Un buen ministro, otra "fuente diversificada de divisas"

Opúsculo del pobre con plata

Dicen que no hay nada peor que un pobre con plata. Se vuelven como locos con ella. Y sus sueños… son como los de Razzo (Rizzo), el trágico amigo del Vaquero de Media Noche, que soñaba que era un gran "pinche de cocina", pero cortando las verduras con una hojilla, su única herramienta con la que resolvía casi todo en la cocina de su miserable vida.

Así debe haber muchos ministros ahora, que llevaron su resentido corazón a la revolución. Y así, como pasó con muchos de los delatores y publicistas nacidos en ella, hicieron sus sueños realidad y acarrearon con sus malas mañas, a competir con los modales chistosos de la clase media y de la pequeñaburguesía.

La verdad que no imagino cómo gastan su plata los ministros. Pero estoy seguro que la despilfarran; tienen que emparejarse con los ricos, a sus niveles de gastos y placeres, sin que conozcan con certeza cuáles son, solo los sueñan a su personal manera. Estoy seguro que no copian a Pedro Tinoco, al banquero del sentido y el carácter burgués, que en vez de ir con putas, se ocupó con mucha seriedad en negociar con el FMI la deuda pública, para que el gobierno terminara pagando por sus cuentas de bancos particulares. Nunca meó en la tierra para que ella no se chupara el orine. Después que un pobre con plata se instala en la clase más pudiente, la vida se le va en hacer ridiculeces. Y si llega a lo más alto, solo sufre, arrepentido, de todas sus hijodeputadas; solo y pensando, meneando un wisqui bien caro dentro de un vasito con un solo hielo, recostado en un diván de plástico, mirando los punticos de luz que refleja el agua limpia que colma la piscina de su casa.

La verdad es que eso no importa. Tampoco es que sea mucho lo que pueden hacer los ricos con tanto dinero, los goces en la vida son limitados, y los mejores son del espíritu. Por eso no veo mucha diferencia entre el ministro y Tinoco...

Pero la poca que existe yace en el resentimiento. En tener que desear y aspirar a cosas materiales, en tener que llenar un abismo de insatisfacciones, cosas de las cuales no se preocuparon la Reyna Isabel de Windsor y David Rockefeller, por ejemplo. Cuando se es pobre con plata hay que enfocar la vida hacia esas metas de nobleza y de riqueza como imperativos de vida, así la vida solo les alcance para una casa en La Romana y una orden de captura.

Si vamos a tener dinero, pues ¡Tengamos bastante! para no tener que pensar o sentir vergüenza. Hagamos tanto dinero que podamos sentir el placer de ayudar a los ricos (eso es tener dinero, clase, estatus). Tanto, que nos lave la pobreza, que a metros de distancia se sienta el olor acre de la plata y de un perfumes caro ¡Seamos como Juan Carlos Escotet, seamos como Orlando Castro! piensa el pobre con plata, cuando la consciencia lo sorprende de noche, con la cabeza en la almohada.

Otro asunto. Cuando un rico lo puede casi todo, quiere poder. Cuando un pobre llega al poder quiere riquezas. Es el caso de estos ministros de los que hablamos.

Una fuente diversificada de divisas.

La pregunta es ¿Por qué necesitamos extraer oro, diamantes, coltan? ¿Será que no podemos competir sin dar subsidios directos, sin engordar a todos los capitalistas, a los que dicen que quieren exportar, para competir en el MERCOSUR, de igual a igual, mano a mano con los capitalistas del Sur?

Lo más lamentable es que esa "otra renta" que nos vendrá de la refinación del oro será para ese subsidio, para alimentar a toda clase de ladrones criados en este país, a nuestros oligarcas de rancio y maloliente abolengo, y esa otra que estamos "estimulando" como a una meretriz. Para eso está la ley de Zonas Económicas Especiales, para "costear" al capitalismo, en el mejor de los casos, a que mantenga ocupada en producir –lo que nunca en su vida va a poder comprar y disfrutar con sus miserables sueldos- a gran parte de nuestra población. La ley de las ZEE nos dice la manera de "cómo pagarle al capitalismo" para que explote a los venezolanos, de cómo acentuar y profundizar las diferencia de clases, democráticamente. En el mejor de los casos, porque se pueden quedar con los dólares otra vez sin dar nada a cambio.

El socialismo es opuesto a eso. Iguala a todos porque todos trabajan y ganan en espíritu, cosechan tanto maíz como hermandad y solidaridad, para beneficio de todos y de toda la sociedad. El socialismo no quiere competir en el mercado capitalista mundial, mientras no sea necesario. El socialismo es racional, planifica, educa con mayúsculas, racionaliza el consumo, racionaliza las necesidades, racionaliza las prioridades. Es planificación social, racional y exhaustiva.

Para construir el socialismo se necesita honestidad, amor al prójimo, voluntad, trabajo inteligente e imaginación, espíritu revolucionario. Para hacer una Venezuela productiva se necesita tierras, bosques, minas de oro y diamantes, es decir, a Venezuela, luego fábricas, mano de obra barata, capataces, patrones, capitalistas, libertad de acción, pendejos compradores de basura (consumidores) estímulos contantes y sonantes y sangre fría. Considerando que el gobierno no nos cree capaces de producir en socialismo, y no cree posible el socialismo, la mayor parte de esas divisas quedarán en manos de los capitalistas, y el gobierno y sobre todo la población nos veremos obligados a pagar por eso.

Pero, supongamos que captemos divisas, que queden algunos dólares para que los administre el Estado. Serían para los proyectos de salud, pagar la educación gratuita, para los planes de viviendas, para la construcción pública. Para pagar sueldos y salarios. No quedará nada al espíritu de las gentes, ni dinero ni tiempo. Estaremos ocupados en producir zapatos, tubos sin costura, mayonesa, sacando y procesando atún en las costas del mar Caribe, refinando oro y petróleo, durmiendo detrás de unas cajas grandes a que suene la hora de salida, estaremos ocupados dejándonos explotar por el capitalismo. Los marginados y marginales estarán ocupados en robar a sus compatriotas, en mantener en calma sus vicios, en odiar a sus madres y vecinos, en hacer grandes negocios subterráneos con los patronos precavidos y con los burócratas flexibles.

No quedará nada para retomar las lecciones de Chávez, porque todos estaremos ocupados en resolver el día a día del capitalismo. Estaremos vencidos. Viendo cómo economizamos para cambiar algunos de los pertrechos de la casa, ocupados en distraernos de las humillaciones del capataz, gastando lo que no podemos en unas cervezas para aplacar la ira; no quedará nada para alimentar nuestros sueños porque no habrá tiempo para la contemplación y para el cielo. Ni siquiera un poquito para maldecir.

Los minutos que restan serían para traicionar. Quizá quede por ahí algo, algún pedacito de tiempo, para vender nuestra alma al diablo, para ganar un poco más con algún patrón capitalista de esos que nunca dejan de temerle a la furia de los justos; temerle a los rebeldes, a los comunistas, a los que siempre se hacen y se harán preguntas.

Un pueblo sometido a la voluntad del capital, a los designios del mercado, a la voluntad de los pactos sociales, otra vez; tiene que ser la obra de un ministro pobre, y de un pobre ministro; esto es lo más parecido a sus sueños de grandeza. Que los sueños de los pobres (como casi todos los sueños) están mesclados con insatisfacciones y deseos.



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Héctor Baiz

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