“La familia” del Vaticano

Mario Puzo, autor de “El Padrino”, es también el creador de la novela “Los Borgia – La Primera Gran Familia del Crimen”. Es una obra en la cual se incluye al Vaticano dentro de la estructura “familiar” de las mafias. Se resalta en esta obra el carácter terrenal de esa estructura transnacional de poder – tal vez la primera en su tipo en la historia – que en la realidad no tiene nada que ver con la religión como pensamiento que induce una forma de vida ajustada a un código ético. Una distinción realizada por San Agustín (Siglo V), quien separa la ciudad de dios de la del hombre, en la cual incluye a la iglesia, colocándola como espacio fundado en los impulsos terrenos, apetitos y posesivos de la naturaleza humana inferior. Y en realidad una revisión de la historia de esta institución globalizada, la muestra como más inclinada a la búsqueda de la riqueza y el poder que a la del rastreo de la “paz celestial y la salvación espiritual”. Y no lo ha hecho abiertamente. Lo ha hecho socavadamente, a la sombra de los codiciosos y ambiciosos a quienes ha usado como sus instrumentos. Tal como lo hace la mafia. No se ha visto nunca a esa iglesia al lado de los débiles, salvo cuando se convirtió en el alma del proletariado romano para destruir aquel imperio. A partir del siglo IV, cuando se instituyo el papado, si bien se siguió hablando de la “comunión”- el repartir el pan entre todos – ella se redujo a un icono – la hostia – sin impulsar la hermandad, esencia del evangelio de Cristo. Fue, y sigue siendo, la asociación de la cruz con la espada lo que le permitió construir su imperio, sin las “divisiones” que han tenido quienes materialmente han realizado la conquista y la colonización de los pueblos.

En ese contexto, no puede extrañar la conducta del Cardenal Castillo Lara. El fue “capo” de esa “familia” – posición de la cual fue inexplicablemente separado – y quiere seguir siendo “cabecilla”, aunque sea de una “barriada”, como lo es Venezuela en la “ciudad del hombre” bajo el dominio del Vaticano. No importa que el no haya hecho su labor “pastoral” en esta “parroquia” y, por lo tanto no la conozca. El es “príncipe” y entre los vicarios locales no tiene competidores. Pero él, para lograr esa disminuida jerarquía que lo mantendría vivo en la “familia”, tiene que contar, como el “capo de todos los capos”, con el apoyo del emperador. Un rey que tiene como base la “América Profunda”, la de los fanatismos religiosos. De allí que tenga que agregarse a las cúpulas de los viejos partidos y de la “sociedad civil” que son la “elite clientelar” de lo que intenta ser un nuevo imperio universal. Hay que entender que no hay iglesia sin imperio. Podrá haber cristiandad, y es lo más probable que ocurra. La idea de la comunión es una noción armónica con el socialismo. La que es totalmente inarmónica es la de esa “mafia” jerarquizada, asociada a las corporaciones financieras transnacionalizadas y con una existencia hedonista que a cada instante se manifiesta en escándalos sexuales, como los de los Borgia descritos por Mario Puzo.


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Alberto Müller Rojas


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