Camaradita, mañana será muy tarde…

¿Para qué relatar el desgarramiento que todos estamos sufriendo? Se trata de hacer, de tomar posturas. Lo sé.

Es muy difícil escribir. Se escribe cuando se piensa con claridad. Y en la crisis espiritual que padecemos todos, en esta noche oscura de nuestra patria y de nuestras historias personales, me impide ver la claridad. Sé que está al final, a la salida del túnel pero escribo a mitad de la noche, con luna menguante, sin luces de neón y en el comienzo del túnel. No me pidas claridad que no la puedo dar. Escribo en terremoto, con el tsunami en la espalda, sin lugar donde guarecerme. Y me pregunto a quién le quiero escribir y para qué. Después de mucho pensar en el tono, la forma y en mi interlocutor. Te imaginé a ti. Compañero, amiga, hermano, hermana, camaraditas, con quien he compartido fragmentos de mi existencia, pensando distinto pero celebrando siempre nuestras diferencias.

A ti que nos une la amistad y los sueños. Tú lo sabes… ninguno de nosotros desea que quien marque los destinos de la patria venga arropado con el espectro de Augusto Pinochet, ni amparado bajo el ala protectora del despotismo imperial.

Sé de tus sueños de cambio, de libertad, de justicia, de solidaridad. Sé de tu apoyo honesto al proceso revolucionario y de tus combates al interior del Polo Patriótico contra la corrupción, contra el autoritarismo y contra la estructura de decisión verticalista. Sé que estabas obstinado de un país marcado por la partidocracia, por el carnet y la corrupción galopante y allí compartíamos el mismo sentimiento. Que detestábamos a los ladrones de cuello blanco y llorábamos junto al pobre porque entendíamos que su exclusión de la vida social era el mecanismo idóneo para el funcionamiento de un sistema que privilegiaba a una clase explotadora que conocía perfectamente las calles de Miami y del este de Caracas, pero que su mapa mental llegaba a lo sumo a los albores de Chacaíto. Venezuela se reducía para ellos a cuatro calles y tal vez, se le dibujaba otro país en el rostro de su ama de llaves, en el chofer y en el jardinero que, paradójicamente, eran quienes les criaban a los hijos.

¿Recuerdas? Cuando un desalmado en los ochenta mató a un joven que orinaba en una calle en Mérida y se encendieron todas las universidades del país, encendimos literalmente a Venezuela por los cuatro costados, los muchachos tomamos las calles; con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés enamoramos a nuestras novias que portaban casi como un adorno de ocasión la cara del Ché entre sus senos; mientras escuchábamos a los maestros y maestras; y ella, esa amiga, con sonrisa hermosa desarticulaba con su verbo las estructura del poder despótico y juntos danzábamos los lunes, corriendo, para escuchar a Earle Herrera, a Luis Brito García, a Pedro León Zapata y al jovencito Laureano Márquez, a quien a veces invitaban, a la Cátedra del humor, en el emblema de la resistencia y del pensamiento creador, en la UCV.

Discutíamos los artículos de Cabrujas, entre cervezas, que nos llevaban de la mano a una fiesta epistémica entre Julio Ortega y Gilles Deleuze, Tony Negri, Gramsci y venían sendas discusiones sobre los posmarxistas Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, la literatura nunca faltaba como un campo comprensivo de nuestra realidad latinoamericana. Otros compartían otras cervezas, otras mesas y otras discusiones, pero un mismo clima nos arropaba en las sonrisas con capucha o sin capucha, a desobedientes, a organizados, a librepensadores, a los jóvenes poetas e intelectuales incipientes.

Nos entusiasmamos con el cambio en los noventa; el ochenta por ciento de los venezolanos estábamos hartos de un país que parecía deshilacharse y sentimos que era una exquisita oportunidad para hacer una Gran Venezuela sin las medidas del Fondo Monetario Internacional, sin neoliberalismo salvaje y sin el populismo caudillista del entonces Presidente Carlos Andrés Pérez. ¿Recuerdas? Que no se había ni siquiera implementado el paquete y ya estábamos marchando por una Universidad pública y gratuita cuando los cerros bajaron porque la gasolina y el pasaje habían aumentado y condenamos desde Petare, desde Coche, desde la Vega, desde Maracaibo, desde Mérida, desde Anzoategui o desde Apure a la bota militar y gritábamos, "¡Viva la U! ¡Viva la U! ¡Viva la Universidad! ¡Fuera la bo! ¡Fuera la bo! ¡Fuera la bota militar!"… Recordábamos en las marchas las masacres de Yumare, Cantaura y el Amparo y la esperanza crecía por la conquista de una sociedad donde el poder constituyente, el pueblo, esa multitud, libremente se organizara y participara desde todas las perspectivas, con o sin ideología definida, para la transformación radical del estado que sentíamos que los poderosos solo habían hecho pequeños maquillajes con aquella Comisión para la Reforma del Estado (COPRE).

El sueño fue encarnado por el liderazgo de Chávez. Y millones de venezolanos con esos sentimientos emprendimos la aventura en aquel barco. Por múltiples razones los amigos empezamos a tener nuevas diferencias, distintas prácticas; algunos nos bajamos casi al empezar la travesía, otros a mitad de navegación, otros hasta la muerte del comandante y tú sigues allí; y ella y aquel otro también… Solo los imbéciles suelen sacar el listado de errores a los otros, imaginándose intachables; nosotros que somos otros, sabemos de nuestros errores y de nuestros aciertos; pero además, sabemos que el pasado es inmodificable y del futuro lo único cierto, la única certeza que se tiene es la muerte, siempre, no solo en esta circunstancia… siempre el futuro está cargado de absoluta incertidumbre. Lo decía aquel viejo alemán, somos seres arrojados para la muerte.

Pero es posible hacerse cargo del hoy. Hacerse responsable por las decisiones del hoy, porque estamos en un límite y mil veces peor que antaño. Hacerse cargo es discernir el camino, cuál camino elegir, quizás no se cambie a la sociedad ni su destino con esa decisión, pero se transforma a uno mismo, en reconciliación no con una idea abstracta, sino con el cuerpo ya cargado de heridas que nos constituye en nuestras prácticas sociales. Reconciliarse con lo que hemos sido, siendo lo que se es. Eligiéndose como destino en el mar picado de la contingencia, constituyéndonos en obras de arte en permanente gestación.

No tienes que contarme lo obvio. Lo difícil que implica en este momento deslindarse de una apuesta vital forjada en las entrañas; pero sabes bien que hay una violencia estructural con intereses foráneos que se articula a los intereses locales de lado y lado, en esta noche oscura de nuestra patria y de nuestras almas, que es mucho más ácida y cruenta que la protagonizada por los cuerpos represivos del estado y tiene vocación de profundizarse, expandirse, desterritorializarse y eso sería para nuestro pueblo, como dijo el poeta César Vallejo, un "Golpe como el odio de Dios".

Apelo a tu cuerpo, a tu sensibilidad radical, al grupo de amigos, a tu grupo de amigos y amigas, a vuestras redes, les escribo a ustedes, es la hora de un movimiento de movimientos, con más sueños, más fuerza y más organización que antaño que posibilite una salida minimizando en lo posible la entrada en el infierno de Dante, porque la constituyente es un cerrojo. ¡Nuestro cuerpo social urge de ti!… No me preguntes cómo ni dónde, tú sabes más que yo… lo único que te digo, que les digo, para mañana… para mañana… para mañana, será muy tarde.



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