Ezequiel Zamora, el conuco y agricultura excedentaria

La bala que mató a Ezequiel Zamora aquel 10 de enero (1860) es la causante de los desbarajustes socio-productivos de la agricultura venezolana. Aquella bala, según la historia re-significada, mató a tres, a Zamora, a la Revolución Federal y la justa distribución de la tierra. Con la presencia de Zamora como líder, agitador y defensor del campesinado y de los desposeídos del campo, el tema de la tierra, su distribución y uso, eran la base política del poder transformador de las relaciones de propiedad y producción, en un país que era predominantemente rural, en el cual todavía existían evidencias de esclavismo, feudalismo y otras formas de apropiación expoliadora de la fuerza de trabajo. La oligarquía terrófaga temblaba de pavor ante los avances triunfantes de lo que podido ser una revolución en la agricultura, con epicentro en el rescate de la tierra con los fines supremos del bienestar común. ¡Tierra y hombres libres! Con esa consigna, los vaticinios para la vida de Zamora siempre giraron en torno a la posibilidad de sacarlo de los caminos por donde pasaba, ganando adeptos y sembrando esperanzas. Y la bala llegó. Los oligarcas, cuyos apellidos no han variado, desempacaron las maletas y baúles que tenían preparados para huir, y pasaron casi 140 años disfrutando de las mieles de la riqueza natural venezolana, de sus tierras, paisajes, minerales, petróleo y su renta, hasta que llegó el Comandante Eterno, Chávez.

Tengo la percepción, aunque no la confirmación científica, que Zamora no fue un líder para la subsistencia, sino para llevar a los campesinos más allá de la subsistencia. En situación de hambre estaban los soldados y oficiales de baja graduación, a quienes les revirtieron sus títulos sobre propiedades confiscadas a los enemigos de la República, durante la guerra de independencia. Imposible pensar entonces que la subsistencia era el camino de la Revolución Federal. De allí que, veía los pequeños espacios a los que se reducía la propiedad campesina como una afrenta a las posibilidades que brindaba en la amplia geografía nacional. En otras palabras, para Zamora era bochornoso que la familia campesina estuviera confinada a esos pequeños espacios que apenas daban la oportunidad de mantenerse con vida.

Algunos investigadores han mostrado evidencias remotas de domesticación de plantas en la amazonía, hoy predominantemente brasileña, pero donde interactuaban los ancestros de los indígenas que se asientan al sur de nuestra Patria. Tiempo después, los pobladores indígenas ubicados más al norte desarrollaron al igual que los del sur sistemas itinerantes de cultivo de la tierra, con rotaciones que permitían regresar al cabo de varios años a reutilizar la fertilidad rescatada con el tiempo de barbecho. Este sistema agrícola que incluía un conjunto de conocimientos sobre la potencialidad de los territorios, los ciclos de regeneración de los espacios, las plantas de uso práctico y de buenos resultados para la alimentación y la salud, las capacidades de sustento de comunidades ampliadas teniendo como base la subsistencia. Todo eso constituye la cultura del conuco, con sus herramientas, cultivos, formas de asociación de cultivos, formas de trabajo colectivo con roles bien definidos para los más pequeños hasta los ancianos, y la estrategias de cosecha sin que se aumentaran las pérdidas debidas al error humano. Las pérdidas de los cultivos las gobernaba la dinámica natural de plagas y enfermedades, los consumos por animales silvestres, y los incidentes climatológicos. El conuco era la bodega a la cual se recurría con la certeza que algo habría para alimentarse. El colapso del conuco era una fatalidad y todavía lo es para quienes lo practican. En la agreste región andina venezolana, la agricultura evolucionó hacia la facilitación del sedentarismo, lo cual hace que difiera en características a la agricultura itinerante anteriormente descrita., pero en el piedemonte andino, las áreas boscosas eran utilizadas con prácticas culturales del conuco, hasta que el potencial de riego de algunos ríos permitió también el sedentarismo.

La práctica del conuco se mantuvo inserta en un modelo de poblamiento basado en pequeñas comunidades dependientes de centros de poder ubicados en ciudades con mejores condiciones de vida económica y social. Los campesinos vivían en un ir y venir del conuco, arriando algunas bestias al regreso, cargadas de frutos diversos y de agotamiento. La dinámica de lo rural a lo urbano fue progresivamente conspirando contra la práctica del conuco como sistema agrícola. La rotación de la tierra se hizo en ciclos más cortos y con menos descanso en barbecho, el conuco agonizó y aunque no feneció quedó como reliquia romántica del pasado, y hoy día es estudiado para re-significar el valor ecológico-ambiental de estas prácticas.

Las políticas que trataron de frenar el descontento campesino, en la IV República, produjeron nuevos arreglos en el patrón de asentamiento de los campesinos; el rescate de tierras convenido con los terratenientes, además de haber sido un buen negocio político y económico para la clase dominante, contribuyó a la fragmentación de la propiedad rural hasta llegar a lo que hoy tenemos(no son conucos) que no hemos podido superar: menos del 20 % de la tierra está en manos de la población campesina, indígena y pequeños agricultores. Pero, posiblemente lo peor fue que la población campesina estaba obligada a participar en la agricultura de altos insumos, con menor diversificación productiva, hasta que la sensación de exclusión que planteaba el modelo de desarrollo implantado, sustentado sobre la factura petrolera, quebró la esperanza del campesinado que decidió migrar en busca de mejores oportunidades. El futuro esperanzador nunca llegó, y lejos de eso hoy son parte de los cordones de miseria y abandono en las ciudades, de esos centros de poder urbano, que subvaloran la agricultura como instrumento de desarrollo. Y asunto curioso, siempre el nombre de Zamora fue parte de los discursos con los que se arengó a los campesinos cuando se le entregaron miserias para aplacarles.

El siglo 21 se inicia con el conuco en quiebra, con la agricultura industrial de altos insumos muy ineficiente y destructiva, con una pequeña y mediana agricultura con mucha potencialidad para participar en el abastecimiento del país pero desatendida por las políticas de fin de siglo, y con ejemplos conspicuos e interesantes del afloramiento de la agricultura comunal. Estuvimos en el mejor momento del caldo de cultivo de las grandes revoluciones: la tenencia y uso de la tierra como parte de las contradicciones del modelo capitalista. Creo que desperdiciamos tiempos valiosos, porque la burocracia no logró cuajar el discurso ferviente del Comandante Eterno y hacerlo realidad. No hay dudas sobre el rescate de grandes propiedades; hay dudas en la distribución y uso socialmente deseable de la tierra.

Eso sí, lo que va de este siglo 21 lo marca el poder constituido en la urbanidad dispuesto a traer de cualquier parte del mundo, con las divisas petroleras, lo que haga falta. Esa iniquidad hace que el esfuerzo nacional por desarrollar y consolidar una nueva agricultura se opaque. La retoma política del pensamiento zamorano como raíz de los cambios que debían darse en la tenencia y uso de la tierra en esto últimos 15 años ha podido rendir mejores frutos, pero nuevamente la mezquindad de las mentes atrapadas en el rentismo nos llevaron continuar importando para satisfacer la demanda de alimentos de una población creciente y con capacidad de compra, sobre la base distributiva de la renta petrolera. El resultado está a la vista, las importaciones agrícolas superan los 8.000 millones de dólares; y aún así, el desabastecimiento y la especulación rondan por doquier. Y a veces, en algunas tertulias se llega a sugerir que parte de quienes hacen la guerra económica cohabitan con nuestro gobierno.
Entonces, en cadena nacional reciente, se argumenta que el abastecimiento y la lucha contra la especulación la ganará el conuco per se. Me pregunto:
¿La ganarán los desposeídos?

¿Estamos hablando del conuco ancestral o de otro asunto? Esa es una falacia tamaño del pico Bolívar si la verdadera razón de estos fenómenos no se ataca de raíz. Hay que replantearse a Zamora en el ambiente de una revolución en la agricultura, que asuma las filosas aristas irresolutas en estos 154 años, desde que la bala se llevó a Zamora; que dé al traste con el rentismo alienante, y vaya contra la bajeza del funcionariado que solo ve con los ojos de Rico Mc Pato, los dólares que se embolsillan con los sobreprecios de las importaciones, y que no parecen causar estupor a nadie.

Si esa ruptura paradigmática ocurre, la práctica ancestral del conuco podría aportar algunos elementos conceptuales para la nueva agricultura; pero no en un enfoque de subsistencia sino más allá de la subsistencia, con el reimpulso de la agricultura familiar y comunal, con nuevos arreglos tecnológicos para la transición hacia la producción agroecológica; y con ajuste de las escalas de producción con tecnologías amigables con la madre tierra. Y más allá de la subsistencia también significa una agricultura excedentaria que evite las presiones del contrabando de extracción con destino a Colombia, norte de Brasil, Guyana y varias islas antillanas.

Todavía estamos a tiempo para detener la segunda bala, la que ha querido matar a una de las raíces de le revolución bolivariana, la Memoria de Zamora que arenga: La tierra no es de nadie, es de todos.


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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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