Las guerras simétricas y asimétricas por excelencia

Es muy raro que en una reyerta binacional o internacional los contendientes posean la misma capacidad ofensiva capaz de neutralizar la del contrario; si eso ocurre la guerra cesa. Entonces sobrevienen los acuerdos, los tratados y pactos afines de cara a suspender sólo temporalmente aquella cruenta guerra fallida que suele dejar víctimas extraídas sólo o mayormente de los proletarios de los países en pugna.

Los contendientes, sin embargo, siguen guardando todos sus recíprocos reconcomios u objetivos de invasión, de irrespeto a la soberanía del más débil o del país que les luzca competidor o pudiera poner en peligro sus privilegiados y leoninos intereses capitalistas, ayer feudaloides, antier, esclavistas. Archivan como pendientes sus razones para tomar las armas de nuevo tan pronto las condiciones endógenas y exógenas así lo determinen.

En nuestro caso actual, la ofensiva del enemigo que no es otro que la alta burguesía aliada transitoria e incondicional de los parasitarios latifundistas y ese pequeño comerciante, hambreador en pequeña escala pero muy numeroso, con avales e incentivos pecuniarios y mediáticos burgueses de algunos países extranjeros, prepotentes, por sí, o por mediación de países lacayos y vecinos, esa ofensiva enemiga de la patria nuestra, decimos, ha demostrado hasta ahora mucho músculo, aunque relativo porque, mientras esos enemigos paran mientes en usar de todo tipo de armas mortales, mediáticos, alimentarios, medicinales, el amedrentamiento con crímenes y asesinatos selectivos del sicariato, la defensa del gobierno sigue luciendo en desventaja, atada como se halla a una ortodoxia jurídica víctima de atávicos vicios heredados de la antiguas repúblicas, salvedad hecha de la gran capacidad de resistencia que el pueblo tiene y ha retomado y perfeccionado durante las últimas 5 centurias. Sin embargo, unas medidas ofensivas más acordes con las tomadas por este cruel enemigo no estarían fuera de las agendas programables. Son necesarias para vencer con la brevedad posible a un enemigo que siempre se ha caracterizado por no tener paz con la miseria. A grandes males, grandes remedios, le oí decir muchas veces a mi sabia abuela.



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Manuel C. Martínez


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