Los últimos días del Mariscal de Ayacucho

Este 04 de junio, se cumplen 185 años del vil asesinato del Abel de Colombia, el General Antonio José de Sucre.

Mucho se ha escrito sobre la vida y la trascendencia en la historia de su prese nbcia al lado del Libertador, hoy quiero referirme a sus últimos días antes de que la bala asesina en Berruecos le quitara la vida … AY BALAZO…

Sucre era conocido en el ejército con los apodos de "Mulei" o "Mulengue", alusión que hizo el general Luis Urdaneta, cuando escribe a Juan José Flores desde Tocaima 19 días antes del asesinato: "... A García, el diputado por Cuenca, le instruí de todo lo que debía decir a Ud. y ahora le añado que es preciso que Ud. redoble su vigilancia con el M..." Tres días antes de su muerte, el periódico "El Demócrata" de Bogotá publicó el siguiente artículo: "Acabamos de saber con asombro, por cartas que hemos recibido por el correo del Sur, que el general Antonio José de Sucre ha salido de Bogotá... Las Cartas del Sur aseguran también que ya este general marchaba sobre la provincia de Pasto para atacarla; pero el valeroso general José María Obando, amigo y sostenedor firme del Gobierno y de la libertad, corría igualmente al encuentro de aquel caudillo y en auxilio de los invencibles pastusos. Puede que Obando haga con Sucre lo que no hicimos con Bolívar..."

Como se ve, el asesinato de Sucre fue como una "Crónica de una muerte anunciada", ya que el mismo fue planificado y ejecutado en las Montañas de Berruecos- Arboleda (Nariño) cerca de Nariño el 4 de junio de 1830 con alevosía, ensañamiento, ventaja y premeditación, allí permaneció su cadáver por más de 24 horas hasta que los pobladores de las localidades cercanas le dieran cristiana sepultura. Si el mariscal se hubiese ido por Buenaventura, allí lo esperaba el general Pedro Murgueitio para darle muerte; si optaba por la vía de Panamá lo acechaba el general Tomás Herrera, y desde Neiva lo vigilaba el general José Hilario López. El Libertador, que rara vez se equivocaba en sus sentencias, exclamó: "...Yo pienso que la mira de este crimen ha sido privar a la patria de un sucesor mío..." Bolívar que estaba enfermo en la costa del Atlántico, al conocer el luctuoso suceso, exclamó: "¡Santo Dios! ¡Se ha derramado la sangre de Abel!... La bala cruel que le hirió el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida".

Durante mucho tiempo se corrió la noticia que fue el general Juan José Flores, compatriota y compañero de gestas independentistas quien había ideado el crimen, debido a la simpatía del pueblo quiteño al Mariscal y la posibilidad de éste, al radicarse en Quito con su esposa, la quiteña Mariana de Carcelén (Marquesa de Solanda y de Villarocha) y su hija, de convertirse en el primer presidente del Ecuador – como ocupó las presidencias de Bolivia y Perú –, cargo que ocupó Flores desde 1830. Simón Bolívar le escribe una carta a la viuda del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, doña Mariana Carcelén, agradeciéndole el ofrecimiento de conservar la espada de su esposo el 5 de noviembre de 1830. De esta manera la Marquesa de Solanda cumplió con una de las cláusulas del testamento de Sucre, sin embargo Bolívar en su propio testamento ordenó que la espada del prócer cumanés fuese devuelta a su esposa Doña Mariana Carcelén. Los restos mortales del Mariscal Sucre fueron llevados a Quito por su esposa, lamarquesa de Solanda, y mantenidos en secreto en el Palacio de El Deán, una propiedad familiar ubicada en el Valle de los Chillos, en las afueras de Quito. En 1832 y cumpliendo la voluntad de Sucre, que deseaba ser enterrado en la capital ecuatoriana, son depositados en secreto en el Convento del Carmen Bajo. En 1900, durante la presidencia del general Eloy Alfaro, fueron llevados a la Catedral Metropolitana de Quito, donde ocupa una capilla. Una anciana religiosa, que había escuchado de sus antecesoras la historia, relató al arzobispo de Quito, Federico Gonzáles Suárez, que la Marquesa de Solanda visitaba siempre el altar en donde fueron colocados los restos. Alertado el Gobierno, una junta médica reconoció el esqueleto encontrado, y lo identificó por las heridas de bala en el cráneo y en brazo, producto del crimen de Berruecos y la revuelta en Bolivia. (Sin embargo no existe consenso respecto al paradero de los restos del Gran Mariscal ya que a inicios del siglo XX , la primera mujer que ingresó a la Academia de Historia de Venezuela,Lucila Luciani afirmó en "Maravillosa historia de unos restos" la imposibilidad de que los restos del gran mariscal Antonio José Sucre estuvieran en Ecuador y desglosa una serie de argumentos para afirmar que los restos aún estarían en Colombia)

El catafalco que contiene los restos del Gran Mariscal, está hecho de andesita del volcán Pichincha, y el mausoleo está decorado con alegorías de la Independencia, La Libertad y la Victoria. El Gobierno venezolano donó una réplica de la espada del Libertador, que se encuentra en la pared del mausoleo. En su honor fue bautizada una ciudad de Bolivia, el estado donde nació y varios municipios en Venezuela, un departamento de Colombia, el aeropuerto internacional y varios barrios de la ciudad de Quito y la moneda antigua del Ecuador.

Última carta a Bolívar

Escrita en Bogotá el 8 de mayo de 1830:

"El dolor de la más penosa despedida. No son palabras las que pueden fácilmente explicar los sentimientos de mi alma respecto a Vd.: Vd. los conoce, pues me conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad la que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo conservaré, cualquiera que sea la suerte que nos quepa, y me lisonjeo que Vd. me conservará siempre el aprecio que me ha dispensado. Sabré en todas circunstancias merecerlo. Adiós, mi general, reciba Vd. por gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me hace partes cuente con los servicios y con la gratitud de su más fiel y apasionado amigo verter la ausencia de Vd. Sea Vd. feliz en todas partes y en todas

Sucre fue el más grande monumento a la hidalguía y el más excelso hombre por su gran amor a Bolívar

El conmemorar los 185 años de su muerte , sentimos aún el tronar del fúsil, traicionero que le segó la vida aun siendo un joven lleno de pasión por su gran Patria.

Aún el Panteón Nacional espera sus restos para venerarlos y conservarlos al lado de Bolívar que espera su entrada al recinto con la angustia que vivió desde que se enteró de su asesinato.

NO SE DEBE SER DEBIL, SI SE QUIERE SER LIBRE.



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Antonio Daza


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