Necesidades socialistas, necesidades capitalistas y violencia (y II)

Los bienes cuando estos son mal repartidos.

Cuando las necesidades no son satisfechas o los bienes demandados por la población son mal repartidos siempre traen consecuencias; perturbaciones sociales, violaciones al orden. Marx explica el origen y sentido de las leyes burguesas (modernas) las cuales hoy día siguen siendo una forma de contener estos “disturbios sociales”. (Al mismo tiempo revela  el origen de la acumulación originaria del capital, es el último capítulo del tomo I de El Capital). En ese episodio de su obra, nos dice, entre otras cosas, más o menos, que los primeros burgueses se apropiaron de la tierra que siempre había sido un bien colectivo, y a la la vez se adueñaron de la vida de los campesinos destruyendo su vínculo existencial con ella, apropiándose también  del producto de su trabajo. Estos hicieron las leyes para poder explotar al campesino como fuerza de trabajo en la industria. También para controlar a la población en el nuevo régimen de explotación. Expulsados de las tierras y sin formas de sustento, muchos campesinos migraron a las ciudades para vender su fuerza de trabajo o buscar el sustento de cualquier forma y manera, a través de la violencia o el engaño. Fue entonces cuando se perfeccionaron las cárceles; los patíbulos, los manicomios; el capitalismo desarrolló todo el sistema de justicia moderno, el cual criminalizó la ociosidad y la mismísima libertad, puesto que todo ser humano vivo, víctima del despojo burgués, debía estar preso, encerrado como loco, muerto, o trabajando como una bestia para algún rico propietario. La delincuencia, la naturaleza del delito cambiaría radicalmente su sentido frente a tales normas y condiciones de vida, al punto de ser criminalizada la vagancia y la mendicidad. (Por ejemplo, este “delito” burgués primitivo estuvo tipificado en las leyes venezolanas hasta hace poquito en la famosa” Ley de vagos y maleantes”).

¿Por qué aumenta la delincuencia en una sociedad como la nuestra?  Cuando crece la inequidad. Cuando las cargas no se reparten por igual, cuando la riqueza y el esfuerzo para producirla no son equitativos. Y en nuestro caso, cuando las necesidades colectivas (sean estas vitales o suntuarias) no se satisfacen por igual.

Veamos a un dulce ejemplo tomado de la vida real. Una señora “decente” clase media, del este de Caracas, pagando una pequeña compra en el Excélsior Gamma, lleva a la caja cuatro litros de leche. Cuando toca su turno de cancelar, le dice a la cajera bajito, “señorita, aquí tengo la cédula de mi mamá ¿Será que usted me puede dejar pasar estos cuatro litros de leche con esta cédula?”. Luego la cajera se ríe y le contesta con su mismo tonito secreteado, “señora, esta mercancía la puede pasar libremente, es leche descremada y no está en la lista”.

Bien, se cumple el esquema, la norma básica del cuento que hecha Marx: la señora mientras más necesita satisfacer sus necesidades, más se inclina a violar la ley y corre el riesgo de ser sancionada. Es así como se desdibuja el sentido de la justicia, sancionando a pendejos y favoreciendo descaradamente a los poderosos burgueses de siempre, inventores de la ley, los menos “necesitados”, o sea, a los comerciantes, los productores o importadores (que aquí son los mismos). Los más vulnerables en este sistema son los consumidores con sus hábitos irracionales de consumos y los pobres que ven en ellos (en esos hábitos) la oportunidad de hacer algún negocio. Todos juzgados igual: los picaros pobres y los pícaros “precavidos” de la clase media.

La señora clase media, escrupulosa de la ley, será juzgada pero de seguro que eximida de cualquier desliz sobre la ley; ella solo está desesperada. Mientras los llamados bachaqueros, hoy juzgados y criminalizados, solo se aprovechan de estas distorsiones sociales, que sin violar la ley del todo, se organizan y hacen sus pequeñas ganancias.  Pequeñas; aun los bachaqueros más exitosos, como los que hacen colas en Caracas, jamás ganarán más dinero y vida decente, que Lorenzo Mendoza, La Proter & Gamble, La Nestlé, Colgate Palmolive, Farmatodo, Locatel, Excélsior Gamma, Central Madeirense, y todas su filiales (es decir, el ejército de testaferros y vividores que hay detrás de los pendejos bachaqueros), Estos son los genuinos ladrones, estafadores, conspiradores y delincuentes que atentan contra el pobre, contra la revolución y el socialismo. Los bachaqueros son parte del mismo pueblo humilde chavista que ahora desmoralizados solo reclaman parte del botín.

Apareció el comodín de “el Bachaquero”; apareció una nueva forma de saltarse el control, apareció un nuevo delito, un nuevo delincuente. En nuestro capitalismo actual los únicos que tienen “derechos” para explotar y especular son los ricos y poderosos. Se cumple la máxima burguesa: Mientras más dinero tienes más Decente eres.

Pero este mismo fenómeno capitalista vale para explicar otros delitos más duros. Quiero decir, esta misma inequidad, la incapacidad  -e imposibilidad-  de satisfacer las “necesidades” de todos, motiva igual las otras formas de violar todo tipo de reglas: el sicariato, el robo, el secuestro, la estafa, la delación, yo diría que hasta los delitos psiquiátricos de sociópatas y psicópatas. Es decir, tienen como origen y principio una insatisfacción material (¿espiritual?), una mala distribución de los beneficios, materiales y espirituales.

El otro asunto es que los sicarios, a los cuales hoy día les atribuimos buena parte de la violencia que sufrimos en el país, son nuestros sicarios, no son importados. Todos los estafadores y traficantes locales no vienen de fuera; así mismo pasa con los acaparadores y bachaqueros, no son todos colombianos o de Trinidad; tampoco los invasores de viviendas, las pequeñas mafias y los pranes  no son importados... La mayoría forman parte de nuestro mismo pueblo; de alguna manera han sido criados con esos valores, estimulados o incitados a satisfacer necesidades poco razonables, “suntuarias”; sus lujos, sus vicios, para lo cual se necesita mucho dinero, además de sus obligaciones familiares

Es un error del gobierno no medir cuáles son nuestras verdaderas necesidades y buscar satisfacerlas por igual. Es un error no corregir el problema en su raíz, no ir al origen causante de este estado de injusticia social. Pero además es un mal ejemplo no hacer justicia socialista. La señora del Gamma jamás será castigada como bachaquera, porque a pesar de su “inocente” violación de la ley, es clase clasemedia, es de por ahí. No va ser torturada, desaparecida, ajusticiada, ni violados sus derechos humanos en nombre del interés colectivo, porque ella es el “colectivo”. Pero, si bachaqueas y si vives en un barrio, desesperanzado y abandonado de Dios y de la revolución, lo más  probable es que seas condenado por el bien del “colectivo”, como en la cuarta.

La justicia debería protegernos a todos por igual,  y la única forma posible es en socialismo. Ahora mismo deberíamos dar un ejemplo concreto de justicia, igualando las cargas y las responsabilidades; atacando al capitalismo, confrontando a los capitalistas, a los comerciantes, a los banqueros, a los importadores, a todos los grandes ladrones propietarios del país (y del resto del mundo; al imperialismo y al fascismo y todas sus formas, tanto las policiales manifiestas como las que anidan en la psicología de masas). Esas medidas policiales desesperadas, esas razias represivas recuerdan a la cuarta. Van en sentido contrario al socialismo. Mientras, esos pañitos calientes, esa forma disimulada de organizarles el saqueo a los capitalistas, nos confunden.

Mientras no se razone, no se busque tiempo y espacio para pensar bien las decisiones a tomar,  todos, chavistas y más, estamos en riesgo de perder el espacio conquistado gracias a Chávez, la consciencia social, la solidaridad, el respeto a la vida, inclusive podemos perder la propia vida.



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Héctor Baíz

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