Motín del Cuartel de Chuquisaca

Hagamos alusión de este hecho con lo narrado por Vicente Pesquera Vallenilla en su obra Rasgos Biográficos del Gran Mariscal de Ayacucho Don Antonio José de Sucre:

"tramábase en Chuquiisaca un odioso motín, ( Al amanecer del 18 de abril de 1828) y los tenaces revolucionarios peruanos arrojaban á la enrojecida pira de la discordia todo el combustible de sus pasiones desenfrenadas; motín parricida, que le costó al General Sucre una grave herida que le inutilizó el brazo derecho, lo que no le impidió al valeroso cumanés, cumplir su palabra empeñada con el pueblo boliviano, pues aun cuando no dejó completamente en paz a Bolivia al descender del poder, le dio la vida propia y la condujo por la senda del bien hasta dejarla resuelta á sostener su nacionalidad independiente.

Alimentado el motín de Chuquisaca, tuvo por caudillo al Doctor Casimiro Olañeta, sobrino del General español del mismo apellido. Esta conspiración no reconocía otra bandera que el derrocamiento de la Administración del General Sucre. Entre los corifeos de Olañeta, figuraba como uno de los más exaltados, un señor Berdeja, que gozaba de la amistad de Sucre, y quien se comprometió á asesinarlo; en asecho de su víctima, aprovecho Berdeja una noche la ocasión en que el General Sucre desmontándose de su caballo se quitaba las espuelas dándole la espalda, y sacando un puñal se balanceó sobre él. Sucre al sentir ruido, volvió el rostro, y Berdeja anonadado y cobarde para cometer el crimen, tiró al suelo la alevosa arma. Sorpréndese el héroe, por tan villana acción y le interroga:" ¿Qué es eso Berdeja?" y atemorizado el victimario se arrodilla ante Sucre exclamando: "Máteme General. Yo no merezco la vida; le iba asesinar sin tener más razón sino de que usted es demasiado generoso." Sucre, acostumbrado á discernir el perdón lo levantó, y por todo castigo le impuso el destierro al Perú, obligándose á mantener la familia de Berdeja de su peculio á quien pasaba 100 pesos mensuales.

"A los tres meses después de este suceso escandaloso, regresó Berdeja, y agradecido del General Sucre se consagró a su servicio, con tan decidida fidelidad y adhesión hacía la persona de este jefe, que fue uno de sus mejores amigos y admiradores.

"El funesto motín, motín de cuartel, estalló al fin el 18 de abril de 1828, con todos sus horrores, principiando el alzamiento por el escuadrón de la guardia de honor del General Sucre. Al tener conocimiento del hecho el General Sucre, ordenó á todos sus edecanes montar a caballo destinando al Coronel Alarcón á reunir el cuerpo de policía, para que apoyarse en la operación que iba á emprender, y acompañado del Comandante Escalona, se dirigió al cuartel sublevado, al frente del cual estaba situada una pieza de artillería, mandada por el Sargento Balisea. Al llegar el General Sucre á la puerta del edificio alzó la voz para llamar al orden á los soldados, pero estos en vez de intimidarse, ordenaron a los artilleros hacer fuego, al mismo tiempo que una nutrida descarga de fusilería anunciaba haberse roto las hostilidades. Por fortuna, la Providencia cuidaba de la vida del héroe, porque su existencia debía apagarse con todos sus reflejos de gloria en la terrífica montaña de Berruecos, y el cañón quemó su ceba pero el tiro fatal que debía despedazarlo no salió; lo que notando Sucre, y viendo la ventaja que le proporcionaba aquel casual incidente, cargó con Escalona á los empecinados soldados que le hacían fuego desde la puerta. Los disparos eran certeros y todos iban dirigidos a Sucre, hasta que una bala vino a herirle en el brazo derecho, quedándole completamente inútil. Escalona que en medio de la confusión notó el soldado que había herido al General Sucre, lo clavó con su lanza contra una puerta, trabándose una lucha pavorosa entre aquellos dos titanes contra aquel grupo de conjurados, cuando salió otro tiro del corredor del edificio cuya bala le fracturó también el brazo derecho a Escalona, lo que lo ensoberbeció de tal manera, que tomando las riendas del caballo con los dientes, arremetió al soldado que le había herido dejándolo muerto en el acto, restableciendo a impulso de su heroísmo el orden y la obediencia entre los sublevados.

El General Sucre, que montaba un brioso caballo, no le fue dado sofrenarle á causa de la herida, por lo cual vertía gran caudal de sangre, y azorado el bruto, emprendió con toda velocidad su carrera en dirección al Palacio de Gobierno. Escalona siguió a su General hasta el pesebre á donde llegó el animal con tal ímpetu, que Sucre para evitar ser arrollado contra las divisiones de la caballeza, tuvo que hacer uso del brazo fracturado, y apoyando la mano ensangrentada en la pared, la dejó estampada con tal perfección, que siendo hoy el edificio donde se reúne el Congreso boliviano, se conserva aún entre un cuadro de cristal con marco dorado, mandado hacer por aquel Cuerpo Soberano, con la siguiente inscripción que anatematiza a los parricidas autores de tan horrendo crimen:

"He aquí la mano del Padre de Bolivia, su primer Presidente, a quién la alevosía y la traición intentaron inmolar"

El pueblo de Chuquisaca, apercibido del suceso, se amotinó pidiendo armarse en defensa del orden y la paz publica, y las matronas de aquella generosa población, casi en su totalidad se presentaron bondadosamente á asistir á la ilustre víctima, contándose entre ellas la esposa del mismo Doctor Olañeta, la que, azorada por el suceso, entró tan impresionada al aposento donde se hallaba postrado el noble campeón de la libertad, que prorrumpió en alarmantes sollozos: "General, qué es esto: qué desgracia." "No se alarme usted, repuso Sucre, estas son travesuras de don Casimiro." La noble señora, comprendiendo la felonía de la traición, y revistiéndose de un valor varonil, le replicó "Aunque sea mi marido, maldigo su funesto extravío.

"Encontrabase para esta fecha ejerciendo la Comandancia de las Armas en Potosí, el Coronel López, hombre activo y valeroso idólatra del General Sucre, quien al saber los acontecimientos de Chuquisaca, reunió a 300 milicianos y poniéndose á su frente marchó sobre la ciudad, apoderándose de la Recolecta de San Francisco, ordenando de inmediato el ataque contra la población. Sobresaltados lo amotinados de Chuquisaca, acudieron al General Sucre, exigiéndole mandase a contener a López, quien perseguía á muerte a los sublevados. El General Sucre les hizo presente que él no tenía mando alguno, por hallarse herido, pero las súplicas se hicieron más apremiantes y Sucre vióse en la necesidad de dictar la siguiente nota:

A su gracia el General López.

1º- Se le hace responsable del orden de la capital

2º- También se le hace responsable de la vida del Presidente de la República.

3º- Asimismo se le hace responsable de la inviolabilidad de la Constitución.

Para entregarle a López este despacho, fueron comisionados los señores Verdeza, Calvimontes y Molina: Llegando á la recolecta los comisionados pidieron conferenciar con López, á quien presentaron la comunicación que les investía del carácter de emisarios de paz: López al verse titulado General llamó á su ordenanza y le dijo "Traigame usted las charretera del General;" y rasgando el sobre del oficio empezó á leer, y dirigiéndose entonces al oficial de guardia, una vez que se impuso del contenido, le dijo "Póngame usted presos en la prevención a estos señores." Los emisarios reclamaron su inmunidad, pero el coronel López les respondió: "Soy responsable de la tranquilidad de la capital y ustedes son revoltosos." Y mandando a formar a sus tropas marchó a tambor batiente y bandera desplegada sobre la ciudad. Al aproximarse López, los amotinados huyeron, pero el jefe les hizo una persecución tan activa que los destruyó por completo.

"Interesado el General Sucre en que se averiguase quiénes eran los autores principales de aquel criminal motín, se impuso de que el sargento Balisea, obligado á seguir aquel movimiento contra su voluntad, se había aprovechado de la gran confusión que reinaba en cuartel, para cargar la pieza de artillería que estaba á su órdenes, metiendo primero la bala y después el cartucho de pólvora, lo que ocasionó que ésta no diese fuego, cuando el General Sucre y Escalona atacaban a los amotinados. El General Sucre dando una prueba más de su generosidad, ascendió a Balisea a subteniente y le regaló una regular suma de dinero, con lo que hizo la felicidad del soldado."

Hay otro episodio que cuenta J. M. Rey de Castro, secretario del Mariscal, en su libro Recuerdos del Tiempo Heroico que nos relata que

"Imposibilitado el general Sucre de atender desde su cama a los males del momento que afligen a Chquisaca, í deseando cortarlos, propone a los contendientes:

1º- Que se retiren las tropas del general López, í las de San Francisco, las primeras a Nucho, y las segundas a Yamparaes, dejando la ciudad entregada a sus propios vecinos i sin ningún soldado de guarnición.

2º- Que queden en la capital dos comisionados de cada parte, para transijir cualesquiera dificultades, a fin de que sea completamente restablecida la tranquilidad i la confianza pública.

3º- El general Sucre garantiza con su palabra las condiciones que se arreglen, con tal que no se dispare un tiro de fusil.

4º- El general Sucre retira su compromiso del artículo anterior, si los de San Francisco o el General López piden o toman rehenes; pues no compromete su palabra, si desconfiando de él exigen otras garantías.

5º - El general Sucre hace responsables a los contendientes, si obstinan en no admitir inmediatamente estas proposiciones. I con más especialidad hace responsable al general López del mantenimiento de las leyes i de la paz pública de este departamento.

6º- Siendo el principal objeto evitar hostilidades y que se disparen las armas, quedará todo en el estado en que se halla, hasta que en seis horas del día de mañana se arreglen los contendientes sobre estas proposiciones, y emprenden, a la vez su retirada.

Chuquisaca, a las tres de la mañana del 21 de abril de 1828."

José María Rey de Castro, escribió: "Entre tanto la noticia había consternado a toda la ciudad. El pueblo lejos de simpatizar con los revoltosos, reprochaba su conducta con marcado desdén."

En lo referente a la visita de la señora de Casimiro Olañeta, dice lo siguiente:

"Muchas personas de diversos rangos social, i particularmente varias señoras, se acercaban desde las ocho de la mañana al lecho del dolor, para testificarle su pesar i adhesión. Entre ellas se presentó poco después de esa hora, la señora de uno de los más eminentes próceres de Bolivia; preguntóme si podría ver al general, y con su consentimiento, la acompañé al dormitorio. Allí le expresó, a nombre de su marido, las más sentidas protestas del dolor que su deplorable estado le causaba, encareciendo la sincera lealtad de los ofrecimientos que por órgano le hacía de emplearse en cuanto lo quisiera ocupar; pidiéndole, por último, permiso para que fuera personalmente a verle. Agradeciendo finamente el general esta manifestación, consintió en la solicitada entrevista, diciendo a la señora que nunca podría aceptar servicios rendidos a su persona que viniesen del señor su esposo, después de la desleal conducta con él se había observado: hacía tiempo que su propia conciencia lo había alejado del palacio, sin que por ello alimentase el general la menor animosidad contra él, expresándolo así en varias ocasiones.

"Como a las once del día se presentó, pues, en el dormitorio el dicho señor, i tomando asiento cerca de la cama, reprodujo cuanto la señora había dicho, esforzándose en reiterar el ofrecimiento de sus particulares servicios. "Ellos podrán ser útiles a su patria, le dijo el general, si la consecuencia i lealtad viven todavía en el ánimo de usted. En cuanto a mi persona, los agradezco sin aceptarlos. Emplee usted su influjo sobre la tropa: evite usted que salga del cuartel i haga sufrir al pobre pueblo. Dicen que se habla algo acerca de la República Argentina: hable usted con el señor Bustos, su representante...En fin vaya usted i pregunte qué es lo que quieren......Si piden que yo muera, y esto pudiera salvar a Bolivia de los males que se la preparan, no excusaría el sacrificio. Si no solicitan esto, dígales usted que todo quedará perdonado, que olvidaré los balazos, i sufriré en silencio mis dolores, con tal de que se restituya el orden, y no se dé tal escándalo a la América."

Según Rumazo González, "Olañeta no cumplió con su palabra, tan pronto salió del Palacio cambió totalmente su actitud, pidió que se abriese el salón del Congreso para dar cuenta de lo que había hablado con el Gran Mariscal. En la corte lo que hizo fue hablar en contra de la presidencia de Sucre, la atacó porque ésta era vitalicia, atacó al ejército colombiano y lo achacó de "invasor extranjero"

"Continuaron los desordenes y después de 4 días, la noche del 18 de abril saquearon el Palacio y Sucre protegido por sus amigos trató de fugarse pero le esposa de Olañeta lo denunció a los revoltosos siendo conducido prisionero a una casa cercana al cuartel donde fue protegido por señoras que se disputaban el Honor de curar sus heridas y se alternaban por las noches para cuidarlo, hasta un clérigo dormía bajo su catre. Además la condesa de Linares Doña Josefa, puso al Mariscal una pistola bajo su almohada."

Como comandante de la revolución fue nombrado el coronel Pedro Blanco, jefe en Tarija de un regimiento de caballería. "Pedro Blanco, boliviano era de la misma edad de Sucre y vivió un año menos que éste. En Ayacucho fue ascendido a coronel. Gran amigo de Gamarra, de quien había sido compañero de armas, odiaba a Sucre, y colaboró en todo con el general peruano. Ocho meses después del atentado contra el venezolano, fue elegido presidente de Bolivia por el Congreso. Se juramentó del cargó el 26 de diciembre; el 1 de enero, cinco días más tarde, fue derrocado y asesinado en prisión. Sucre por contraste, se hallaba ya de luna de miel en Quito con Marina Carcelén."

He aquí como sucedió el traslado: ante el eminente peligro que corría el herido, se le propuso trasladarlo al Cuartel, Sucre se negó rotundamente. Don Facundo Infante, Ministro del Interior de Sucre, fue uno de los que le insinuaron su traslado al Cuartel. Ante esta insinuación Sucre le respondió:

"¡Con que usted también, señor Infante, quiere que vaya yo al cuartel. Ya he dicho que no cederé ni a la fuerza.!".

Sucre, ante tantos ruegos de los caballeros más eminentes y de honorables damas y al ver que los revoltosos se habían apoderado de sus Ministros y de uno de sus Edecanes, consistió en irse del Palacio Presidencial dicen que dijo:

"Bien, ahora no se trata de mi propia vida, sino la de varios colaboradores míos, y de la paz de toda la nación. Me trasladaré a la casa de la señora doña Manuela Arana de Frotaura.".

La noche de su mudanza, era nada menos que la del 19 de abril de 1810, día que se conoce en la patria del héroe cumanés, como el del "Primer Grito de la Independencia".

"A la hora oportuna salió el General del Palacio, sin escolta, bajo su sola palabra: llevaba el brazo herido descansando sobre una pequeña almohada pendiente al cuello. Era ciertamente conmovedor esa reducida procesión, compuesta por amigos fieles y de acendrada lealtad, a que circunstancias imprimían algo de lúgubre...El paso lento, el silencio de la noche, la concentración de los que lo acompañábamos; todo daba una triste solemnidad: Patéticamente era realzado el cuadro por las tiernas manifestaciones de doloroso sentimiento que al General hacían las vecinas que ocupaban las tiendas por donde pasaba, sacando alfombras y tendiéndolas bajo sus pies, para que no pisara el suelo frío. Esta elegíaca poesía impresionaba el ánimo más fuerte. El vencedor de Ayacucho.... el Padre Fundador de Bolivia.... el querido del pueblo, reducido a la condición de prisionero, sólo por haber dado ejemplo de respeto a ley..."

Añade Ángel Grisanti: "Como Cristo, el Gran Mariscal recorría su calle de amargura.... pero también como Catón, insensible al dolor y superior al infortunio".

Como ya hemos contado, el único militar que voló en defensa de Sucre y de la ley, fue el coronel Francisco López quien persiguió a los amotinados para hacerlos presos, pero huyeron a la Argentina; donde López los alcanzó y fueron condenados a muerte. Sucre esta vez no tuvo misericordia con ellos. El único que se salvó fue Cainzo.

El Gran Mariscal encargó del poder ejecutivo al General José María Pérez Urdinea,

Mientras esto sucedía en Bolivia en el Perú ocurría lo siguiente, de acuerdo con lo escrito por Arturo Sandes:

"En el momento en que el General Gamarra supo el acontecimiento de Chuquisaca, procedió a herrar los caballos de los escuadrones y mandó a reunir el ejército en el Desaguadero. El Coronel José Felix Castro que se hallaba en Arica viendo embarcarse a las tropas de Colombia, recibió un pliego del General Aparicio en el que llamaba; y que este Coronel en una conversación particular que tuvo en Tacna, dijo que creía que el ejército del Perú debía marchar sobre Bolivia con el fin de reestablecer el orden, y hacer que los pueblos eligieran la forma de gobierno que les fuera más análoga.

La noche del seis del corriente (junio de 1828) que llegué a Tacna con el Coronel Braun, salieron algunos paisanos a las dos de la mañana perorando a gritos al pueblo para que tomaran las armas para acabar con los colombianos.

"En Pascua de Resurrección, quemaron en Tacna la estatua del General Bolívar, y en Arequipa la del General Sucre. El día ocho amenazó el Gobernador de Arica al Coronel Braun con el bergantín de guerra que se hallaba en aquel puerto, y este benemérito Jefe le contestó que lo podían hacer; que él tenía en Bolivia una pequeña fuerza con que haría respetar la seguridad del Gobierno a que pertenecía.

El batallón Cazadores de la Guardia y los escuadrones de lanceros de Bolivia, no respiran sino por el General Bolívar y por Sucre y se hallan dispuestos a sacrificarse por sostener el Gobierno y las personas de estos dos beneméritos Jefes. En Tacna se decía que el General La Mar debía tocar en Arequipa desde donde se dirigía al ejército del General Gamarra.

"Dice también, Machuca que supo que se embarcaron en el Callao veinte oficiales colombianos en un buque que había mandado Merino de Guatemala, para conducir a los que quisieran irse.

"Gamarra, que esperaba en Puno la noticia de la revuelta contra Sucre, cruzó la frontera con los batallones que tenía listo e invadió a Bolivia. Había preparado activamente los ánimos contra los colombianos con el diario El Fénix, en Tacna, y por cartas, anónimos y hojas volantes que regó en abundancia en los poblados. El coronel boliviano Blanco, a cuyas órdenes se hallaban los mejores soldados del país, se le sumó, y recibió en premio el grado de general de brigada. Alegábanse tres razones para la irrupción:"asegurar el orden" ,"proteger" la vida del gran mariscal y responder al reclamo de los bolivianos que pedían su intervención para "arreglar sus propios asuntos". En realidad "la intervención de las tropas peruanas en los asuntos internos de Bolivia obedecía, no solo al propósito de terminar con el predominio del bolivarismo, sino también a la intención, ya bien definida, sobre todo de Gamarra, de unir el nuevo Estado al Perú mediante un pacto de confederación, realizado más tarde por el General Santa Cruz".

Sigamos con la historia redactada por José María Rey De Castro en su libro "Recuerdos del Tiempo Heroico," pág. 257

"Cuando el general Gamarra, General en Jefe del Ejército del sur- del Perú, tuvo noticia de la revolución ejecutada en Chuquisaca, dirijió al Jeneral Sucre desde Puno un oficio, en que, a ser sincero lo que le expresaba, podría rejistrarse como uno de los documentos más notables de americanismo, de gratitud, afección i respeto a la persona. Con frases mui obsecuentes i sentidas, se ofrecía al Gran Mariscal el auxilio de la fuerza peruana, asegurándole no podía nunca consentir en que impunemente se atentase contra el vencedor de Ayacucho, libertador del Perú y que marcharía velozmente a interponerse entre su persona y los asesinos". Mera hipocresía, otras eran sus intenciones.

Rey De Castro escribió: "Penetrando el Jeneral Sucre, con su gran talento político, que esa nota extrañaba algo de muy grave, se apresuró a darle de inmediato contestación. Esta respuesta hace honor a la habilidad i profunda previsión de este eminente hombre de Estado."

Chuquisaca, 10 de mayo de 1828

Señor Jeneral Gamarra:

Mí estimado General.- Sé que usted manda donde mí con pliegos al Mayor Figueroa; pero éste no ha llegado aún, i sí sólo aviso al Prefecto de la Paz incluyendo a la vez el oficio que usted ha pasado el 30 de abril, manifestando los motivos por que se introduce en Bolivia con fuerza armada. Estos, en resúmen, son dos: el primero, salvar mi vida amenazada por unos pocos facciosos en Chuquisaca el 18 de abril; i el segundo, mediar entre los partidos que amenazaba a Bolivia con la anarquía.

Escribí a usted el 27 de Abril detallándole lijeramente aquel suceso, i avisándole que, impidiéndome mi herida ejercer el gobierno, quedaba éste encargado del Jeneral Urdinínea, como Presidente del Consejo de Ministros, a fin de que usted se entendiese con él en lo que ocurriera. Repito lo que éntonces dije: el motín acaecido en Chuquisaca fué obra de 50 granaderos que formaban toda la guarnición, acaudillados por dos sarjentos i por un tucumano tan miserable i tramposo que no tiene camisa, y que estaba resentido por habérsele negado unas indemnizaciones injustas que reclamaba por pérdidas en el Perú i que el gobierno peruano le había negado antes. Luego tomaron parte unos cuantos tumultuarios; pero en tan poco número, tan sin opinión y sin séquito, que puede en verdad calificárseles como una ruin canalla, como jente perdida i hambrienta.

Desde el mismo 18 yo conté que usted i sus tropas podían servirme si las llamaba en un conflicto; pero como la mayor calamidad pública es que tropas extranjeras se mezclen en las disensiones de una nación, me guardé bien de dar aquel paso, i con él un ejemplo fatal. Fui tan circunspecto y precavido en esto, que previne a los Ministros, en medio mismo de lo apuros, que por ningún motivo llamasen un solo soldado colombiano de los pocos que quedaban en la Paz, i que se limitaran a participar el suceso al Jeneral Urdinínea, incluyéndole el decreto por el que se le nombraba Presidente del Consejo de Ministros, a fin de que él tomase las medidas que juzgara oportunas como boliviano i como encargado de la administración.

Entre tanto vino el Prefecto de Potosí con 70 cazadores, i dispersó a los facciosos. Estos huyendo por la provincia de la Laguna, han sido perseguidos por los paisanos y aprehendidos casi todos.

Esta relación fiel le mostrará a usted cuál era el carácter del tumulto de Chuquisaca, i cuál su combinación. Sin pedir auxilio a nadie, he sido sacado de las manos de los asesinos por las tropas y los pueblos bolivianos. Todas las provincias se alarmaron contra los facciosos al conocer la novedad. Acaso usted habrá sabido el entusiasmo de Potosí, Chichas. Cinti, Porco, Chayanta, etc., donde se alistaron más de seis mil paisanos para venir contra los amotinados. He recibido una herida; pero como también he recibido los testimonios del más cordial afecto de los pueblos. Usted supondrá cuánto me lisonjea que mi salvación sea obra de ellos.

Dice Vd. en su nota que viene a mediar entre los partidos. Puedo asegurar que, con la sola escepción de un mu pequeño número de jenios turbulentos o de jente hambrienta y tramposa, los bolivianos aman sus instituciones i están contentos de su situación. Ellos gozan la independencia, paz, libertad i todas las garantías sociales. Si hai quien diga lo contrario, que cite ejemplos y que acuse con hechos de la infracción de las leyes: Dice usted que ha sido llamado por algunos bolivianos; pero el hecho de llamar a extranjeros, no muestra patriotismo, sino un alma envilecida por bajas pasiones. Desde ahora aseguro, que si usted muestra las cartas de los llamadores, son todos de los que acabo de describir. Aun cuando no fueran de estos malvados, no sé dónde encuentre usted el derecho de oírlos. En Marzo del año pasado recibí en la Paz tantas cartas del Perú, de personas respetables i de muchas autoridades, llamándome; i aunque yo tenía allí cuatro mil soldados veteranos, i aunque el Perú no tenía entónces ningunas fuerzas que oponerme, i aunque se me habían hecho insultos personales, me guardé bien de dar el fatal ejemplo de que extranjeros intervinieran en los negocios domésticos de un país.

Dice usted que respetando la independencia de Bolivia, también lo hará a la voluntad nacional. Es inconcebible este respeto a la independencia con la irrupción que usted ha hecho, i que es inaudita en los anales de los pueblos cultos. El Congreso está convocando para el 25 del corriente, o lo más tarde para el 13 de Junio. Él es el órgano de la voluntad nacional; mas la nación no tendrá voluntad libre, existiendo en el territorio una fuerza armada extranjera i metida en el país a título de más fuerte. Usted sabe que tanto he deseado que no haya ningún soldado extranjero al reunirse el Congreso: que en medio de las angustias del erario se están despachando los auxiliares i que si no se han ido todos, es porque ustedes no han proporcionado transportes, i he tenido que pedirlos a Lima. Un tal Reux, que fue el comisionado, escribe que estaría a principios de Mayo en Arica, i su carta la envié al Prefecto de la Paz, para que active el despacho de auxiliares. No queriendo que éstos estén en el país al reunirse el Congreso, sin embargo que fueron pedidos espresamente por el Cuerpo Lejislativo, ¿cómo consentirían los bolivianos, que haya en el territorio intrusos extranjeros al congregarse la representacion nacional? Si el Cuerpo Legislativo quiere tropas peruanas, él las pedirá. Entre tanto, si la voluntad nacional puede espresarse por la opinión pública, yo aseguro que no quieren los bolivianos ustedes se entrometan en sus negocios; i en cuanto a sus votos por la administración, calcúlelo usted sabiendo que en Potosí, Chuquisaca, Oruro, Cochabamba i Santa Cruz no hay un solo soldado colombiano, i que en la Paz sólo quedan momentáneamente como quinientos entre tres mil del Ejército nacional.

En fin, mi estimado Jeneral, agradeciéndo a usted la señal de gratitud a mis servicios al Perú, viniendo a interponerse con su ejército entre los asesinos i mi persona, espero para cumplimiento de este testimonio de aprecio, regrese usted al Perú. Preferiría mil muertes ántes que por mi se introdujese en la América el ominoso derecho del más fuerte. Que ningún pueblo americano dé el abominable ejemplo de intervención i mucho ménos de hacer irrupciones tártaras. Mañana Colombia, más fuerte que el Perú y con algunos más derechos, intervendría en los negocios peruanos; i observando la Europa que nuestros derechos de jentes son el poder y las bayonetas, no vacilaría en darnos preceptos i en disponer de nuestra suerte. Medite usted cuán fatal es la lección que usted ha dado. Habría querido no recibir el favor que usted me ofrece; habría querido ser víctima de las disensiones en Bolivia ántes de haber visto hollar los derechos i la independencia de un pueblo americano.

Escribo esta carta con tantas explicaciones, porque no estando encargado del gobierno, i habiendo cesado mis compromisos con este país el 18 de Abril, puedo tener la franqueza de la amistad. El Jeneral Urdinínea, encargado del gobierno, pedirá a usted las correspondientes esplicaciones, i vengará en todo caso los insultos de su patria. Sabe usted que jamas se ultraja impunemente a una nacion.

Yá que usted me ofrece sus servicios, le ocuparé quizá en pedirle un buque que me lleve de Arica a Guayaquil a fin de Junio, pues no sé si lo aprestarán en Cobija, como lo he solicitado. El 13 de Junio tomaré la Presidencia para el solo acto de entregar la República al Congreso i leer mi mensaje. Después nadie me hará variar de la resolución, que dije a usted en el Desaguadero, de separarme de todo negocio público i de retirarme a la vida privada en Quito.

Dispense usted el desórden de esta carta, pues sobre los dolores de mi herida, tengo actualmente un constipado que me molesta infinito.

Soi de usted su atento servidor

Por el Jeneral Sucre,

José E. Andrade.

Sucre fue hecho prisionero por las tropas de Blanco y lo llevaron al campamento de Gamarra, se pensaba que había sido trasladado a territorio peruano. Sucre, en su mensaje de despedida no dice donde se encontraba, y durante esa prisión del Gran Mariscal de Ayacucho, se hicieron negociaciones entre Pérez y Gamarra, las cuales culminaron en el tratado de Piquiza.

El cumanés, casó por poder en la Paz el 20 de abril con Mariana Carcelén y Larrea, Marquesa de Solanda, residente en Quito, su amigo Vicente Aguirre lo representó en el matrimonio. El Mariscal aguardó su ida a Quito preparando su mensaje de despedida al Congreso de Bolivia.

El 27 de abril de 1828, Sucre le informó a Bolívar de la sublevación de la primera compañía de Granaderos a caballo que formaban toda la guarnición de Chuquisaca. Sucre, le dice: "Creí contenerla echándomele encima, pero habiéndome recibido a balazos me hirieron gravemente en el brazo derecho. Tras este amotinamiento se apoderaron algunos facciosos de la tropa, y pretendieron dar al tumulto un aire de revolución popular. Hicieron reunir tres juntas de Corporaciones y del pueblo en las cuales propusieron desconocer al Gobierno. Fue rechazada hasta la indicación; pero sin embargo el Ministro del Interior fue arrestado, los otros dos huyeron, y yo mismo fuí conducido a una casa cerca del cuartel.

Y dos párrafos más adelante le dijo:

"Debo decir en honor de Chuquisaca que ninguna persona de respetabilidad se ha mezclado en este alboroto; y que en medio de los malvados, mi casa estaba día y noche llena de las personas decentes. Las señoras sobre todo y el clero me han mostrado una amistad y un efecto más allá de cuanto yo puede desear. Esto debía consolarme en medio de los ultrajes que pretendían hacerme los facciosos. Se admirará Vd. de saber que el doctor Olañeta era el Consejero y e director de los malvados....

Mi herida impide que ejerza el Gobierno y lo delegué el mismo día 18 en el Consejo de Ministros conforme a la Constitución. No desempeñaré otro acto de la Presidencia que instalar el Congreso y leerle mi mensaje. Pienso abreviar la reunión del Congreso.

Adiós mi querido General; por septiembre estaré en Quito, pero nadie me hará emplear en servicio público.

LLEVO LA SEÑAL DE LA INGRATITUD DE LOS HOMBRES EN UN BRAZO ROTO, CUANDO HASTA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA PUDE SALIR SANO.

El historiador ecuatoriano Rumazo González en su Biografía de Antonio José de Sucre dice: "Mucha gente odiaba a Sucre en el Perú y algún sector en Bolivia: por muy poderoso, por muy recto en lo político y militar; por muy exigente. Y a causa de lo que representaba: la presencia de los extranjero en aquellas regiones, cuando la guerra había terminado. ¡Se hablaba de ocupación! Un periódico de Lima, El Heraldo, abrió y arreció la campaña contra los colombianos, y en especial contra el cumanés. Seguía soñando el Perú con la absorción de Bolivia

"El historiador peruano Mariano Paz Soldán (Historia del Perú Independiente) expresa cómo dos generales detestaban con saña mayor al mariscal venezolano.

"El general Santa Cruz, estaba poseído de odio o envidia contra el héroe de Ayacucho, y nunca desperdició ocasión para desprestigiarlo, intentando neciamente opacar sus glorias y méritos Gamarra, por su parte abrigaba también profundo resentimiento y emulación con Sucre por semejantes razones que Santa Cruz.

"Gamarra fundó su ira en el hecho que el mariscal no lo hubiese nombrado en el parte de batalla de Ayacucho, Sucre explicó como prestó servicio en aquella acción pero sin relieve alguno. El general irlandés O’Connors en sus Memorias, "le pone la tapa al frasco" escribió que a Gamarra: "No se le vio la cara".

Y continúa su narración Rumazo González con esta frase: "Agitabáse algo tan serio con esta resistencia exterior, con ecos dentro: los soldados colombianos empezaron a sufrir la descomposición de la victoria. Libres de lucha cayeron en la indisciplina. Sucre, ocupado de la política y de la administración entregó al general Córdova el mando del ejército". Córdova no tardaría en ser, también, odiado.

CAUSAS DEL MOTIN DE CHUQUISACA

El historiador boliviano Sabino Pinilla (1875), señala en las paginas 365 - 367 de su obra "La Creación de Bolivia" Comisión Nacional Bicentenario del Gran Mariscal de Ayacucho. Caracas 1995, lo siguiente:

"La ausencia de costumbre de orden y respeto a las leyes, porque en su lugar solo existía abatimiento de los unos y arbitrariedad de los otros; la reacción operada en la idea de los pueblos con mayor violencia de la que era menester, después del triunfo de la independencia; la ignorancia de las doctrinas democráticas que hacían vacilar continuamente a muchos políticos; y en fin, el desconcierto general producido por los quince años de la guerra durante, los cuales se había debilitado los hábitos ultra obedientes y habían producido las ambiciones y orgullo que casi anarquizaron los nuevos estados.

"Apenas llegado a Bolivia el ejército colombiano, comenzó hacerse sentir de un modo bien ingrato.

"Soldados valerosos y altivos, acostumbrados a las fatigas de una campaña permanente llena de privaciones, creyeron en su derecho el desquitarse con usura de sus sacrificios la primera vez que descansaban a la sombra del frondoso árbol de sus glorias. Por eso no les merecieron respeto ni las personas, ni los bienes, ni las costumbres del país, al cual juzgaban independiente por solos esfuerzos.

"En el Alto Perú, pues, adonde llegaron en medio de las más portentosas ovaciones, cometían día a día, minuto a minuto, tropelías y escándalos que hirieron vivamente la dignidad humana y el sentimiento nacional

"El presidente, con objeto de salvar al país de este mal y también de la guerra extranjera, se empeñaba muy diligentemente en restituir el ejército liberador de la patria, ya que las medidas de reformarlo, que tampoco fueron descuidadas, no eran ni podían ser de inmediato éxito".

Sucre para aliviar esa situación hizo salir las tropas colombianas de Bolivia, a otras les dio licencia pero el mal ya estaba hecho.

La mezcla de estos hechos hizo posible el Motín del cuartel de Chuquisaca y con él, el fin de la presidencia de Sucre, quien renunció a la misma el 3 de agosto de 1828 cuando lee su último Mensaje al Congreso.



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Gil Ricardo Salamé Ruíz

Economista, con Post Grados en Industralización y Ecología. Historiador.

 gilrsalame@yahoo.com      @gilricardosalam

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