El Presidente Nicolás Maduro al anunciar la creación de una Comisión para la transformación de los cuerpos policiales y la construcción de un nuevo sistema policial, planteo la idea de una revolución política en este ámbito de funcionamiento del Estado. Es la tarea que ha sido encomendada a Freddy Bernal.
Producir un viraje radical en dicha estructura de control y manejo de violencia legítima, implica hacer una profunda reflexión sobre diversos temas antes de tomar decisiones sustantivas. En ese sentido se puede plantear un marco analítico que incorpore elementos de filosofía política, de teorías de la organización y gestión, de modelos anticorrupción, de sistemas de control y de formas de socialización de universales éticos y particulares normativos que permitan materializar de manera cierta la hegemonía del pensamiento bolivariano y socialista en un nuevo sistema policial que refleje la plenitud de los derechos fundamentales del ciudadano consagrados en la CRBV.
Acerquémonos en principio a una reflexión general sobre la noción policial en relación con la política y de manera más puntual con la democracia popular asociada a las formas comunales del Estado y la participación protagónica del pueblo.
Me valgo de las consideraciones incorporadas en la reflexión de M. Foucault y de J. Ranciere sobre la materia.
Foucault describe el "Estado de policía" como el conjunto de los medios que hay que poner por obra para asegurar, además de la tranquilidad y del buen orden, el "bien público", tal es en general lo que en Alemania y en Francia se ha llamado la "policía". Conjunto de las leyes y reglamentos que se refieren al interior de un Estado y que tienden a afirmar y a aumentar su potencia, a hacer un buen empleo de sus fuerzas y a procurar la felicidad de sus súbditos. Así entendida, la policía extiende su dominio mucho más allá de la vigilancia y el mantenimiento del orden. Tiene que velar por la abundancia de la población, por las necesidades elementales de la vida y por su preservación, por la actividad de los individuos, por la circulación de las cosas y de las personas. Como se ve, la policía es toda una gestión del cuerpo social. Este término "cuerpo" no ha de entenderse de manera simplemente metafórica, pues se trata de una materialidad compleja y múltiple; la policía, como conjunto institucional y como modalidad de intervención tiene a su cargo el elemento físico del cuerpo social, en cierto modo, la materialidad de esa sociedad civil de la cual en la misma época se trataba de concebir su condición jurídica.
En Foucault la política (o, más precisamente las políticas) aparece vinculada a su desarrollo sobre el "arte de gobierno" y las prácticas de policía.
Este autor describe al poder del Estado desde un esquema de soberanía. El tipo de poder del Estado es llamado "política" , y se diferencia, de la forma de ejercicio del poder que se desarrolla en el ámbito de la familia, al que se le da el nombre de "economía"; o al de la forma de poder que uno ejerce sobre sí mismo, al que se denomina "moral". Estos últimos sí van a vincularse con los principios de gobierno.
El problema de los teóricos primigenios del "arte de gobierno" era el de establecer una conexión entre esquemas aparentemente incompatibles, es decir, el de incorporar la economía al gobierno del Estado. Pues, si la administración del Estado (la política) se rige con un esquema de soberanía, ¿cómo es posible que se vincule, por ejemplo, con el gobierno de sí mismo (la moral) o el gobierno de la familia (la economía), que se rigen por los principios de gobierno? La respuesta que se plantea consiste en que esto es posible porque entre unos y otros se puede establecer una continuidad esencial que se expresa en una relación ascendente y descendente. Ascendente en el sentido de que para poder gobernar al Estado, primero hay que saber gobernarse a sí mismo y a la familia; y descendente en el sentido de que si el Estado está bien gobernado, también lo estará la familia y cada uno de sus integrantes. Sin embargo, esta respuesta es aún insuficiente, puesto que no conduce a establecer para la economía y la política un principio unificado de gobierno. Para lograr esto había que superar las distancias entre los principios de la teoría de la soberanía y del nuevo "arte de gobierno".
Hasta el siglo XVIII, el desarrollo del gobierno estaba bloqueado, atrapado entre dos polos. El marco de la soberanía era demasiado rígido para incorporar los principios del gobierno. ¿Cómo se ha desbloqueado, entonces, este nuevo arte de gobierno? Foucault encuentra la respuesta en el surgimiento del problema de la población a partir del súbito aumento demográfico que permite que las cuestiones de la economía superen el ámbito de lo familiar para vincularse con un problema de la sociedad en su conjunto. La economía deja de ser familiar para constituirse como "economía política", es decir, el estudio de las formas a través de las cuales una sociedad produce sus riquezas, su salud, la duración de sus vidas. En este sentido, la familia deja de ser un modelo de gobierno específico para constituirse como un instrumento privilegiado para el gobierno de la población.
El nacimiento del problema de la población permite que el "arte de gobierno" trascienda el marco de la familia y que, poco a poco, los programas estatales vayan incorporando la lógica de gobierno. Este proceso es el que Foucault denomina "gubernamentalización del Estado" (1), que se vincula con la progresiva incorporación de la lógica del gobierno a las prácticas estatales, desde el siglo XVIII en adelante, luego del desbloqueo del arte de gobierno que se opera entonces.
Una de las tecnologías centrales de este nuevo arte de gobierno es lo que, en los siglos XVII y XVIII se denominó policía. Como nos recuerda Foucault (2):
A partir del siglo XVII, va a comenzarse a llamar "policía" al conjunto de los medios por los cuales se puede hacer crecer las fuerzas del Estado manteniendo al mismo tiempo el buen orden de este Estado. Es decir la policía, va a ser el cálculo y la técnica que va a permitir establecer una relación móvil, pero a pesar de todo estable y controlable, entre el orden interior del Estado y el crecimiento de sus fuerzas.
Queda claro que las prácticas de policía comprendían a un universo de acciones mucho más abarcativas que las que se les atribuye contemporáneamente, y que las mismas no poseían aún el sentido que en nuestros días se le asigna a lo policial. Foucault plantea que el objeto de la policía será el "buen empleo de las fuerzas del Estado". Para ello se ocupará del número de hombres del Estado, de las necesidades de la vida (alimentación, vestimenta, vivienda, calefacción, etcétera), de la salud, del trabajo de los válidos y la ayuda a los inválidos, así como de la circulación. En palabras de Foucault: en el fondo lo que la policía va a regular y lo que va a constituir su objeto fundamental, van a ser todas las formas, digamos, de coexistencia de los hombres, los unos en relación a los otros [...] Los teóricos del siglo XVIII lo dirán: de lo que se ocupa la policía, en el fondo, es de la sociedad.
En resumen: 1) Para Foucault, se establece en los siglos XVI y XVII una primera diferenciación entre el arte de gobierno y el ejercicio del poder soberano. 2) Hasta el siglo XVIII, y el surgimiento del problema de la población, el arte de gobierno se encuentra bloqueado. 3) Con el desbloqueo del arte de gobierno se desarrollan diversas técnicas de policía, cuyo fin es regular las relaciones entre los hombre. 4) En este marco, las políticas se constituirán como nuevas instancias de pensar por ellas mismas la racionalidad de gobierno. 5) En este sentido, puede establecerse una vinculación entre las políticas y las diferentes prácticas de policía que se desarrollan al interior de las fuerzas del Estado. 6) En esta concepción, se refleja claramente una primacía de la dispersión por sobre la articulación, aunque esta última no está absolutamente ausente.
En este sentido, la política supone la irrupción de lo que J. Ranciére denomina "el desacuerdo". Éste no es ni el desconocimiento ni el malentendido. Más bien, es una situación en la que está en pugna la misma significación. Como expresa Ranciére, el desacuerdo no es entre quien dice blanco y quien dice negro, sino entre dos formas distintas de entender el significado de la blancura. En este sentido, no hay política sino por la interrupción, la torción primera que instituye a la política como el despliegue de distorsión o un litigio fundamental (3).
La interrupción, señala Ranciere, es un dato fundante de la política. La misma supone la emergencia de una parte que hasta entonces no era contada, no tenía existencia. La política, en este sentido, es algo muy distinto a la lógica que cuenta y reparte las partes ya existentes. Ranciére lo deja en claro cuando plantea: generalmente se denomina política al conjunto de los procesos mediante los cuales se efectúan la agregación y el consentimiento de las colectividades, la organización de los poderes, la distribución de los lugares y funciones y los sistemas de legitimación de esta distribución. Propone dar otro nombre a esta distribución y al sistema de estas legitimaciones. Propone llamarlo policía (4).
Política y policía, agrega Ranciere, constituyen dos lógicas de acción completamente heterogéneas. La policía, a la que por supuesto éste toma haciendo referencia a los análisis foucaultianos, separa el discurso del ruido. La política hace escuchar como discurso lo que no era escuchado más que como ruido. La política es la única actividad que puede deshacer el orden de lo policial. Para ello es necesario que aparezca el desacuerdo, y que a partir de un acto litigioso se lleve a cabo una ruptura que conduzca a una nueva representación del espacio donde se definen y reparten las partes. Que no es más que la democracia como autogobierno de las masas.
Ranciere plantea que aunque la política se tope en todos lados con la policía, el encuentro de ambas lógicas es el encuentro de los heterogéneos. Y, por ello, hay que renunciar a los conceptos que tratan de generar un pasaje entre los dos dominios. Para Ranciére, esto es lo que hace Foucault a partir de su concepto de poder, que establece que como en todos lados hay relaciones de poder, todo es político.
El concepto de poder permite concluir desde un "todo es policial" a un "todo es político". Ahora bien, la consecuencia no es buena. Si todo es político, nada lo es. Si, por lo tanto, es importante mostrar, como lo hizo magistralmente M. Foucault, que el orden policial se extiende mucho más allá de sus instituciones y sus técnicas especializadas, es igualmente importante decir que nada es en sí mismo político, por el solo hecho de que en él se ejerzan relaciones de poder. Para que una cosa sea política, es preciso que dé lugar al encuentro de la lógica policial y la lógica igualitaria, que es la de la democracia como autogobierno de las masas, el cual nunca está preconstituido.
Hoy la policía, en la lógica neoliberal, es esencialmente control. Es la sociedad del control biopolitico, de los diagramas de control. De ese aspecto nos ocuparemos en otro texto para profundizar este debate planteado con la creación de la Comisión para la revolución policial.
Notas.
1. Ver de M. Foucault Seguridad, territorio, poblacion, disponible en el siguiente enlace electronico http://monoskop.org/images/6/64/Foucault_Michel_Seguridad_territorio_poblacion.pdf
2. Ver el texto Seguirdad, territorio, población en el enlace indicado.
3. Ver de J. Ranciere el texto Politica, policia y democracia en el siguiente enlace electronico http://www.academia.edu/4248633/Rese%C3%B1a_de_Pol%C3%ADtica_polic%C3%ADa_democracia_de_Jacques_Ranci%C3%A8re
4. Ver de J. Ranciere El Desacuerdo disponible en el siguiente enlace electronico http://bibliophiliaparana.blogspot.com/2011/07/ranciere-jaques-el-desacuerdo.html