Una tarjeta de Navidad para Venezuela

Hoy en tiempos de pascuas, donde nos reuniremos para darnos los abrazos y saludos de paz, con los mejores deseos por una patria mejor, donde la reina sea la paz. Siempre solicito al infinito, sus buenos oficios para esta humanidad, para que sea bañada con la buena voluntad de los hombres y mujeres que hacen posible la vida en la tierra. Humanidad que cada día se parece más a la recordada y misteriosa Pandora y su misiva de la mitología griega, cuando por no aguantar las ganas, abrió su caja de sorpresas, llena de vicios y una sola virtud, la señora esperanza, que salió cuando ya los primeros habían recorrido el mundo.

Nuestra humanidad ha sido invadida de males, obra que como siempre, viene de los mismos medios de la comunicación, los encargados de acabar con la moral junto a las buenas costumbres, los que abrieron el saco en la canasta que llevamos los humanos, quedamos atrapados por el abuso de algunos medios, responsables de tantos males que está sufriendo mi pueblo, parafraseando a nuestro cantor Alí.

Cuando nos conectamos a un medio, sea radio, prensa escrita o a través de redes, cine y televisión, ya estamos abriendo la bendita caja de Pandora, lo mismo que movió a Pandora para abrirla, la hormiga de la curiosidad, la que nos motiva a ser usuarios y usuarios de esta vía, la comunicación, curiosidad por conocer el mundo que nos rodea.

Fíjense que al convertirnos en beneficiarios de esta autopista, la indagación, los deseos de conocer, de saber, de investigar que pasa en el universo del movimiento, para hacernos más reales, nos inyectan la necesidad de información. Más presente aún, nos inoculan todos los cánceres fatales, el de todos los vicios, solo nos dejan un halito, en lo más íntimo de nuestras vidas, a la inmortal esperanza. Este relato, solo para tener como referencia a Pandora.

En referencia al cristianismo, tenemos los siete pecados capitales, casi o iguales a los de la Pandora, considerados y respetados por altos jerarcas de la iglesia católica del entonces, como son: lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia y orgullo. Estos siete pecados para decirlo teológicamente, pero que sin tanta explicación, en las dos maneras, nos arrastran al infierno.

En las condiciones que manejamos coloquialmente, estas mañas y sinvergüenzuras que nos violentan, han hecho a esta humanidad un antro, que solo nosotros podemos echar de este mundo con solo un látigo, el de la justicia, lo dijo, el benemérito de América, Benito Juárez, "Mexicanos: encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a consolidar los beneficios de la paz. Bajo sus auspicios, será eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los derechos de todos los habitantes de la República. Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.
Confiemos en que todos los mexicanos, aleccionados por la prolongada y dolorosa experiencia de las comunidades de la guerra, cooperaremos en el bienestar y la prosperidad de la nación que sólo pueden conseguirse con un inviolable respeto a las leyes, y con la obediencia a las autoridades elegidas por el pueblo..."Benito Juárez, 15 de julio de 1867.1

Volviendo a la teología, en el cristianismo se crearon unas leyes que Moisés se encargó de divulgarlas, para controlar un mundo que navegaba en la anarquía desatada. Solo siendo un mandato superior o divino, podía ser obedecido. Sin embargo, nuestras naciones aún teniendo sus mandamientos aprobados por sus superiores, representada por la mayoría de su población, existen entes reaccionarios, muchos veces, ajenos a su idiosincrasia que intervienen a sus mandatos. Esto trae como consecuencia, la violación de sus derechos que por lógica son defendidos por sus afectados. El día que esos entes invasores entiendan la soberanía de los pueblos, viviremos en un mundo distinto, el que buscamos incansablemente todos los seres humanos, la paz tanto deseada. No debemos olvidar, que primero están los mandatos que eligió el pueblo, elaborado por una mayoría calificada, a la que debemos respeto y obediencia mientras exista, ahí la movilización de una gran masa cada vez que tratan de violentarla.

Hagamos de Venezuela una gran nación, el paraíso que deseamos, no la tierra que tratan de arrebatar un grupúsculo para su propio beneficio, los logros que son para el deseo colectivo, el de todos. Hoy, cuando todos los venezolanos están reunidos para hacer la gran fiesta de la esperanza, la navidad, el nacimiento, no hagamos de Venezuela un infierno, donde haya un grupo celebrando y una gran mayoría llena de tristezas.



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Norma Rivas Santacruz


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