¿Ejército?: el pueblo con armas. Un legado marxista de Chávez

¿Qué es más difícil, generar o recibir violencia?

En ese dilema estamos moralmente entrampados. El resultado de esa disyuntiva dentro de los espacios lógicos donde nace la política y el discurso político socialdemócrata resulta contradictorio. Unos individuos, incapaces de general violencia, sólo para hacer lógico su discurso, son capaces de servirse de otros que sí han desarrollado de forma irracional, patológica, esa capacidad. La excusa: sostener la Paz, el orden social donde los primeros no se sientan amenazados, física o políticamente. Hacer la guerra en nombre de la Paz. Es como contratar a un pistolero para que nos cuide de un pistolero. El caso es que si tú mismo, mediante tus propios medios, no puedes defenderte de un matón, otro matón no lo va hacer por ti. El hombre débil, en este negocio eres tú. El que tiene todas las de perder eres tú, la víctima natural eres tú.

Generar violencia es connatural a los seres humanos. Pero, cobra un sentido fuera de su propia lógica, torcido, irracional, cuando la violencia es estimulada con chantajes moralistas, con ventaja (quienes la generan están casi siempre a resguardo de ella), sin carácter, sin ninguna fuerza qué mostrar, sin ideales, sin límites y razones, sin una fuerza moral que sea superior a la violencia misma.

El propio ejército de Luis XIV, por esas displicencias para sus servidores, lo hizo preso y festejó su decapitación, aplastando sin un solo gesto piadoso a su dignidad. Así suelen responderle a la historia los pueblos humillados cuando despiertan.

La violencia en la lucha de clases.

Cuando los ejecutores de la violencia son máquinas humanas entrenadas para ejercerla con eficiencia, de forma fría y deshumanizada, con un alto grado de irracionalidad en la obediencia a sus mandos y sin ninguna fuerza moral que la justifique, estamos delante de un ejército de asesinos potenciales, de un sistema de pranes, una organización que se cohesiona sobre la base del miedo y la fuerza bruta. Solo necesitarían ser estimulados adecuadamente para que un grupo de jóvenes soldados asesinen mujeres y niños, hasta pueblos enteros. Basta con hacerles ver como propias las causas de sus señores, de sus amos.

Solo es necesario crear una predisposición psicológica. Técnicamente se trata de desatar todo tipo de fuerzas reprimidas, de miedos, resentimientos, frustraciones, creadas y acumuladas. Y luego encontrar un objetivo claro al cual dirigirla, un culpable contra quien embalarlas. He ahí el uso "ilegítimo" de la violencia, cuando se usa el engaño, el miedo y el sistema de la represión como su asiento, como su "fundamento".

Los soldados rasos son pueblo. Pero forman parte de un pueblo tan amedrentado y desorientado, tan reprimido y desesperanzado como lo son sus propias familias. Son los más pobres, los menos preparados para el engaño, los educados de la sociedad. Si no fuera así, las escuelas de oficiales estarían a reventar, o habría que volver a la recluta para poder rellenar los cuarteles.

En la revolución bolivariana gracias a Chávez se ha estado muy cerca de hacer del ejército, al mismo pueblo en armas. La lucha de clase hubo que continuarla seriamente en los cuarteles y sobre todo en las policías. Chávez hizo lo suyo. Tuvo el instinto para darse cuenta del problema que era tener un ejército, un cuerpo militar, armado, desligado de los intereses de la revolución socialista, al servicio de los enemigos.

La experiencia de las milicias fue una de las ideas chavista más revolucionarias en ese sentido. Fundir al pueblo alzado el 13 de abril del 20002 con el ejército, el necesario entonces, en un componente militar revolucionario, consciente o con consciencia revolucionarias, consciencia del deber social. Pero esa idea chavista degeneró con el tiempo, a favor de la restauración, en un componente devaluado, inferior; quedó para tareas infames y locas dentro del sistema militar. Casi todos ahora son porteros. Quizá uno que otro pícaro. Pero definitivamente minusvalorados por los otros componentes, por el pueblo y por la "revolución" de palabritas. Quizás por ser reservistas. Quizá por ser hombres y mujeres adultos, ex soldados muchos de ellos. Y por ser muchos de origen humilde, sin preparación y sin la posibilidad de recibirla, contando el miliciano solo con su orgullo patrio, con su dignidad chavista. Ahora son dejados de su cuenta o maltratados por oficiales mediocres, formados en la vieja escuela represiva, victimas también estos del sistema "moribundo" y de la "urgencias" de revolución que "quiere nacer".

El caso de las policías, el cual es realmente grave y peligroso, se quiso resolver administrativamente. Eliminando los cuerpos regionales o municipales; creando la Policía Nacional, es decir, unificando los comandos de todas en uno solo. Y con una Universidad.

Sin embargo, se olvidó en todo esto la lucha de clase. Los intereses de clase, Las contradicciones de clase. No se prepararon revolucionarios sino policías. En tiempos de revolución, ser policía es una tarea más del revolucionario y no a la inversa. En revolución, ser policía, inclusive es un contra sentido, por definición lingüística y por razones históricas.

El concepto chavista del ejército, redefinido como pueblo armado, creo que lo entiende todo. Inclusive, el tener que cambiar conceptos y concepciones burgueses que lo definían fundamentalmente como una fuerza represiva. Chávez rescató el ejército bolivariano, o sea, al ejército libertador (de pueblos y de la pobreza, de los privilegios, de la injusticia). Lástima que tal idea haya sido manida, desgatada semánticamente en los discursos, en las arengas fatuas, en los actos de las fechas patrias y en los jueves de viviendas.

El ejército bolivariano definido como el "pueblo armado" significa que el pueblo se arma para defender los intereses de la revolución, a la clase trabajadora y humilde y no los intereses burgueses, al capitalismo, a la Paz burguesa, a la Paz capitalista. Significa que nada deben transar los jefes, los altos comandantes de espalda al pueblo, a todos nosotros. Como que somos los garantes de la revolución socialista.

Y de la policía (o las policías), simplemente esperamos entonces (esperamos sentaditos) que la misma revolución acabara con ese emblema de lo más malo que ha podido engendrar la cuarta burguesa socialdemócrata. Que nos librara de lo más violento y nefasto del sistema represivo capitalista, símbolo distintivo de la sociedad represiva burguesa, clasista, modelo de los métodos represivos modernos al servicio de los privilegios.

La violencia revolucionaria al servicio de la justicia.

La revolución no se debe medir o calificar con el rasero de nuestras propias inclinaciones. El baremo de la revolución es la fuerza moral que podamos alcanzar para desgarrarnos de nuestros cuerpos sociales los valores burgueses encarnados. De sacrificar la vida, si fuera el caso, por liberar a los demás de esas lacras. Defender a muerte la justicia social es un acto valiente de más. Es un valor revolucionario.

Aquellos que fueron a rescatar a Chávez a Miraflores y al Fuerte Tiuna; los mismos que defendieron PDVSA de los meritócratas privilegiados, y de la grey de la clase media, siempre atontada por el lujo y el prestigio de los más ricos, fueron los humildes. Los más pobres. Fueron los "dignificados" por Chávez por un simple pero sincero gesto de amor, de identidad y de solidaridad con sus iguales. Fue la clarividencia de los pobres la que se rebeló sin miedo, no la clase media tonta, o la "militancia política" virtual que se suelen contar en los deseos de sus dirigentes fantasmales…. Esos; aquellos que todos vimos días después en televisión declarando y manifestado sentimiento y cosas maravillosas.

Es por eso que se esperaba de las milicias un cuerpo cívico militar de voluntarios, formado políticamente en la revolución y para defender la revolución. Armado, más que con fusiles, con la misma fuerza moral que los movilizó para rescatar a su líder. Armado con ideas.

40.000, soldados revolucionarios cubanos combatieron como voluntarios en Angola por su liberación. Hoy no se conoce del pueblo cubano una muestra emotiva que no sea de vergüenza revolucionaria y orgullo por esa gesta heroica y libertaria, "bolivariana". Eso debería ser un ejemplo de lo que es un pueblo consciente, revolucionario en armas. De su fuerza moral, clasista, rebelde, socialista. Hoy ese ejemplo inédito en el siglo, solo comparable a la gesta libertadora de Bolívar, debería ser nuestro nivel moral para cobrar consciencia de nuestra responsabilidad con la historia. Perdernos en nuestros propios deseos, inclinaciones y vicios; medir y juzgar al mudo, a los hombres, al pueblo desde ellos, es miserable.

Volvamos al Pueblo Armado de consciencia e ideas que quiso Chávez. Rescatemos el espíritu revolucionario del 13 de abril. Hagamos del ejército uno solo con el trabajador, con el humilde, con el humano y sus causas. Acabemos con los puntos y las rayas fundidos en la tierra y en las mentes por los imperios y los ricos, que separan a los pueblos pobres, como dijo una vez el querido poeta "marxista-leninista" Anibal Nazoa.



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Héctor Baíz

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