Cuando concluya el opio electoral

El gobierno ha ido malbaratando las válvulas de seguridad propias de la democracia burguesa: el mal uso de las elecciones, de la constituyente, son patadas para detener el desprestigio, son señales del desgaste del instrumento de dominación capitalista.

El gobierno, en su desespero por mantenerse, ha violentado la legalidad burguesa. Ahora no hay parlamento, sólo dos esperpentos, uno silenciado y el otro no termina de ir más allá de la palurda represión policial. La justicia quedó desnuda, perdió la majestad y evidenció su condición de instrumento al servicio de los dominantes, lanza sentencias a la medida, como un sastre. La Fuerza Armada luce al margen, no participa de las grandes discusiones, la distraen igual que a un niño. La clase obrera está anestesiada por la burocratización de sus dirigentes.

Pero la consecuencia más grave que tienen los absurdos del gobierno, sus disparates, es el deterioro espiritual de las masas empobrecidas en lo material y en lo espiritual. El gobierno ha estimulado la solución individual, egoísta, a los problemas de la existencia; la noción de sociedad, la conciencia de pertenencia a la sociedad fue pulverizada. Ahora somos una nosociedad de lobos solitarios, somos presa o somos depredadores, la guerra de todos contra todos en la que nadie gana y el vivo pierde tanto como el pendejo.

El circo electoral, una de las últimas cartas de la costra gobernante, se agotará muy rápido. Gane quien gane, perderá el Socialismo, la Revolución, y ganará el capitalismo. El desengaño seguirá a la embriaguez electoral, tal como siguió a la borrachera constituyente. El deterioro moral continuará.

Y ese deterioro moral es la verdadera crisis humanitaria. Una nosociedad se alimenta a sí misma en camino al caos. Hoy somos un remedo de sociedad porque no hay causa común que amalgame a los individuos.

Corremos el riesgo que esa causa común, ese cemento, lo proporcione el nacionalismo, ya está presente con fuerza un sentimiento anticolombiano en el gobierno que ya impregna a la masa. El nacionalismo mezquino y fanático es un escalón hacia el desconocimiento de lo diferente, es el camino para execrar a los humildes, pero también a los que critiquen la mediocridad reinante. Es el primer paso para un gobierno de fuerza. Si al nacionalismo le asociamos la persecución indiscriminada y con fines políticos de los corruptos, ya tenemos dos elementos principales para justificar un gobierno de fuerza. Si a esos dos elementos le sumamos el acoso a los chavistas, el cuadro estará completo. Las figuras de hoy serán las cacerías de mañana.

Esa sería una vía para recomponer la dominación capitalista, desviaría la atención de la masa, le daría objetivos a su desesperación distintos del capitalismo.

La otra posibilidad, remota, es verdad, es el Socialismo, volver al mandato de Chávez. El Socialismo no es una mera opción política, es la única manera de rescatar, reconstruir, la fortaleza moral que garantizará una Humanidad viable. Desechar al Socialismo no es un asunto menor, es un crimen de lesa humanidad, es el acto de mayor corrupción cometido en los últimos cien años, padre y madre de todos los males que hoy padecemos. Es necesario dejar claro que este desastre no es por culpa del Socialismo, es obra y gracia de un grupete de improvisados que jugaron a ser capitalistas en los hechos y socialistas en los dichos. Los capitalistas pretenden derrotar a Maduro y junto a él acabar con el Socialismo y con su teoría, esa es la batalla más importante hoy: dejar claro que esto no es Socialismo, que es una vulgar copia del pacto de punto fijo; que esto no es Chavismo, que es un retroceso a la cuarta.



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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