Cultura venezolana del siglo 21 (notas)

El más alto peldaño en el que puede situarse una cultura, es aquel en que todos y cada uno de los sujetos, susceptibles de identidad, dignidad, gozo y disfrute, que ésta proporciona, desarrollen la mejor capacidad para defenderla (en cualquier terreno, sea cual fuere la amenaza, los ataques, dirigidos o colaterales) de los asechantes procesos de la colonización.

Una revolución solo puede justificar su existencia si lucha contra todo obstáculo en procura de la concreción de los máximos ideales de justicia en su tiempo, y ello solo es posible a través de los cambios radicales que se logren sobre la cultura existente, es decir, una revolución tiene la licencia de inventar, según su necesidad, la cultura que aspira.

Toda cultura es constantemente hostigada por otras que se reconocen a sí mismas como superiores. Es lo que se denomina, en otras palabras, como "guerra cultural", la que se desenvuelve en el marco de otra mayor, tan o más grotesca, justificada por la mera necesidad de recursos materiales. Es decir, las modernas guerras culturales basadas todas ellas en la superioridad financiera y tecnológica, no persiguen otra cosa que satisfacer instintos primitivos y no como podría suponer el desprevenido observador: el dominio del otro por la supremacía cultural, cosa que a nuestro entender no existe.

La neocolonización es el mismo antiguo proceso de colonización en donde la guerra cultural conforma su avanzada. De alguna manera pareciera una guerra civilizada por el largo tramo de ablandamiento al que son sometidos los pueblos en esa estrategia de guerra global impuesta por el imperio, pero en el fondo es más cruel que su predecesora, no deja nada desde donde comenzar de nuevo: persigue y extermina la identidad.

Las guerras culturales por su naturaleza se desarrollan de forma soterrada, no por ningún pudor, sino por los escenarios en donde se desarrollan, los inermes campos del inconsciente, aunque sus acciones concretas son de las más abiertas y ampliamente difundidas, sus conquistas se desarrollan en el ámbito inmaterial.

La aculturación o conquista cultural, en términos de agresión, se hace presente, quizá con mayor fuerza, en las cosas más sencillas, aquellas que por su aparente insignificancia parecieran inofensivas, pero que en realidad son tan o más devastadoras que las armas de destrucción masiva.

Cuando nuestros iconos y referentes usan la simbología del enemigo, camuflada en el lenguaje, formas, usos, maneras y costumbres cotidianos, por muy chovinista y recalcitrante que pudiera parecer el señalamiento, no lo es. La guerra cultural se empieza a ganar o perder en los pequeños detalles.

La mayor fortaleza de una cultura, la alcanza cuando esta se encuentra, o ha logrado arraigarse, en los delicados terrenos de la inconsciencia de un pueblo, haciéndola impenetrable por otra, cuaquiera que sean sus fortalezas. Para ello es necesario pues, que todo su patrimonio, considerado como sus valores esenciales, aquellos que ya existen y los que están por inventarse, materiales e inmateriales, no solo se hagan conscientes a través de todos los procesos formativos, sino que también bajen (o suban) a la plataforma de la inconsciencia (habría que analizar cuáles serían los mejores métodos de esa totalidad de procesos formativos para el logro de tan revolucionaria tarea) constituyéndose en su intuición, su mapa cosmogónico, como los hipnóticos llamados de una guarura, como el nexo indisoluble con la ancestralidad.

¡Chavez vive!
¡La lucha sigue!
¡Viviremos v venceremo!
Hasta la victoria siempre.

 



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Milton Gómez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

 miltongomezburgos@yahoo.es      @MiltonGomezB

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