Carola Chávez y el discurso del odio de la oposición

En un artículo sentido, difícil, para no terminar siendo solo algo personal, Carola Chávez habla del odio. Fue la semana pasada. Considerando a esta persona como alguien muy inteligente y sensible pienso que uno debo ser un necio para no entender su idea, respecto a lo que están haciendo los medios de información y divulgación con la mente de nuestros semejantes y de nuestros seres más queridos. Los medios y el imperio...

No es fácil acabar con el chavismo, digo, no es fácil acabar con la imagen, el símbolo, el recuerdo y el ejemplo de Hugo Chávez. De eso se han ocupados (y se ocupan) intelectuales, universidades, especialistas, espías expertos, gente experta, Tanques Pensantes, asesinos, publicistas, y la chatarra tecnológica con que les sirven "los medios" nacionales, privados y lamentablemente la mayoría de los que controla el gobierno, pero eso es otra historia.

La periodista o columnista Carola Chávez nos describe de forma viva el estado precario, mental, político y emocional, en el cual hemos quedado luego de las riñas "mediáticas" de estos últimos años. Yo agregaría que combinadas a la maldad despiadada con la cual los empresarios nacionales se ha ensañado con la población en su conjunto.

Sin embargo concluye de una manera que para nosotros prometería una nueva entrega; concluye como si fuera una llamada a la reflexión de todos, pero sobre todo del mismo gobierno (Ojalá sirvamos de partero para un debate crítico sobre el gobierno del presidente Maduro. Lo dudo).

Termina Carola Chávez su artículo diciendo "Pero entonces, el presidente Maduro denuncia el discurso del odio, y la oposición, ciega de odio, responde: pero si el odio es chavista."…

El odio se exacerba, pero está ahí. Es lo primero que puedo decir. El odio es una condición de impotencia, y si tú alimentas esa impotencia exacerbas al odio. Dicho de otra forma. La revolución tiene un enemigo que hará todo lo que sea por vencer, o no dejarse derrotar. Pero, al mismo tiempo, dentro de los principios, dentro de las banderas de la revolución está el amor al semejante, la justicia y la paz.

El presidente se dice cristiano y con frecuencia da gracias a Dios o pida a Dios. Por más cristianos que seamos, nosotros lo somos en lo moral y en político, así parezca extraño decir esto para algunos. Y en lo político tenemos un enemigo, y para derrotarlo es necesario un "cuantum" de fuerza y muchas veces de violencia. Ahí yace la diferencia con nuestros enemigos, en el cómo ejercer nuestra fuerza con la mínima violencia posible. Pero, debemos ser fuertes.

Por supuesto que mientras más fuertes nos hagamos, algunos nos odiaran más. Pero, mientras más fuertes seamos, muchos no respetaran y hasta no admirarían en nuestro empeño. Por eso pienso que el discurso, si solo se queda en la denuncia, sin una acción coherente con ella, es decir, si solo se confronta al discurso y al hecho concreto de las prácticas de odio en la calle, con otro discurso denunciando y llamando a la paz de los bobos, no se hace nada.

No se puede denunciar el discurso de odio de la oposición y luego pedir diálogos y acuerdo con la oposición, o con Obama, Kerry, Shannon; hay que ser fuertes. Fuertes por coherentes, fuertes por dignos, por claros en nuestros principios y objetivos políticos, fuertes en la práctica política y de vida.

Hablo de fuerza moral y claridad política. Cuando las tensiones cobran violencia, entonces sabremos ser violentos también, sin regodeos con la muerte y el sufrimiento del enemigo, sin odios. El asunto es que por evitar el odio tengamos que renunciar a nuestros principios revolucionarios. Y hablo de todos aquellos que sueñan, como nosotros (como yo, coño), con una sociedad fundada en la verdad, que ande de la mano con ella, y que sea cada vez más racional, más humana. Y dentro de los revolucionarios incluyo, por supuesto a Caro Chávez. Los que se disfrazan y se mimetizan no cuentan.

Dentro de un revolucionario, a lo grande, a lo que aspiro y aspiramos muchos, la dignidad cuanta mucho más que poder cachetear a Ramos Allup, o asesinar alguno de esos infelices. Ser digno es el mejor ejemplo que se les puede dar a las personas, a las masas. Y no creo que sea muy digno, de parte del gobierno actuar de manera solapada cuando toca la hora de tomar decisiones importantes que involucran a todo un pueblo. Mentir, disimular, manipular.

Si hay algo útil para la revolución dentro de nuestra constitución se debe usar de manera revolucionaria, y no hablo del referendo revocatorio para el presidente Maduro; eso nos tiene sin cuidado. Nos referimos al plebiscito como medio de consutar al pueblo chavista sobre los problemas fundamentales que involucran su condición de chavista militante, que involucran a su conciencia.

Esa firma de contratos con empresas capitalistas para explotar el Arco minero, se ha debido consultar en toda la amplitud del asunto; desde los contratos hasta las concesiones y a quienes se les otorgaron. No nada más consultar a los mineros (que por más pobres que sean, no son unos santos varones), no nada más a los "dirigentes" indígenas sino a todos, y sobre todo, a los chavistas, a los militantes, creyentes de corazón en ese señor. Además de expertos, a las universidades, a la gente común. Dar información y sobre todo opciones. Discutir el asunto democráticamente, con opciones.

Lo mismo pasa con la reversión disimulada de la soberanía petrolera y con la trampa de la "Venezuela productiva" y capitalista que ahora rivaliza con los CLAPs. Un plebiscito donde se vote, o mejor aún, un plebiscito público, un acto público dónde se hable con todas las letras y palabras, sobre el asunto, sin manipulaciones mediáticas, sin musiquita, sin "joropo" y circo, con toda la seriedad y gravedad del asunto.

A eso me refiero, señora Chávez. Habría que hablar, en una próxima oportunidad de cuánto vale la denuncia que hace el presidente Maduro del "discurso del odio" ¿Qué tiene ella que suena a fatua? ¿Qué hay en ella de falso? ¿Dónde está la verdad? ¿Dónde está la revolución en todo esto? ¿Dónde está el socialismo, como diría Chávez?

Personalmente me siento mal por eso del odio, no me puedo imaginar qué harían las masas del fascismo con gente como uno, que no vamos a negar (tres veces como Pedro) que somos comunistas, que creemos en el socialismo y en Chávez, y que aquí vamos a quedarnos hasta que nos toque la parca. Otros pactan, otros se exilian, emigran, se mimetizan.

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Héctor Baiz

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