III Congreso del Psuv, inflación escasez y crisis económica

En su definición clásica (Duverger, Sartori, Mitchel, Lenin) los partidos políticos son espacios para el debate y análisis de los problemas centrales de la sociedad, con el fin de plantear soluciones y alternativas que el Estado debe convertir en políticas públicas. Así funcionan los agenciamientos revolucionarios en las sociedades modernas. Además, son escuelas de educación y formación de sus militantes en los postulados y plataformas ideológicas que sirven de soporte a su acción colectiva.

En ese sentido, el amplio debate que cursa en la actualidad como parte de la preparación del III Congreso nacional del Psuv es de un gran impacto político. Es un hecho de enorme trascendencia que involucra muchos campos de la vida pública democrática de la nación. Para bien o para mal. Por que lo digan o se callen, es, será inevitable asumir ese formidable proceso que involucra a millones de ciudadanos en calidad de militantes de las ideas del socialismo bolivariano.

Y no se trata de un mero simulacro, de una ficción, de una demagogia sin limites, a la manera como lo sugiere el filosofo francés Baudrillard, para quien el destino y la condición de las sociedades actuales es que cualquier hecho tiende a degradarse como tal y a pasar a ser espectáculo u objeto de consumo, al margen de que sea verídico o falso. Informaciones e interpretaciones, emitidas y recibidas en alud, se igualan en calidad de meros simulacros de la realidad.

Para Baudrillard las actuales sociedades se caracteriza por una doble concentración humana: la concentración física en grandes urbes o enormes zonas metropolitanas y, paralelamente, la conexión telemática en grandes redes comunicativas que potencialmente enlazan todo el planeta en una sola “globalización”. Esta doble intensísima interacción humana en las ciudades modernas y en la “telépolis” o “cosmópolis” global que es Internet es la clave para la condición humana contemporánea y provoca fenómenos significativos. Paradójicamente, la globalización telemática, económica, tecnológica o turística parece alejarnos violentamente del “mundo”, la “realidad” o la “verdad de las cosas”, más que aproximarnos suavemente a ella. Esta es quizás la gran paradoja de la sociedad avanzada centrada en las tecnologías de la comunicación, de la “sociedad del conocimiento”, de la “condición posmoderna”.

La veloz circulación de informaciones y el choque constante de las infinitas interpretaciones (también las manipulaciones conscientes) tienden a igualarlas en forma de “simulacros”. Se desvanece la distinción entre verídico y falso; como en la caverna platónica: solo hay imágenes entre imágenes, opiniones frente a otras opiniones, informaciones diversas, pero no “La Verdad”. Es más, Baudrillard insiste en que en las sociedades avanzadas actuales cualquier hecho, “realidad” o “verdad” tiende a degradarse, ya sea a “espectáculo”, ya sea a “consumo”, ya sea –indistinguiblemente– a ambas cosas. Por eso, actualmente, tanto la ciudad como Internet caen bajo el signo del consumo y el espectáculo; incluso la cultura se vive necesariamente como hecho “espectacular” y proceso “consumístico”, con sus modos, sus mitos, sus efímeros panteones, los breves instantes de gloria que tan pronto otorga gratuitamente como olvida catalépticamente.

Según la teoría del simulacro de Baudrillard, este es el destino y la condición de la actual sociedad simulacro. En ella domina una mera apariencia de verdad que, además, esconde que solamente es una apariencia y, así, desvía la atención de la única “realidad” o “verdad” posible, que es, precisamente, el propio simulacro. Baudrillard dice: “El simulacro no es el que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es verdadero”. El simulacro –cuando se sabe que lo es, no engaña, es lo que es. El engaño tiene lugar cuando se quiere hacer pasar un simulacro por verdad; más radicalmente: cuando se dice que hay verdad, y no simulacro.


La propensión al simulacro es mayor cuando la crisis social irrumpe espectacularmente en las conciencias a través de la debacle economica y de acontecimientos supranacionales como la agresión de una potencia queriendo imponer un golpe; a partir de aquí, un pánico generalizado parece dispuesto a sacrificarlo todo a cambio de “seguridad”, “recuperación económica”... o un simulacro creíble de ellas.


Pero este no es el caso de la preparación del Congreso del Psuv. Acá no hay simulacro, no hay simulación. La movilización y el debate es real.


La discusión sobre los problemas económicos y sus efectos sociales es la que cobra más crudeza.


La inflación descontrolada, la escasez, el acaparamiento, la especulación, el contrabando y la crísis económica permanente son aspectos que concentran la mayor preocupación.


Una inflación que se acerca casi al 5% mensual es una tragedia. La inflación, decía alguien es el peor de los impuestos para una sociedad. Los salarios, las pensiones y los ingresos pierden su capacidad adquisitiva en un abrir y cerrar de ojos. Al contrario, cuando una estrategia macroeconómica funciona adecuadamente se refleja en mínimas alteraciones de los precios, favoreciendo el consumo popular. Este es un tema que no debe subestimarse. Hay que tomar medidas urgentes porque a la larga la gente se desespera y reacciona políticamente contra las instituciones gubernamentales que no actúan para controlar la alteración de los precios.


Agréguele la escasez, la especulación, el contrabando y el acaparamiento de productos de consumo diario. La revolución bolivariana ha sido contundente en su lucha contra la pobreza y la miseria. Ha resueltos problemas críticos en educación, salud, empleo y en otros ámbitos de las necesidades sociales. Pero, la ineficacias de las instituciones gubernamentales para impedir las penurias derivadas de la falta de los productos esenciales en la vida cotidiana se vuelve inaceptables y provoca desazón y desespero. Esas dificultades no se resuelven con meros discursos o con estrategias improvisadas. Se necesitan acciones audaces y precisas, con resultados tangibles e inmediatos.


Hay una crisis económica. Se trata de un contagio de la crisis global que afecta al capitalismo neoliberal desde el año 2008 y es imposible no verse involucrado en la misma. Por supuesto que hay una guerra económica, pero esa es la mitad de la verdad. En el 2002, Venezuela fue objeto de un ataque similar con la huelga de Pdvsa que casi destruye la revolución, pero el Presidente Chávez, y el pueblo, reaccionaron a tiempo, con las políticas necesarias y los instrumentos adecuados. Los resultados llegaron rápido y las tasas de crecimiento del PIB mejoraron sustancialmente por esos años, lo que se tradujo en una franca corrección de las condiciones sociales de millones de seres humanos y en su apoyo masivo del liderazgo presidencial y del gobierno.


El Presidente Nicolas Maduro hace grandes esfuerzos para superar la adversidad que nos afecta pero necesita de un mayor apoyo popular. Es el que debe surgir desde los escenarios en que se prepara el máximo evento del Partido de la revolución socialista bolivariana.


Por ejemplo, se necesita un análisis científico, objetivo, con la participación de los expertos, sobre el tema del régimen cambiario. Es urgente determinar qué hacer al respecto. Si mantener el actual sistema diferencial en el precio del dólar o dejar que sea el régimen de precios el que defina la tarifa de la divisa extranjera.


Igual se requiere la reflexión sobre las características de una economía mixta, en la que la empresa privada marche en función de la transición al socialismo como objetivo estratégico de la nación.


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Horacio Duque

Politólogo e historiador.

 horacioduquegiraldo@gmail.com      @horacio_DG

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