¡Canastos, que gentío con Mazodando anoche, y hasta Pacheco estuvo ahí! Como de costumbre, el que no baile con Pacheco es que no tiene sangre en el cuerpo, yo tenía en brazos a un mocoso penúltimo que por estar cumpliendo dos años de haber roto el celofán fue traído acá por sus padres, así que eché un pie abrazadito tan sabroso con el apuesto mocoso que despunta con garbo como el nieto de un Marqués, al menos.
Claro, con un buen trancazo encima y al tener que ganarle la batalla al Sol a la mañanita tuve que ceder, apartarme a pegar pelo con pelo, es decir, a dormir, a cerrar mis pestañas, por lo que no pude ver completo al Mazo dando mazazos pero supongo que lo hizo.
Pero, retomando lo de Pacheco, sin duda él es privilegiado puesto que afirma tener dos fighterwoman, una le acomoda el corbatín y otra le refila el pantalón; y eso no es todo sino que a una le da alma con ají y a la otra pan con ilusión y sin embargo, como afirma él, que las dos se desviven por atenderlo para que parezca un gran señor; así que uno envidia ser así como Pacheco, es decir, tener si no dos fighterwoman al menos dos combatientes para que lo atiendan a uno a cuerpo de rey.
Y a propósito, hasta la muchacha que narra en lenguaje de señas echaba un pie bien bueno porque se noto que balanceaba su figura prodigiosamente también, un alarde extraordinario del progreso de la semiología.
Bueno, ojalá que Diosdado también se acuerde de invitar a Tambor Urbano, aunque sólo sea a las tres o cuatro caracolas integrantes, solamente.
De todos modos y aunque no miré completo el programa referido, "Mazo dando", le pongo 100 puntos en la boleta; es que no soy devoto de Santo Tomás; y hasta éste santo varón, Tomás, exclamaría de seguro, ¡quién tuviera el privilegio de Pacheco!
Mas, el ingrato Pacheco adora es a San Juan e ignora seguramente a Santo Tomás, puesto que a éste no le ha dedicado ni una décima, contimás una centésima y, menos, una milésima.
¡Privilegiado, pero malagradecido! -le dicen en mi aldea-.
