Alquimia Política

Entre aguja e hilo

La crisis política en Venezuela no es el producto de situaciones coyunturales ni estructurales; ese tecnicismo es bastardo; el problema es de confianza y desesperanza; es más un asunto de cualidades que de cantidades económicas; es una cara aguda del lugar a que puede llegar un elector comprometido con una causa cuando es desmoralizado, desmotivado y decepcionado por quienes asumen el liderazgo acartonado y populista, sin entender aún que el piso se está agrietando.

Venimos de la "Venezuela Saudita", de la corrupción galopante de un siglo XX que asumió ejemplos idealistas de democracias para modelar un sistema híbrido, a lo "Frankenstein"; pero el Frankenstein novelado, ese que fuera creado por la escritora inglesa Mary Shelley, publicado en 1818, en el marco de una tradición de la novela gótica, donde se abordó la moral científica, la creación, destrucción de vida y la audacia de la humanidad en su relación con Dios, fue calificado como "…or, the modern Prometheus" (o el nuevo Prometeo), y "Prometeo", que viene de la mitología griega, es el Titán amigo de los mortales, honrado por robar el fuego de los dioses en el tallo de una cañaheja, y darlo a los hombres para su uso; luego sería castigado por Zeus por este motivo, pero su acto de rebeldía y de lealtad a los hombres lo hizo pasar a la posteridad como el aliado de la humanidad en esa tarea por sobrevivir e ir más allá del horizonte.

"Prometeo" es la clave para entender que la crisis venezolana es un asunto de "aguja e hijo"; aguja, por representar una barra fina, alargada, circular, con punta en un extremo, empleada para realizar determinadas labores, sobre todo, la de coser. La punta alargada representa el tiempo histórico que ha sido recorrido desde el surgimiento del Estado Nacional venezolano en 1830; sus avances, sus devaneos y entregas a un imperialismo que siempre valoró el nuevo territorio de América, como su yacimiento particular de riquezas, justificándolo como un legado de Dios y un reconocimiento a esa Europa primera por tantas plagas y desmanes sufridos en los siglos que precedieron el Descubrimiento. El europeo, luego sería el norteamericano y, de alguna manera, hoy el chino, se han identificado con América en cuanto a que es un nicho fecundo que les asegura sustentabilidad ante territorios propios destruidos por la contaminación y el daño irreversible a la naturaleza causado por su industrialización desmedida.

Esa barra alargada que es la aguja tiene una punta por un lado, que sirve para introducirse en nuevos planos de la historia, y un ojo en el otro extremo, por donde meter el hilo, de ese modo se conecta la aguja con una extensión flexible de esa misma historia que va viviendo y construyendo. Representa esta idea lo dicho por Francois Chatelet en su ensayo "El nacimiento de la historia" (1978), en cuanto a que la realidad del pasado, en su manera de ser y en su contenido, no es por naturaleza diferente del presente, reconociendo en lo pasado como lo-que-ha-sido, y admitiendo que lo que antiguamente ha ocurrido y existido, es exactamente como lo que hoy ocurre ante acontecimientos donde se testimonian la vida y sus huellas.

En tal sentido, la aguja e hilo se extienden en una cronología de ideas, acciones, desenvolvimiento, ocurrencias, desenfados, acertijos, que dan con una temporalidad cronológica que nos conecta con un pasado que está en el presente y que sigue manipulando e influyendo en las decisiones humanas. Por ello la crisis venezolana no está desconectada de su pasado, es producto de su pasado y las potenciales soluciones están hilvanadas con ese pasado en un presente que solamente cuenta con actores sociales diferentes, pero con un liderazgo trastocado y visceral asfixiante. El pasado no ha encontrado, en el caso venezolano, su Prometeo, su fuego sagrado desde donde construir un nuevo escenario de convivencia, el cual rescate el valor de la lealtad y lo conjugue con el de igualdad y solidaridad plena. La crisis que todos califican de económica es una crisis de moral, de discursos que trasgreden la condición humana, de injusticias, de torturas, de apegos y humillaciones a una sociedad cuyo único deseo es seguir escribiendo su historia desde la flexibilidad y bondad del hilo.

¿Cómo conseguir a ese Prometeo? La crisis, como dicen algunos recién llegados al pensamiento gerencial moderno, se traduce en japonés como "oportunidad"; y ciertamente cualquier inflexión es una oportunidad para buscar volver al estado original en el cual se estaba antes de inflexionar; no más revisen las ganancias de los llamados analistas políticos como Luis Vicente León de "Dataanálisis", quien recorre el país con un espectáculo triste donde cuenta historias trágicas de futurología manipulada, dándole desesperanza a un público eclipsado por las transmisiones de CNN y otras cadenas internacionales de noticias. ¿Esto puede considerarse oportunidad? Valerse del dolor ajeno para construir escenarios de catástrofes que hagan que el colectivo tema y por lo tanto deje de seguir buscando su Prometeo; hacer cosas como estas es demagógico e inhumano. Igual la figura de los que consiguen productos escasos y los venden a precios desorbitantes (los bachaqueros), son acciones que tienden a ser valoradas como oportunidad, cuando en realidad son deformaciones de los procesos históricos que deberían tener un inicio y un final, y no un zigzag en el recorrido por los laberintos de la oportunidad.

Lo que sí está claro es el dicho popular "las oportunidades las pintan calvas", porque le toca al receptor directo de esas oportunidades crecer como ser humano y como entidad impulsora de la historia; se debe entender la realidad como la conjunción de varios mundos, no de un solo mundo. El ser humano se diversifica a través de sus formas de entender el pasado y revivirlo en el presente. Ese pasado viene caracterizado por múltiples visiones que tuvo y que seguirá teniendo en la medida que el hombre lo interprete y lo contraste; el presente es el único espacio en donde se está en un solo mundo, el ahora, es estar-aquí, porque el futuro, en esa proyección fatalística de algunos y esperanzadora de otros, se presenta multiforme, plural, diversificado. Ante esta realidad no toca más que esperar a Prometeo en el presente y que haga posible conectar ese hilo con la aguja para crear conciencia moral que sería el único ingrediente necesario que activaría soluciones operativas y efectivas, permitiendo visualizar un nuevo liderazgo o "el liderazgo" que desde el pasado ha sido negado.

Hugo Chávez (1957-2013), capitalizó, en su momento histórico, ese liderazgo, porque respondía a un momento del mundo presente que estaba necesitado por tener sentido y direccionalidad, pero no trajo consigo el fuego sagrado, ese que "no regala el pescado sino que enseña a pescar"; faltó impulso en la construcción de una autonomía del oficio, de una cualificación del trabajo y de la creación de criterios para el emprendimiento y desarrollo de una sociedad que venía siendo manipulada y sesgada, pero que en ese pasado, ni en este presente, ha renunciado a la esperanza de encontrar ese liderazgo.

En concreto, se está buscando un sendero, caminos más claros y seguros, que tengan como referente el optimismo y el deseo por cambiar las condiciones que hoy ostenta el presente en razón del alto costo de la vida, pero sobre todo, se busca fortalecer la moral republicana, revolucionaria, dignificadora y emancipatoria que nos lleve a encontrar nuestro Prometeo. En las filas de los grupos políticos de oposición ni se les ocurra ver, allí no hay liderazgo, pervive la idealización del oportunismo; en el lado del movimiento socialista revolucionario, hay semillas potenciales de ese liderazgo, pero aún permanece agazapado, sigilosas, respetuosas del liderazgo del presente que sobrevive gracias a las estrategias institucionales, porque no podemos decir lo mismo en criterios de legitimidad y consenso electoral, allí tenemos un franco deterioro que con el correr de los días tiende a profundizarse. Es necesario y sano para la revolución, legitimarse, contarse y asumir, en el escenario que el pueblo ponga la causa, nuestra responsabilidad con el pasado, el presente y ese futuro anhelado que nos haga portadores del fuego sagrado. Pienso que ese liderazgo tan anhelado de un Prometeo lo estamos buscando de manera equivocada hacia lo exterior, debemos buscarlo en nuestro "yo interno", en ese papel que nos toca hacer en el presente para conquistar los mundos en ese futuro que nos permita comenzar, de una vez y para siempre, con esa historia que nos debe la providencia y que aún no hemos comenzado a escribir.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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