(Por una nueva geopolítica del conocimiento)
El Estado representa un súper-organismo dinámico que sufre: “conflictos, cambios profundos, evoluciones, revoluciones, ataques y defensas”, de acuerdo con esto, en el proceso de exportación de capitales y en la dinámica que impone la globalización-neoliberal, tutelada por los intereses trasnacionales, el poder del Estado tiende a desvanecerse cediendo su soberanía en el propio radio de acción geográfica que le corresponde.
En esta perspectiva, el Estado se compone de tres elementos esenciales que son: la nación, el territorio y el gobierno, siendo “la nación expresión espíritu-intelectual y moral en la integración de los hombres, es su elemento por excelencia”. En relación a esto, sí la potencia constituye “la virtud o capacidad para ejecutar algo o producir un efecto”, nos conduce a la idea de que estratégicamente el camino de la autodeterminación sólo es posible desarrollando el potencial implícito de la nación.
En este sentido, es importante aclarar que el potencial tiene carácter implícito en cada en cada uno de los elementos del Estado, y se hace potencia en la “medida que adquiere utilidad”, situación que en la dinámica dialéctica debe romper con la praxis fetichizada y el conjunto de pseudoconcreciones que no permiten alcanzar la totalidad concreta, que en palabras de Kosik, Karel muestran a “la realidad como un todo estructurado y dialéctico”, en donde la potencia del Estado y las relaciones internacionales mantienen estrechas contradicciones.
Por tal razón, la dinámica hegemónica y dominante, “ productora de capital y de consumo de capital”, en el marco de las relaciones internacionales, propicia profundas contradicciones sociales en nuestros pueblos, en la cual los medios de dominación y las falsas representaciones, que reproduce el sistema desde sus ámbitos de poder, tienen como propósito impulsar la praxis fetichizada que no permite desarrollar la movilidad del potencial implícito en cada uno de los elementos que componen el Estado.
