El fascismo da culillo

 El asesino goza de una determinante ventaja con respecto a su victima: es quien toma la decisión de matar (cuando y donde hacerlo). Puede ser el más débil, el más pequeño, el menos inteligente, el más torpe, el pusilánime y hasta el motolito, pero dominará; será el más poderoso dentro del espacio en donde interactúa, en tanto sobre si, reina el poder de decidir quién va a morir, mientras sobre los demás, recae la inexorable amenaza de la muerte.

Esto convierte a los otros en seres inermes, a merced del afloramiento de tal decisión y en el mejor de los casos, a la defensiva, como en una huida  constante. El común pudiera estar en estado de alerta, incluso armado, como suele ocurrir en los recintos penitenciarios, sin embargo, el depredador se pavoneará convencido de lo infalible de su sentido de la oportunidad, no le temblará el pulso a la hora de atacar y abatir a su presa con saña.

Una sociedad pudiera padecer esta circunstancia y estar custodiada policial y militarmente, optimizada en el uso de las armas al punto de que todos sus ciudadanos, hasta sus niños y niñas, al mejor estilo norteamericano, porten una, pero nada superará al factor sorpresa, estará siempre a su favor, porque la muerte será, de ordinario, potestad del carácter fatalista de la vida, pero para él significara la diferencia entre el poder y el objeto del poder. Siempre será un lobo suelto en medio de las ovejas.

Esta es la distancia que media, en materia de violencia, entre la derecha y la izquierda. La una está permanente preparada por razones de poder (seguridad y control) a tomar la decisión, e históricamente lo ha hecho así, de asesinar. La otra, por peso histórico (humanismo), le ha tocado el rol de defenderse. De allí que las guerras que se generan de esta macabra dialéctica, unas sean de liberación, obligadas a sacarse de encima, cuando no el yugo opresor, la permanente sentencia de muerte, y las otras sean sucias, destinadas a aniquilar las fortalezas populares, llevadas a cabo por felones de la mas baja ralea, cometiendo las tropelías mas infames contra la pureza de los pueblos.

Es una amenaza que revolotea sobre las naciones mientras la ultra derecha avanza en la estructura hegemónica de facto. Es un tiempo híbrido que descompone el cielo, que anuncia tragedia y dolor por doquier. Viene acompañada de las sombras de la larga noche. En el ambiente se intuye la persecución, el secuestro, las violaciones, el encarcelamiento, la tortura, la horrible desaparición y la muerte: ahí viene el fascismo, y cual bestia asesina, despide estos olores a la distancia, así gana su primera batalla: el miedo le antecede.

Ello se hace notar en primera instancia, en los círculos intelectuales, quizá los más vulnerables a su avanzada. Se aflojan posturas, se vuelve a las posiciones impersonales, se llama desesperadamente a la reconciliación, se soslaya la confrontación, se hacen concesiones y hasta se acepta que se ha provocado tanto al asesino, que este irremediablemente desatará el desastre que se avecina, y por ultimo, en la hora pico,  salta la talanquera alegando que el trabajo del intelectual es el de las ideas y no el de la acción, que en eso de las guerras él o ella, están por encima del bien y del mal.

El fascismo tiene tanto de cobardía como miedo tiene su victima, por ello jala del gatillo antes que de cualquier cosa (disparen primero y averigüen después). No distingue entre quienes  están revolcados en su estiércol y quienes lo combaten. Solo se enseñorea en los ambientes envilecidos. Pues bien, la única vía ante él, es enfrentarlo, allí donde aparece, en el terreno que sea, en el tiempo en que lo haga, no hay de otra, con la verdad, la claridad y el humanismo en su máximo esplendor, lo que no excluye el uso legítimo de la violencia. El otro camino, es el concederle la victoria y entrar de nuevo en los tiempos de las tinieblas.

¡Chávez vive, La Hojilla sigue!

 



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Milton Gómez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

 miltongomezburgos@yahoo.es      @MiltonGomezB

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