán mantenidas, otras transformadas, pero todas transustanciadas. Midiendo en tiempos históricos hablamos de una ruptura inminente; en términos humanos podría parecernos lento el proceso, tal vez varias generaciones.

Se está produciendo un punto de quiebre en toda la humanidad. Tenemos una grave crisis de percepción, porque hemos visto el mundo de una manera parcial y distorsionada. Venimos, desde la Ilustración, hace varios siglos, desarrollando una visión de mundo materialista y atomicista, mecanicista, excesivamente racionalista y muy antropocentrista y, sobre todo dualista. El capitalismo y el Socialismo del Siglo XX comparten ambos la misma visión de mundo.

La nueva sociedad será probablemente más holística, más global (dependerá también de cuánto participemos en el cambio). Más allá de lo racional estará lo intuitivo, lo emocional, lo material será valorado, pero trascendido con un nuevo significado. La visión antropocéntrica dará paso a la Biocéntrica.

Esto nos da el optimismo estratégico.

Venezuela no está aislada de esta tendencia. Al contrario, ha jugado un papel importante en el despertar. Chávez (algún día se le reconocerá su grandeza) supo comprender los signos de los tiempos, miró más allá del horizonte, supo poner en boca de muchos términos del nuevo milenio: socialismo del Siglo XXI (diferente en forma y sustancia al del Siglo XX), espiritualidad, multipolaridad, participación protagónica. Por ello, el Complejo Militar, Industrial y Financiero (eso que llamamos Imperialismo), nos ataca, pues sabe muy bien que somos germen de cambio.

La crisis que vivimos (y no es sólo en Venezuela) es innata al cambio (todo cambio es crisis, "para nacer hay que romper un mundo" dijo Damián de Herman Hesse), de nuestras debilidades internas, del furioso ataque externo.

Pero en Venezuela el legado de Chávez no ha terminado de despertar. Los venezolanos hemos sido formados desde hace siglos en un sistema de pensamiento rentista, profundamente arraigado. La crisis mundial, que por varias razones hizo descender los precios del petróleo, nos encontró desnudos, estamos palpando en carne propia que nuestra visión de mundo no es sustentable. Estamos siendo "jamaqueados" para despertar.

Tenemos un gobierno nacional poderosamente identificado con el Pueblo. Defiende con todo los avances sociales de la revolución. Ante la magnitud de la guerra de todo tipo contra nuestro país, el gobierno ha concentrado sus fuerzas en mantener los saldos ganados durante 19 años de revolución, sin disponer de recursos para avanzar más.

Esa misma dinámica lo ha obligado a poner en espera la profundización del cambio en nuestra patria. Como dijo Meszaros, se requiere, entre otras cosas, complementariedad dialéctica entre las revoluciones nacionales y la mundial. Y las condiciones mundiales están aún madurando. Resistencia es la palabra clave del momento histórico. Hasta que estén dadas las condiciones para retomar con fuerzas las revoluciones nacionales dentro de una constituyente mundial.

Y hay quienes opinan que en Venezuela hay un golpe de timón pendiente (me incluyo), algunos cambios o profundizaciones a las que se resiste el Ejecutivo Nacional. Ya señaladas por muchos, pero quienes asesoran al Presidente Maduro creo que se han aislado. No es fácil estar en la situación de Maduro, quien ha sido atacado ferozmente, con más fuerza que a Chávez, incluso. Es fácil ver los toros desde la barrera, por eso, quienes tenemos autocríticas debemos estar dispuestos a arriesgar, junto a Maduro, el pellejo.

Así que, por un lado, el optimismo estratégico de saber que el mundo apunta a cambios civilizatorios que requieren de nuestro empuje. Por otro, las fuerzas poderosas de la civilización muriente, que más allá de las inmensas fuerzas de los aparatos de poder, está cimentada en nuestras consciencias alienadas.

Y aquí viene la pregunta, ¿qué hacer?

Pues el optimismo nos obliga a redoblar la lucha con entusiasmo.

La naturaleza del cambio que viene nos impulsa a dar prioridad a la luz, la creación de consciencia. Más allá de luchar contra lo muriente, luchar a favor de lo naciente. Cada uno de nosotros es fuente de luz, por ello, en nuestro entorno, por pequeño que sea, sigamos trabajando, con visión estratégica, para apuntalar el cambio civilizatorio con nuestras luchas individuales, comunitarias, nacionales y mundiales.



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Leopoldo Alberto Cook Antonorsi


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