Una real bofetada iberoamericana

Hace pocos días y en una muestra de desprecio absoluta por la soberanía latinoamericana, el Tribunal Supremo español dictó una sentencia en la cual se abroga para sí la facultad de juzgar sobre delitos en contra de los derechos humanos que se cometan en América Latina. Jugada forma parte de la estrategia de los países neoimperiales de desconocer el derecho internacional y crear una justicia ad-hoc, que les permitan intervenir en los países del tercer mundo que no se sometan pacíficamente al neocolonialismo.

Y se dictó pocos días antes de la cumbre de Salamanca, como para que no le quedara duda a ningún país asistente de quien tiene la batuta. Fue vergonzoso ver como ni uno solo de los gobiernos presentes en la cumbre, a la que asistió en representación del imperio el Secretario General de la ONU, levantó su voz en defensa de la soberanía latinoamericana, denunciando esa decisión.

UNA FUERZA DE ACCIÓN RÁPIDA

También la semana pasada conocimos de la constitución en Miami, por parte de Estados Unidos, de una fuerza de “acción rápida” para actuar en caso de desastres naturales, y compuesta, exclusivamente, por ejércitos de países centroamericanos

Ese argumento es tremendamente hipócrita. Si fuese verdad, esa fuerza de “acción rápida” debería estar coordinado por la OEA, e integrada por los organismos de Defensa Civil de la región, de los que, en última instancia, las fuerzas armadas no son más que instrumentos auxiliares puestos a su disposición en caso de desastres naturales. Además, se viola lo establecido en el artículo 19 de la carta de la OEA, lo que hace necesario plantear, ante las reiteradas violaciones de su carta, si se justifica o no su existencia.

La verdad es que Estados Unidos quiere tener una fuerza armada multinacional de países títeres de la región para intervenir en las naciones que se resistan a su dominio imperial.

Y por si esto fuese poco, en la reciente elección de los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, la única región que no presentó candidatos de consenso fue la latinoamericana. Compitieron Perú y Nicaragua, cada uno por su lado.

Lo anterior lo que demuestra, en forma clara e inequívoca, es la ausencia de una política en defensa de los intereses de los pueblos por parte de los gobiernos de la región, que le dejan toda la iniciativa a las potencias neocolonialistas. Ausencia que tiene una causa histórica que se inicia al final de guerra fría, cuando los partidos del área fueron incapaces de proponer un camino ante las nuevas realidades, y sus lugares fueron ocupados por una legión de oportunistas, que combinaban una gran ambición con una gran ignorancia.
Ambición que les permitía luchar y tomar el poder, e ignorancia que los obligaba a entregar la conducción económica e internacional de sus países en manos de lunáticos o de “científicos” sociales, reclutados por la CIA, que pregonaban las virtudes del llamado plan neoliberal. Al fracasar esas políticas descabelladas, esos mandatarios ambiciosos terminan, como CAP o Lucio Gutiérrez, rechazados por el pueblo y exilados o presos.

EL MEOLLO DEL PROBLEMA

El argumento que se esgrime para “vender” el plan neoliberal, es la necesidad de construir un sistema acorde con una globalización que se da como inevitable. (OECD; OMC, FMI, etc.) Cierto que la globalización es indetenible y también que ella impone un grado de organización que regule las nuevas relaciones que se vayan formando entre los países.

Pero no debe ser dirigido por un grupo de países privilegiados. No porque tenga algo en contra de sus civilizaciones o religiones, sino porque, sencillamente, hay un conflicto de intereses entre ellos y el resto de naciones, por el agotamiento de importantes productos naturales no renovables, y cuyas reservas no alcanzarían para satisfacer los requerimientos de toda la humanidad, si ésta quisiese tener los estándares de vida de los países ricos.

Si entendemos que ese es el quid del asunto, se entenderán también, todas las acciones que imponen las grandes potencias para mantener la exclusividad en el usufructo de esos escasos recursos. Como por ejemplo, el plan mal llamado neoliberal, la reforma de la ONU, la lucha “antiterrorista”, las políticas keynesianas, la deuda externa, etc., etc.

La ignorancia de las nuevas realidades hace que muchos de los defensores de “buena fe” de esas medidas se enfoquen, como diría Kant, en su utilidad en sí en el plano local (p. ej. El papel del mercado como autorregulador, el gasto público como dinamizador de la economía, etc.) y no en su verdadera aplicación para sí, es decir, para reforzar la dominación neocolonial (destruir la industria local como competencia de las transnacionales, impedir la acumulación de capital, etc.)

Si se comprende el quid del asunto, se entenderá también la urgente necesidad de que los pueblos latinoamericanos tengamos una estrategia de lucha común, que permita la defensa de nuestros intereses, la derrota de esos planes neo-coloniales.

Estrategia que pasa, necesariamente, tanto por a) desenmascarar a aquellos que sirven de cajas de resonancia de los intereses del imperio, como la mayoría de los medios de comunicación social, que al tener ingresos que provienen en su mayoría de los avisos publicitarios de las transnacionales y sus aliados, sus miserables editores y dueños se venden por ese plato de lentejas, colocando sus empresas al servicio del imperio; y b) por la lucha por una mayor democracia en todas las instancias organizativas de la humanidad.

cdallmeier@usa.net


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Carlos Enrique Dallmeier


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