A los problemas que ya se han señalado como causantes del cierre de la frontera entre Venezuela y Colombia, es inevitable agregar el aspecto de la manipulación mediática desde Bogotá para engañar a la sociedad con datos y análisis sesgados y a medio camino.
Como en todas las "democracias" liberales, las redes comunicacionales colombianas presentan un alto grado de concentración monopólica, acompañada de una presunción profesional que se traduce en una proclamada objetividad, independencia y tratamiento imparcial de la realidad social en sus diversas manifestaciones. Esas redes no admiten control democrático a su omnipotencia.
Centralmente en Colombia se pueden identificar unos cuantos conglomerados mediáticos como Caracol radio y televisión; El Tiempo; El Espectador; la revista Semana; Cablenoticias; CMI; Blue Radio; y RCN radio y televisión. Sus propietarios son potentes grupos financieros y económicos, dueños de gigantescas fortunas. Son los mismos carteles que controlan el Estado en todos sus niveles.
Regionalmente hay unas cadenas periodísticas que son propiedad de conocidos magnates de la construcción y el mundo de la política oficial. En Medellín, circulan El Colombiano y El Mundo; en Cali, El País; en Barranquilla, El Heraldo y La Libertad; en Bucaramanga, Vanguardia Liberal, cuyo propietario, Alejandro Galvis, controla una red de periódicos departamentales (Opinión, Universal, Nuevo Día, La Tarde, Nuevo Liberal, El Informador); en Armenia, La Crónica; y en Manizales, La Patria.
Esta telaraña mediática es la encargada de construir la verdad oficial y de condicionar el pensamiento y la opinión de millones de seres humanos. Su desempeño coincide plenamente con el mundo de la camarilla dominante en la sociedad, pues viven del presupuesto gubernamental y del negocio empresarial. No se sale un centímetro de esa línea, asfixiando y desconociendo cualquier manifestación del pensamiento crítico.
El registro de los hechos más importantes y su análisis por columnistas (pre pago) no es más que la divulgación de las ideas de los grupos plutocráticos que controlan con mano de hierro la nación.
En la crisis que se presenta actualmente entre Venezuela y Bogota, los medios de comunicación juegan un papel determinante en su agudización y prolongacion.
El peso central lo tiene Caracol (Paracol), una central de radio y televisión de propiedad del Grupo Prisa español. Dicha agencia es la principal culpable del linchamiento y estigmatización de la nación venezolana. Son horas, días y semanas interminables de mentiras, falsedades y engaños sobre los avances de la revolución bolivariana en los últimos quince años y lo que la misma ha significado en materia de derechos humanos esenciales y su reconocimiento efectivo. Actividad que el gobierno, en este caso el de Juan Manuel Santos, tolera y promueve, omitiendo el daño que se hace a la relación entre los dos estados, por la evidente vulneración de pactos internacionales en la materia, tal como la Canciller venezolana, Delsy Rodríguez, se lo ha manifestado a los representantes santistas y a los medios de comunicación del mundo.
Es evidente que la reapertura de la frontera deberá incluir un acuerdo sobre los medios de comunicación colombianos, bajo el control de grupos extremistas de ultraderecha, para que cesen la agresión y el ultraje contra la Patria de Bolívar, Chávez y Nicolás Maduro. Para que erradiquen la mentira y la desinformación sobre una sociedad que ha registrado los máximos progresos en su democracia y el bienestar social de su población en los tres últimos lustros.
Santos ni su Ministra Holguín, se pueden escudar en la falsa independencia de los medios y en la mentirosa libertad de prensa, que es en realidad un sistema antidemocrático desconocedor de los derechos fundamentales de los ciudadanos.
La prensa de Colombia, la radio y la televisión no aceptan el pensamiento crítico, la visión alternativa de las diversas lacras que azotan la sociedad como la pobreza, la violencia paramilitar, la guerra, la concentración de la riqueza, la falta de salud, los "falsos positivos", la corrupción de los políticos oficialistas, la persecución de los movimientos sociales, el engaño a los campesinos y trabajadores, etc.
Quienes piensan diferente -como es mi caso-, nunca podemos tener acceso a los grandes espacios mediáticos para exponer nuestros puntos de vista. Por el contrario, somos objeto de la persecución, la amenaza, la cárcel, el desprecio, el señalamiento y la desaparición física.
Que cese, entonces, la sucia labor de la canalla mediática contra Venezuela para que pueda reinar la armonía entre las dos naciones hermanas.