El inquisidor en llamas. Respuesta a un canalla

Existe una muy mala costumbre de algunos articulistas en la prensa escrita nacional de recurrir a la descalificación del mensajero cuando no están de acuerdo con el mensaje emitido por el mismo.  Se van por la tangente para evadir la sustancia. Escurren el bulto para no enfrentarlo con argumentos inteligentes, y toman el sendero más fácil de la crítica banal, la chismografía, el escándalo. Escrutan la historia de su víctima buscando en alguna parte cualquier hecho tormentoso en el cual estuvo involucrada esa persona y listo, ya, consiguieron lo que suponen su punto débil y proceden entonces a anatematizarlo. El contenido del mensaje es lanzado a un lado pues lo importante ahora es meter profundo el dedo en la llaga encontrada, provocar dolor, ofender, insultar, descalificar. Tal expediente es un recurso de vieja data. Es propio de personas de baja ralea, de gente pendenciera,  acostumbrada a la camorra, que busca ganar una discusión obviando los razonamientos, prescindiendo de los argumentos, recurriendo a las invectivas. En la Venezuela actual, donde el debate político alcanza altos decibeles, abundan estos especímenes, y hasta escriben algunos, como hemos visto en las páginas de Aporrea. Uno de ellos arremetió recientemente en contra mía, a partir de un artículo de quien esto escribe, titulado “La militarización de la política en Venezuela”, publicado en la siguiente dirección: www.aporrea.org/ideologia/a234888.html. Llovieron los denuestos en mi contra, hasta familiares míos aparecieron mencionados, no contuvo su lengua virulenta el autor de las diatribas. Su nombre: Sergio García Ponce. A él van dirigidas las palabras siguientes. A los lectores de Aporrea les pido perdón por el lenguaje y el contenido.     
Reza un famoso dicho venezolano que “el que a hierro mata a hierro muere”. De manera que, fiel creyente en esa máxima, hago uso de su sentido para responder a tu procaz escrito, referido a mi persona publicado en aporrea. En primer lugar debo decirte que estoy bien adulto para que me des recomendaciones de cómo pensar y comportarme respecto a este desastre nacional en medio del cual nos toca vivir, mejor dicho, sufrir, el día a día. No estoy confundido, ni obnubilado ni mucho menos fanatizado. Está bien clarito para mí que nos encontramos en medio de un descomunal fracaso, al punto que soy otro de los millones de venezolanos que lamenta haber votado a favor de estos fabricante de pobreza que hoy administran el destino de nuestro país, y, en nuestro caso, cerquita, este municipio Caroní. El Alcalde Trabajador aquí y el Presidente Obrero allá han demostrado a ojos vista su impericia e incapacidad para cumplir las tareas para las cuales los elegimos. Les quedó demasiado grande la responsabilidad para la cual fueron designados. La gestión de ambos es un fracaso total, absoluto, completo. Para muestra, el país, y Ciudad Guayana.


Les otorgamos todos los poderes al grupo hoy aposentado en Miraflores, a esos retóricos, que a cada rato hacen gárgaras con palabras como: socialismo, revolución, soberanía, pueblo, Bolivarianismo, independencia; les dimos las gobernaciones, las alcaldías, los concejos municipales, los cinco poderes públicos constitucionales, les dimos PDVSA, el control de las Fuerzas Armadas, La Asamblea Nacional, las Asambleas Regionales; el Banco Central, las Reservas Internacionales; manejaron sin cortapisas el más gigantesco presupuesto que gobierno alguno haya administrado antes, y le dimos suficiente respaldo popular, como para manejarse sin oposición política alguna. Pero despilfarraron todo esto, al punto que después de poco más de tres lustros gobernando nuestro país, tenemos a los adecos de vuelta a la escena política venezolana, dirigiendo la Asamblea Nacional y a un paso de retornar a la presidencia del país. Esta posibilidad es la respuesta de la mayoría de los venezolanos, hoy dispuestos a regresar a la gobernanza adeca, dado su descontento con la pésima gestión de la cúpula psuvista enquistada en el gobierno nacional y en la mayoría de los gobiernos regionales y locales. El descontento se sustenta en poderosos argumentos, pues ni siquiera los alimentos básicos de la dieta de venezolano están disponibles en los expendios del país, como resultado de las pésimas políticas económicas ensayadas por los Piratas de Miraflores. El fracaso es en todos los ámbitos de la vida nacional; menciono algunos aspectos de tal fracaso: la deuda externa de Venezuela hoy es mayor que la acumulada en tiempos de Carlos Andrés Pérez; las reservas internacionales de nuestro país se encuentran en su mínimo nivel; nuestra economía tiene tres años en decrecimiento; la inflación es la más alta de Latinoamérica; el deterioro del sector exportador de la economía arroja niveles alarmantes; miles de pequeñas empresas y negocios están cerrados; la corrupción es asunto de todos los días; el desfalco a la nación, según el propio exministro Jorge Giordani, alcanza la cifra de trescientos mil millones de dólares; el país depende ahora más que nunca de los ingresos petroleros; la inseguridad interna es propia de un país en tiempos de guerra, miles de venezolanos pierden la vida producto de la acción de las bandas de delincuentes que se han adueñado de las calles, carreteras, plazas del país; la emigración de jóvenes profesionales es un dato que rebasa la norma histórica nacional, es un éxodo masivo, sin que haya ninguna respuesta de los desgobernantes; la escasez de medicina y comida es incomparable con situaciones anteriores; los servicios internos funcionan de forma pésima; las carreteras, calles y avenidas del país son intraficables. Total, una perfecta plasta es el resultado de esta mal lllamada revolución. Aquí no hay revolución por ningún lado, ni mucho menos socialismo. Lo que sí hay es tragedia. Otro gran fracaso es este experimento bolivariano. Otra frustración más del pueblo venezolano, cuya historia se reduce, lamentablemente a una sucesión de fracasos políticos, producto de lo cual este país ni siquiera ha logrado alcanzar los rasgos de un país moderno, mucho menos los de un país cuya organización económica e institucional responda al canon socialista.


Como puedes ver estoy clarito. Así que no intentes darme lecciones de nada.  No eres tú la persona indicada para dármelas. Procura darle lecciones a quienes conducen este país, mismos que lo han llevado a la presente tragedia, tal como se evidencia en la situación de esta ciudad donde vivimos, Puerto Ordaz. Una verdadera porquería, un descomunal chiquero, una verdadera letrina. Tus camaradas, esos que a cada rato predican su supuesta condición socialista, marxista, leninista, trokista, stalinista, fidelista, guevarista, etc, que predican ser los más puros revolucionarios sobre el globo terráqueo, son los responsables de tal desastre. Tienen quince años al frente del Municipio despilfarrando el poder que les proporcionamos y ni siquiera han podido hacer funcionar los semáforos y la recolección de basura. Ante tanta dejadez los adecos se reivindican. Así será de malo la gestión de estos estafadores psuvistas que el pueblo eligió en los últimos comicios a más de veinte de diputados del partido AD, y en general le dio la mayoría parlamentaria a la gente de la oposición integrada en la MUD. Volvieron los adecos al gobierno gracias a estos charlatanes del PSUV. Te invito entonces a levantar tu voz, señala una sola crítica, demuestra que tienes una boca para hablar o un bolígrafo para escribir. Pero en verdad eso es pedir mucho a un hombre que escribe para llamar la atención de algún funcionario gubernamental y que éste lo recomiende como un “leal revolucionario”, digno de ocupar un cargo en la administración pública. Es tu costumbre. Por tanto, de seguro te veremos de nuevo como funcionario de este desgobierno. Te habrás ganado ese puesto con tus complacientes y babosos artículos.

Respecto a la familia Lanz, que involucras en tu descarado escrito, te informo que es una familia muy numerosa repartida en distintos lugares de Venezuela. Aquí en Guayana están radicados muchísimos. De este núcleo provienen Carlos y Rigoberto, hijos de un tío mío que procreó numerosos hijos. Al interior de esta familia hay de todo, en cuanto a preferencias políticas se refiere. Militantes de AD, de COPEY, de Primero Justicia, de la Causa R, del PCV, del PSUV, etc. Como en toda familia, sus miembros no profesan un único credo político. Eso lo debes saber tú, pues en tú familia está, por ejemplo, Antonio García Ponce, tío tuyo, hermano de Guillermo, hombre enfrentado con el chavismo desde que ésta opción política apareció en la escena nacional. Es un antichavista convencido, tal como uno lo constata en sus escritos y declaraciones públicas. Lo conozco, pues fue profesor mío en la maestría de Historia de Venezuela que cursé en la Universidad Santa María.  A sabiendas de esta muy vieja posición de Antonio, que, de acuerdo con tu manera elemental de evaluar el comportamiento político de la gente, es una traición a la tradición familiar, ¿por qué no has escrito en ningún lado un artículo calificando a tú tío de converso, de traidor, antipatriótico, fascista, buscador de migajas, oligarca, etc.? Convócalo a “rectificar”. Dile todas esas simplezas, propias de repetidores de consignas como es el caso tuyo, pronunciadas en el artículo en referencia. Dile que le está siguiendo el juego a la burguesía y al fascismo, que es un traidor a la patria,  que es un proimperialista, que es un buscador de migajas, que es un estúpido ignorante. Te reto a que publiques en Aporrea un artículo así, de esta naturaleza, insultando a tú tío y diciéndole que no joda más.


Siguiendo con la familia, ésta vez refiriéndome a Rigoberto, agrego el siguiente comentario. Hace años atrás, en tiempos del gobierno presidido por Rafael Caldera II, el nombre de Rigoberto Lanz se mencionó como posible Rector de la UNEG, cuando todavía estaba vigente el primer Reglamento General de esta universidad, por el cual sus autoridades eran designadas directamente por el Ejecutivo Nacional. Recuerdo muy bien tu reacción y tus comentarios al respecto. Te mostraste en desacuerdo, pues para ti Rigoberto era un patiquín postmoderno. Hiciste causa común con una  profesora de esta universidad tan lenguaraz como tú, cuyo nombre omito, que descalificaba la propuesta, diciendo de Rigoberto cualquier necedad. Mis oídos escucharon las infamias proferidas por ambos. ¿Por qué entonces ahora haces dos evaluaciones de la misma persona, a pesar de haber mostrado ésta integridad a toda prueba? En aquel momento, cuando estaba vivo y en plenitud de facultades intelectuales, cuando se desempeñaba como director del Doctorado en Ciencias Sociales de la UCV, como Director del Centro de Investigaciones Postdoctorales de la misma universidad, y como Director de la Revista Relea, para ti no era ni  Revolucionario ni buen candidato para ejercer el Rectorado de la UNEG. Pero ahora sí, luego de tres años de fallecido el ilustre personaje, uno de los más extraordinarios profesionales de la sociología nacido en nuestro país, “reconoces” que tenía enormes atributos. Ahora, en este momento, pero ya fallecido, es un hombre de méritos. Ante tal inconsistencia lo mínimo que puede decirse es que incurres en hipocresía. Cierto, es hipocresía de tu parte ensalzar ahora a quien denigraste antes.


Y concluyo aquí. No sigo en esta diatriba de la cual eres el causante. Son líneas de mal gusto para mí pues no acostumbro a enfrascarme en peroratas como esta que no dejan ninguna enseñanza valiosa, sino que más bien enferman el alma. Por lo demás no me interesa mantener ningún tipo de relación con una persona que ante un escrito político, responde con improperios, propios de personas acostumbradas a cultivar enemistades. Esto es lo que te distingue en verdad, eres un cultivador de enemistades, un fabricante de discordias, como resulta fácil de constatar en los sitios donde has trabajado antes, la UNEG y la UBV. Por tanto, luego de lo ocurrido, de ahora en adelante me integro a esta numerosa, pero nada envidiable lista de enemistades que has cultivado con tu conducta canalla y tu virulenta lengua.



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Sigfrido Lanz Delgado


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