Nuevo Cardenal Habemus, consecuencias, no sabemos

 

La decisión del Papa Francisco, mediante la cual designa al Arzobispo Porras como nuevo Cardenal, que al menos a este humilde escribidor le luce, impensada, tal vez por desconocimiento minucioso y profundo del personaje, más cuando quien ostente el máximo cargo dentro de la jerarquía eclesiástica, tiene que poseer virtudes muy especiales pero además una conducta intachable, ni siquiera sospechosa de malas prácticas y bien sabemos del comportamiento del purpurado escogido, a lo largo del proceso revolucionario, cuando ha sido protagonista en un golpe de estado como el del 11 de abril del 2002, cuando con mucha frecuencia se suma a las voces de una oposición que se esmera en criticar las políticas sociales impulsadas por un gobierno, que bien sabemos aplica los principios del cristianismo, sobre todo en su preocupación por los pobres, cuando ha sido blanco de cuestionamientos por su gestión al frente de la diócesis merideña, cuando a veces luce como una ficha de una derecha irracional como la que aquí padecemos los venezolanos, y se olvida de su condición de sacerdote, que supedita a la de político para alimentar el odio entre venezolanos, por ejemplo justificando las guarimbas y de paso las muertes por ellas provocadas, cuando aboga por el responsable de que familias enteras hoy lloren a sus seres queridos, personaje condenado a medias, pues sus crímenes en cualquier país del mundo en donde exista la pena de muerte y por ejemplo en USA, lo que le esperaría no sería otra suerte que la silla eléctrica.

Aquí ante la decisión incomprensible de nuestro Papa no queda, para darnos contentillo y  justificar lo que ya parece irreversible, otra cosa que  pensar que en el expediente que reposa en el Vaticano, no aparece en absoluto nada que demuestre la conducta perversa que este prelado, en equipo con otros del partido eclesial  en  que se ha convertido la Conferencia Episcopal Venezolana, ha tenido como uno de los más acérrimos enemigos de el Proceso Revolucionario, de hecho y de palabra, que incluso ha llegado a parecerse mucho a la conducta de quienes no contentos con el daño que aquí le ocasionan al pueblo, salen fuera de nuestras fronteras, en clara violación a nuestra soberanía, lo que les hace incursos en traición a la Patria, a pedir que vengan fuerzas extranjeras para, a sangre y fuego, garantizar que la derecha se apodere del país y se regrese a la época de entrega, privilegios y prebendas, que especialmente los jerarcas de la Iglesia católica como Porras, tenían en la llamada cuarta República y que vieron mermada con la llegada, de la Revolución al Poder. por voluntad del pueblo, hace 17 años.

Aquí la infalibilidad papal que es un precepto casi que normativo en la gestión del máximo representante de Cristo en la Tierra, con todo respeto, queda cuestionada, pues pienso que es más que necesaria, indispensable una investigación exhaustiva de un candidato, más cuando va a ser designado para tan importante cargo, que debe ser ejercido con la mayor prudencia, sin parcializaciones como las que hasta ahora conocemos, del designado y de toda la cúpula eclesial.

Que me perdone Francisco, pero aquí como que se precipitó  y su decisión lo que hace es develar que para nada se tomó en cuenta la situación de polarización que en este país se vive y que es la iglesia católica parte importante de ella, lo que debió pesar al menos para que él, como Papa y por ende responsable de sus decisiones, al menos consultara al Gobierno Nacional pues a un  Cardenal, sea quien sea, por fuerza le corresponde, cuestión ignorada hasta ahora, en lugar de ser parte de un conflicto, actuar para minimizar el odio, la violencia y las muertes, que hemos vivido y no para atizar la guerra que como espada de Damocles pende sobre las cabezas de los venezolanos.

No se entiende que mientras el Papa aboga por la paz colombiana y del mundo, hoy en guerra en muchos frentes, se tome una decisión de designar un personaje que por sus características, puede contribuir a empeorar las cosas en nuestro país, a tal punto que en este territorio aun libre, se repitan enfrentamientos que nos lleven a una guerra civil inevitable.

Nuevo Cardenal habemus, consecuencias no sabemos.

 



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Saúl Molina


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