Protesta, violencia política y el desiderátum de Leopoldo López

La oposición venezolana vuelve a mostrar su particular interpretación de la democracia. Una vez más, la agenda de fuerza se impone sobre las llamadas tendencias moderadas, como semblante palmario de las contradicciones internas que anidan en el seno de las fuerzas que adversan el proyecto revolucionario. Por lo que es precisamente allí donde debemos escudriñar la verdadera naturaleza de lo que está ocurriendo en este momento en el país.

Sin temor a equivocarnos es evidente que las protestas escenificadas desde hace semanas por sectores violentos de la oposición, no son otra cosa que la expresión concreta de un enfrentamiento intestino, orientado a imponer un reacomodo de poder que dé al traste con las figuras que hasta ahora han pretendido capitanear el errático barco de la MUD.

El conspicuo aventurero de esta nueva cruzada es Leopoldo López, quien responde a una premisa y pretende dos objetivos. Sobre la base de los resultados de las elecciones locales, el Sr. López construye el armazón de su premisa. Está convencido que en función de los números obtenidos el 8-D por su organización, Voluntad Popular, él se encuentra investido para asumir el rumbo y la bitácora del barco opositor. Por supuesto, para ello urge un motín a bordo que pase por la quilla a las endebles autoridades de la MUD.

Eso nos lleva a los dos objetivos pretendidos por Leopoldo López.
Por un lado, al llevar su plan hasta las últimas consecuencias, el Sr. López le pone una carga de dinamita a los esfuerzos de diálogo emprendidos desde el gobierno del presidente Nicolás Maduro. Es natural que esa sea su lógica política. López es enemigo del diálogo. El diálogo lo debilita. El diálogo merma sus aspiraciones de liderazgo. López se alimenta de los sectores mas enceguecidos por el odio en la oposición, se alimenta del miedo, del monstruo castro-comunista, por lo que cualquier propuesta que implique conversar, discutir y generar puntos de encuentro entre el gobierno y la oposición, es una franca conspiración contra sus objetivos y debe hacer implosión, así el precio a pagar sea tender una celada a sus propios seguidores, y manchar al país nuevamente de sangre.
Ese es su primer objetivo.

Por otro lado, para Leopoldo López, la presencia de Henrique Capriles en Miraflores fue un acto de traición. Esa desdichada reunión con el presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, lo deslegitimó ante la oposición que fue embarcada bajo la fábula del supuesto fraude del 14-A. Siendo así, Capriles no merece comandar las huestes opositoras. Su posición timorata es una vergüenza para aquellos que apuestan al atajo, verbigracia, López, Machado, entre otros. Es imprescindible para los planes de este rabioso sector que el gobernador de Miranda sea el primer caído de la contienda. Basta ver las acusaciones y ataques que circulan incesantemente por las redes sociales, de sus hasta ayer adherentes, para darse cuenta que el otrora líder opositor hoy perdería hasta la Alcaldía de Baruta.

Según Leopoldo López la oposición necesita un nuevo prohombre, una nueva hoja de ruta, pero paradójicamente, el camino que propone conduce al mismo despeñadero desvencijado que tristemente conocemos todos los venezolanos. Luego de pasar por las armas a Capriles, el hipotético nuevo líder opositor pretende retrotraernos a escenarios de violencia fratricida. Siente que en la confrontación, en el enfrentamiento, en el desprecio y el temor entre los venezolanos, su liderazgo se acuña y se hace fuerte. Y por supuesto, no debemos olvidar su as bajo la manga: el gobierno de los Estados Unidos. Después de jugar a tierra arrasada, el desquiciado planteo de López estima cualquier tipo de injerencia o intervención de sus regentes norteamericanos que conlleve la condena internacional y hasta la expulsión por la fuerza del gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro.
Ese es su segundo objetivo.

Evidentemente, ante un escenario de esta envergadura la Revolución Bolivariana debe afianzarse. Debe aglutinar sus fuerzas y enfrentar cualquier amenaza. El gobierno de Nicolás Maduro, bañado con la legitimidad de la mayoría de los venezolanos debe tomar sin titubeos, como lo está haciendo, las medidas necesarias y adecuadas para garantizar que el destino que democráticamente nos hemos dado continúe su curso. Al final del día de seguro el desiderátum de Leopoldo López resultará en otro fraude para la oposición. Una vez más llegará el desconsuelo a sus filas. Ojalá, en esta oportunidad, después de años de tropezar con la misma piedra, surja finalmente una oposición comprometida con los valores y principios de la democracia. Una oposición sin dobles discursos, sin dobles raseros, sin cuchillos largos bajo el fajo.

Por el momento, aunque suene desalentador, ese escenario no pasa de ser quizá una quimera. No podrá, jamás, haber diálogo mientras la otra parte continúe apostando sus recursos en la construcción de trochas para llegar a Miraflores. Mientras la violencia sea el antidepresivo de los sectores que, de alguna u otra manera, comandan a la oposición, la Revolución Bolivariana estará compelida por los hechos a cerrar cualquier ventana de diálogo por donde pueda nuevamente colarse un desequilibrado como Leopoldo López.
Amanecerá, el sol saldrá y veremos.

ivanmanuelsi@yahoo.com
Diplomático
@sanchezivaman


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