El horror a febrero

Como ya varios comentaristas han señalado, el gobierno no ha tomado decisiones económicas claves, recomendadas por especialistas leales y contrarios como necesarias e incluso inevitables, desde hace por lo menos 3 años, debido al horror a febrero. En Venezuela, por lo menos desde 1983 y, sobre todo, 1989, febrero es un "mes horrible", un mes maldito lleno de tragos amargos, explosiones sociales, "guarimbas" y hasta intentos de golpe de estado. Se ha pretendido, entonces, evitar el "costo político" de ciertas decisiones, como el aumento de la gasolina o la unificación cambiaria, que ya se han convertido en pavosas. Evitar febrero.

Para la cultura de izquierda se trata, además, de evitar lo que pudiera llamarse "el trauma polaco". Repetir la historia de un proletariado, específicamente el polaco, levantándose contra un "gobierno del partido del proletariado". Es un shock terrible que hace estallar las premisas del pensamiento de la izquierda. Es volver a la pesadilla que representó, para el marxismo leninismo, el derrumbe del bloque socialista, del muro de Berlín, todos esos acontecimientos de los noventa que el resurgir de la izquierda en América Latina cubrió con esa delgada capa de olvido llamada "socialismo del siglo XXI". En Venezuela, dejaría en el horror del vacío a cualquier discurso de izquierda, una explosión social de esas masas que vienen del sur de Valencia, a hacer cola mansamente en los supermercados de la avenida Bolívar norte, en el Trigal o las cuatro avenidas, en los mercados chinos de la Aranzazu o Naguanagua, etc.

Además, el chavismo como movimiento político-ideológico se considera a sí mismo como un hijo legítimo de febrero, específicamente, de la explosión social del 27 y 28 de febrero de 1989 y del 4 de febrero de 1992, por supuesto. Muchas interpretaciones hubo de esos acontecimientos: retardo de los organismos de seguridad para responder a los desórdenes, choque con las expectativas populares del retorno de la "Gran Venezuela" de Carlos Andrés Pérez, distancia del partido AD respecto de los compromisos de los ministros neoliberales, etc. Pero la significación que se hizo canónica fue la de que aquellos saqueos y movilizaciones masivas fueron la expresión violenta y justiciera de un rechazo determinante de las medidas neoliberales. Más allá, fue la evidencia de una crisis completa: económica, social, policía y cultural. Que se repita algo parecido daría a entender que de nuevo está allí la crisis y hasta el neoliberalismo, esta vez aplicado por el propio "gobierno popular". Muerta la tesis de la "guerra económica"; sería chocante culpar a Obama o a Mendoza de unos saqueos.

Después de la puesta en escena del "decreto de emergencia económica", el gobierno ha reeditado un diálogo con los "sectores productivos", es decir, con cierta burguesía que no juega a la política de la oposición, muy similar al que se intentó hace ya más de un año, durante las "guarimbas" opositoras. Discretamente, ha ido tomando algunas "mediditas": dólar SIMADI para los exportadores, unificación de las compras del gobierno, simplificación de algunos trámites, promesas de inversiones, reforma tributaria, etc. Hasta ha habido llamados a retomar el conuco y la "agricultura urbana". Pero nada de tocar el "coco" del aumento de la gasolina y el régimen cambiario. Ya el presidente habla indistintamente de "guerra económica", "tormenta" y, como en un desliz, "crisis". El ministro Salas, convenientemente, no ha insistido en esa tontería de que no hay inflación. Es decir, el gobierno hace como si hiciera mucho, para que la barra chavista diga: "cónchale, pero el presidente trabaja bastante". Y, claro, sigue el entretenimiento político con el legendario Ramos Allup, quien también hace equilibrios entre las cinco cabezas de la hidra de la oposición, que se caen a dentelladas entre sí. Ahora, con la fulana amnistía, el caldo se hará más morado.

Tal vez todo este movimiento inmóvil sea una forma, muy peculiar, de aguantar la respiración mientras pasa febrero y, quién sabe, podamos llegar a las elecciones de gobernadores. Para que siga el entretenimiento, ya comenzó la campaña.



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Jesús Puerta


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