Lo que Maneiro no tuvo tiempo de enseñarle a Hugo Chávez

            Alfredo Maneiro, un comunista que llegó a tener el respeto y admiración de Chávez, antes de que éste último alcanzara el talante político que lograra, decía ya a principios de los años 70 (en plena  debacle de las opciones de izquierda en Venezuela) que un partido debía tener tanta “eficacia política” que le permitiera alcanzar el poder político, como “calidad revolucionaria” entendida esta última como “capacidad probable de sus miembros para participar en un esfuerzo dirigido a la transformación de la sociedad, a la creación de un nuevo sistema de relaciones humanas”.   

            Asumiendo la óptica de Maneiro, en cuanto a las categorías “eficacia política” y “calidad revolucionaria”, podríamos decir que no es demostrable aún que el PSUV, como el Partido de la Revolución, tenga las condiciones indispensables que según Maneiro requería una alternativa política desde el campo de la izquierda para hacerse exitosa en el país.

            No está plenamente demostrada la eficiencia política del Partido (PSUV), quien apenas ha logrado mantenerse en el poder y después de la ausencia de Chávez (5 marzo de 2013) evidenció que como maquinaria política, a pesar de los ingentes recursos materiales con los que ha contado, en las elecciones del 14 A, mostró magros resultados electorales que dejan evidencias irrebatibles de su debilidad y escasa eficiencia; pero si de la calidad revolucionaria del Partido se trata, aquí es donde mayores debilidades podemos encontrar en el PSUV, especialmente después de Chávez.

            Hay que admitir que el PSUV nace, a partir del 2008, como una necesidad de la revolución en el poder, como un requisito indispensable que busca  darle solidez política y programática a una propuesta política en construcción, el chavismo, que antes del Partido ha tenido como referente esencial a un hombre, Hugo Chávez y sus ideas progresistas y su convencimiento de la necesidad de transformar la realidad política, social, económica, cultural, etc. del país, como bien  lo recogen documentos que conceptualizan al Partido, donde que señalan          

“Chávez, receptor del poder delegado voluntaria y fervorosamente por millones de hombres y mujeres, ha querido y ha logrado transferir ese inmenso poder a la única instancia capaz de gestionarlo sana y sostenidamente: un Partido, http://www.psuv.org.ve/psuv/.

            Como ha dicho Wladimir Acosta, después de 15 años de chavismo en el país basta que una sola vez se pierdan las elecciones presidenciales para que la continuidad del proyecto chavista se vea trastocado (y quién sabe si hasta derrotado definitivamente). Según parece, desde esta óptica, la permanencia del chavismo en el gobierno central es fundamental para garantizar la continuidad del proyecto político que iniciamos en el año 1998.

            Volviendo al asunto de la eficacia política que plantea Maneiro, como requisito del Partido, y cruzándolo con el planteamiento de Acosta, queda claro que si el PSUV con los niveles de eficiencia (que calificamos de escasos) alcanzados desde 2008 a 2014 ha servido para que el chavismo se mantenga en el poder, a mediano plazo se verá sometido a exigencias mayores. Es pertinente recordar el fracaso de la campaña por los 10 millones de votos que impulsó el propio Chávez, primero en 2006 y posteriormente en 2013, a pesar de haberse alcanzado el triunfo de Chávez en ambas se evidenció que los aparatos electorales partidos, movimientos, agrupaciones, etc., con que se contó no cubrieron las expectativas previstas inicialmente.

            En relación al tema de la calidad revolucionaria del PSUV, considerando los criterios establecidos por Maneiro al respecto, no parece claro que existan evidencias que quienes están dirigiendo al Partido estén planteándose participar en un esfuerzo dirigido a transformar la sociedad ni mucho menos a la creación de un nuevo sistema de relaciones humanas, especialmente si consideramos más lo que hacen que lo que dicen estos dirigentes.

            En las múltiples críticas que Maneiro siempre hizo a gobiernos de la cuarta república siempre denunció “la capacidad paternalista de jugar a las necesidades populares para narcotizar al pueblo”; la necesidad de que la propuesta política alternativa de izquierda superara la “suicida dependencia de la abundancia petrolera”; planteó la necesidad de “impulsar una democracia revolucionaria” y denunció que en la izquierda “la polémica franca y real es sustituida por discusiones bastardas”.

            La propuesta política de Maneiro, quien lastimosamente falleció con apenas 45 años, terminó dándole vida a la Causa R, la que después de presentarse en diversas elecciones como opción de izquierda radical terminó siendo degenerada por quienes la dirigieron, para terminar aliándose finalmente con los partidos de derecha,  enemigos históricos del pueblo y de las causas populares.

            Ojalá las interpretaciones Maneiro para la construcción de una alternativa al capitalismo encuentren vigencia en una revolución que después de 15 años enfrenta actualmente severas contradicciones.



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Carlos Luna Arvelo


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