Diálogo en el Panteón

En una visita a Caracas, hace 8 años, acompañado de dos de mis hijos y uno de mis padres de la vida entré al Panteón Nacional. Mis hijos no querían ir a ese sitio, pues el bombardeo de la anti política, la necesidad inducida de otras formas de cultura o diversión y, por que no reconocerlo, la saturación de los mensajes al patriotismo, minaron la capacidad de comprender que ir a ese sitio es un acto turístico. Anecdóticamente comento que para mí era la segunda vez que entraba allí, la primera fue cuando tenía 11 años, y para mis hijos y para nuestro acompañante, un señor de 78 años de edad y 60 años viviendo en Caracas, la primera vez.

Iniciábamos el recorrido en el interior y mi hija se percató que el lugar era un cementerio cuando reconoció las lapidas de mármol con nombres en el piso, allí comenzó una magia, un aurea de misticismo muy especial, pues comprendieron que ese lugar es sagrado, reservado solo a venezolanos ilustres.

Yo tuve la inmensa oportunidad de visitar la tumba de Napoleón Bonaparte, un sitio turístico obligado en Paris. Un lugar que me impresionó más por la grandeza con que Francia honra a su emperador, que por lo híper adornado y suntuoso interior y la gran cúpula dorada hecha solo para él. Invito a revisar las características de ese lugar, la vida de Bonaparte y la imagen del personaje se nos han inculcado; un militar con aires de grandeza, con la mano metida en la guerrera y un extraño sombrero "napoleónico". Aquella visita me puso a revisar la vida de Napoleón, el revolucionario, militar y emperador, que a pesar de haber sido derrotado, en el campo militar y desterrado por la política, fue reivindicado y llevado al mayor mausoleo de su patria.

Aquí, en nuestro país, el Panteón Nacional no tiene esa connotación turística, ni creo que deba ser así, pero es un sitio obligado a visitar por los venezolanos, pues allí uno puede darse cuenta de lo importante que es trascender, dejar huella, legado. Contribuir con nuestra venezolanidad. Además que causa la inquietud de saber porque están unos y no están otros.

En estos días pasados se llevó al Panteón Nacional al periodista y líder guerrillero Fabricio Ojeda, hecho que aplaudo, pues se reconocen en él a toda una época de vicisitudes y contradicciones. Ojeda, un comandante de un ejército guerrillero, llega al panteón Nacional con honores militares del ejército regular que lo derrotó militarmente, y eso equivale a decir que llegó al panteón Nacional el personaje épico, el líder popular, el sueño inconcluso.

No han llegado al honor de ese lugar los Presidentes de la Republica contemporáneos a Ojeda. Es más, de esa tormentosa época de la mitad del siglo 20, solo Andrés Eloy Blanco reposa en el Panteón Nacional, desde 1981 pues Rómulo Gallegos, exaltado en 1994, no fue llevado por respetar su deseo de reposar junto a su esposa. Vale la pena destacar que ambos están allí más por sus méritos literarios que políticos.

Ezequiel Zamora, otro líder social asesinado, fue llevado al panteón Nacional en 1872, de hecho es uno de los 5 primeros en recibir ese honor, inaugurándolo. Claro, que no debemos olvidar que el presidente de ese año era Antonio Guzmán Blanco, otro de los líderes del Partido Liberal, cosa que explica que El León de Payara y héroe de Carabobo, José Antonio Páez, pero líder del bando conservador, fuera llevado al mausoleo en 1888, además de suponer que el retraso también fue debido al trámite de repatriación desde Nueva York, lugar donde murió. Zamora y Páez fueron enemigos, Páez encarcelo a Zamora, y luego Zamora encarcelo a Páez. Libraron una guerra larga y cruel. Hoy, ambos están allí, cada uno con un glorioso monumento en mármol.

Otro caso interesante es el de Antonio Guzmán blanco, a quien lo exaltan al Panteón, que él mismo creó, en 1999. Yo recuerdo la polémica desatada por la decisión presidencial de Rafael Caldera, pues Guzmán como presidente de Venezuela tuvo muy significativos logros, sin embargo, la mancha de una personalidad muy aburguesada, la sombra de una posible a traición a Zamora y a la causa liberal y una corrupción demostrable en sus actos de gobierno, además de sus terribles peleas con la jerarquía Católica de la época, hizo que se compararan sus tres gobiernos con los algunos gobiernos de la cuarta república.

Seguramente muchos otros venezolanos serán llevados al panteón nacional, de hecho se ha anunciado que se exaltará a Carlos Manuel Piar, un héroe de la independencia pero también un fusilado por sedición. Una insubordinación que, el mismísimo Simón Bolívar tuvo que aplacar eliminando al caudillo, pues Piar, capitaneando un improvisado ejército de campesinos, indios y mulatos vence en Chirica al ejército regular español, hazaña que lo hizo acariciar la posibilidad de montar tienda aparte. Un peligro, pues las circunstancias de un liderazgo así pudieron haberlo convertido en otro José Tomas Boves, es decir otro líder social. Así que de consumarse el traslado de Piar al Panteón, reverdecería la polémica de su fusilamiento.

Los muertos muertos están y descansan en paz. No creo que en las noches sin luna dentro del Panteón Nacional, Páez se pare a reclamarle a Zamora porque le quito sus tierras, o Guzmán Blanco valla hasta la tumba de su padre a reclamarle porque gritaba consignas contra Monagas o Simón Bolívar comience a dictarle cartas a O’Leary para que Mariño y Arismendi dejen de causar desmanes por oriente y acepten comportarse como un único ejercito…los fantasmas no sé si existen, pero lo que sí es seguro es que los vivos si se pueden reunir y dialogar, miren que de todas maneras vamos a morir y, por más que lo preveamos, no sabemos quién o donde se nos sepultará. Así que mientras estemos vivos lo mejor es vivir en paz.



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Manuel Gragirena

Profesor Universitario. Ingeniero Electricista. Especialista en Telecomunicaciones. Diploma de Estudios Avanzados en Educación. Ex Sidorista

 manuelgragirena1@gmail.com

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