Nuestro presidente Nicolás Maduro ha ejecutado su mayor acierto como conductor de la Revolución Bolivariana al anunciar una revisión exhaustiva y reestructuración de su gobierno, acompañada de tolerancia e invitación al debate sobre las críticas constructivas que fortalezcan la revolución.
En construcción del socialismo bolivariano y en un Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia como lo establece nuestra Constitución, nadie puede pretender que las órdenes no se discutan o que el subalterno adopte la sumisión como ley para sobrevivir, sólo capitalistas que se oponen al protagonismo popular, intentan callar las voces que proponen debate.
La historia ha tenido revoluciones que se contagiaron de un instinto esclavista más anacrónico que el de la Burguesía, la cual en su particular Derecho ya consagró instituciones como el Debido Proceso, el Derecho a la defensa, el Derecho a ser oído, la Presunción de inocencia, la Apelación y hasta el Recurso de Amparo en casos de indefensión. Por ello ratificamos que el socialismo no tolera el abuso de poder, ni autoritarismos, mucho menos ciudadanos de primera y de segunda.
Entre revolucionarios es de suma importancia clasificar la crítica para entenderla cabalmente y extraer lo mejor de las observaciones que diferentes actores de la sociedad formulan a la gestión pública y privada en una nación, desde cualesquiera que sean los espacios disponibles para tales fines.
No todo el que critica es malo ni es enemigo, al contrario, expresar la verdad a un camarada es acto genuino de lealtad. Peligroso es el aplauso insincero para conservar parcelas.
Decidir sobre los asuntos del país le toca a quien ha sido elegido para ello (así lo dicta la legitimidad de origen); pero no es menos cierto que la legitimidad de ejercicio supone el diálogo con todos.
