El hombre en busca del sinsentido. O, Yo prefiero no filosofar

He llegado a sospechar que los intelectuales de oficio son casi tan inútiles como los burócratas.

Estas letras no las escribiré ni como periodista, ni como profesor, ni mucho menos como antropólogo, ya que hace un buen tiempo me he dado cuenta de la inutilidad que tiene usar los títulos universitarios cual escudo nobiliario para ocultar la mediocridad que llena nuestras vidas.

Por lo cual, recordando al padre cantor Alí Primera, tras la inerte discusión con Silvio Rodríguez, me apegare a ese magnifico aforismo de una canción suya: Yo no se filosofar.

Y es que ultímate me he encontrado con cada articulo en cientos de paginas, cargados de tamaño dramatismo, tamaño histrionismo, y de tamaña hipocresía, que he llegado a comprender lo que sentían mis padres cuando el PCV les hacia leer los libros de la editorial Progreso haciéndolos pasar como dogmas irresolutos para alcanzar el socialismo –resultado: al menos 30 años de retraso para siquiera transitar al socialismo en las realidades de Venezuela-.

Es como si hubiéramos alcanzado el abastecimiento pleno de tres rubros enteramente incesarlos para el progreso real del país, Burócratas, Quejologos e Intelectuales parasitarios –lastima que no podemos exportarlos- .

Estructuralmente hablando –no dije que no iba a usar algún ardid antropológico-, podríamos señalar que la intelectualidad venezolana es heredera de de la generación del 28, por consiguiente la admira y la emula en cada momento argüido de la historia nacional.

Durante los 30, muchos se hicieron guerrilleros soñando con una sociedad democrática, al poco tiempo de tenerla, se levantaron contra Gallegos a quien desconocieron enteramente, señalándolo de blandengue. En los 50’s se levantaron contra el terrible dictador que daba tanta estabilidad al país, promulgando unos, una sociedad de libertad igualdad y fraternidad, y otros de progreso. Derrocado el tirano, la intelectualidad se hizo plenamente de izquierda, maoísta, hochiminiana y todos los ismo que usted le quiera colar.

Lo hilarante del caso, es que esa intelectualidad de izquierda aplaudió con lagrimas en los ojos el advenimiento del príncipe prometido y su reino de paz y armonía. Sin embargo, rápidamente, y hoy ha sido mas común el asunto, esos mismo grandilocuentes hombres, se ponen a criticar sin reparar a ver el esfuerzo que hace el estado –para mi ya no revolucionario- para conservar el status quo que se generó en los 14 años de Hugo Chávez y que tanto le beneficia a estos brillantes seres.

Los intectuales venezolanos, personas producidas por el estado, son en su mayoría, pequeños hombrecitos que en toda su existencia como casta, han poseído el sueño pequeño burgués de ser rebeldes armados que lleven a al país, el sueño utópico con el que se despierte esa generación.

En las universidades – y creo tener la facultad moral para señalarlo- se le inserta un chip todo estudiante, -del que algunos se liberan- en el cual, leer un libro, recibirse, o solo ir a la universidad, los hace superiores a los demás.

A la par se le inculca desprecio por lo no propio a sus parámetros, se le inculca miedo y odio a lo que llaman indiada, y a la par, se les da una mega facultad para hablar de todo, tener la razón en todo, y ser más hábiles que todos lo que no han transitado el camino que ellos, muchas veces por el esfuerzo de esos a los cuales desprecian y temen, han podido caminar.

Tras la carta del viejo maestro-ministro-sabioenlamontaña- un castillo de naipes se derrumbó y ahora, muchos intelectuales, ¡quienes si son de izquierda, los demás no! Son asiduos a publicar hojas y hojas señalando desde los grandes errores del chavismo –de los cuales no decían nada mientras se cometían- hasta ligarse completamente con la MUD señalando cosas tan inteligentes como que Venezuela necesita de todos, o que es tiempo de hacer un cambio de modelo, o que Maduro es un dictador, o que vuelva RCTV después de que escribí un libro sobre magos con rostros de vidrio. Cosas tan inteligentes que afortunadamente no puedo comprender.

Todo intelectual venezolano desea desesperadamente el reconocimiento de su grandeza. Es esa venganza personal del "muerte a los blancos y a todo aquel que sepa leer y escribir", es el grito de Niké por sobre la masificación de la educación –tanto la adeca como la chavista-, es pues, la caricia definitiva sobre el ego que no puede ser saciado en un país que debido a circunstancias que no me voy a sentar a escribir aquí –pues no se filosofar-, no ha generado héroes –no los que ellos quieren-, no ha podido desarrollar el postmodernismo, y parece incapaz para implementar el capitalismo con miras a una sociedad socialista.

Bajo ese cuadro, no es de extrañar ademas que los intelectuales venezolanos discriminen a otros. Especialmente a aquellos que piensan distinto a ellos. Si no me cree, siéntese 5 minutos –si soporta tanta soberbia y prepotencia- con un autonombrado intelectual venezolano. Se dará cuenta que 2 de esos 3 minutos son para auto alabarse y que el resto, son para insultar los trabajos o la ausencia de estos de los demás pensadores –que casi nunca son tales porque solo ellos y un grupo muy mínimo, son realmente intelectuales-.

No quiero caer en más diatribas con lectores a los cuales parece molestarle la forma en la cual escribo mis opiniones, por lo cual señalaré fervientemente que toda praxis no teórica es solo una bravuconeada, pero también me gustaría señalar que toda filosofía que no pueda ser aplicada es solo una soberana estupidez.

Al final del día, quisiera incluso que los intelectuales realmente fueran tan grandiosos como creen ser y con solo pensarlo, produzcan la comida que se llevan a la boca y fabriquen la ropa que se ponen.



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Fex López Álvarez


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