Réplica a Ender Peña

Las pobres consideraciones de Peña

Ejerzo mi derecho de réplica a un escrito de Eder Peña en este portal, intitulado “La pobre ciencia de Fuenmayor”, en el que trata inútilmente de descalificar la denuncia que efectué sobre el estado miserable de las ciencias en el país. Peña, utilizando los lugares comunes de quienes no entienden el conocimiento científico, pregunta “para qué Venezuela debe perseguir el mito del desarrollo (..) que ha convertido en basureros nuestros océanos”. También dice que no valoro que la “revolución” discuta un modelo alterno al saqueo y la opresión y que me enredo en “rumores, sin fechas, pruebas, datos…” De paso, no entiendo como una crítica al fatal funcionamiento actual del IVIC significa que no valoro las discusiones de modelos alternos al saqueo y la opresión; tengo que hacerle la popular pregunta: ¿Qué tiene que ver el c. con las pestañas?

Iniciaré mi respuesta indicando cuál es el tipo de conocimientos que se requiere producir, para beneficio no sólo de Venezuela sino de toda la humanidad, pero lo haré en forma tan simple que Peña pueda entenderlo. Defiendo el conocimiento que acabó con la viruela y la poliomielitis en el mundo, Venezuela incluida, a través de la creación de vacunas donde sea se produzcan incluso en los detestables países desarrollados; el conocimiento que creó las vacunas contra el sarampión, tétanos, difteria, tosferina, rubeola, con el beneficio consiguiente de la humanidad, entre ella la venezolana; las ciencias que ayudaron a erradicar la malaria, la bilharzia y otras enfermedades contagiosas en Venezuela, durante el odioso pasado cuartorrepublicano, y que hoy revolucionariamente se ha permitido que reaparezcan, afectando a nuestros compatriotas más pobres, los favorecidos de este proceso.

El desarrollo científico y tecnológico que ha permitido la construcción de grandes represas, las de Guayana entre ellas, que nos permite disponer de esa “nimiedad” que llaman electricidad. El desarrollo que le permitió a China construir y lanzar el primer satélite artificial de Venezuela, para mejorar el control de sus comunicaciones. El conocimiento científico en el área médica, que le ha permitido al Comandante-Presidente resistir una terrible enfermedad. Los avances tecnológicos que le permiten a Rusia construir los aviones de guerra que nos vende; los antiparasitarios fabricados por la temible industria farmacéutica mundial, que contribuyen junto con el saneamiento ambiental, a que nuestros niños no sufrieran de anquilostomiasis, estrongiloidiasis, enterobiasis, ascaridiasis, teniasis y filariasis, entre otras. Medicamentos que podríamos producir, si no hubieran cerrado el laboratorio de las Adjuntas, para favorecer a los cubanos con la compra de medicamentos indios.

Si los océanos han sido contaminados, será el propio desarrollo científico mundial, ojalá con el concurso de Venezuela, el que lo enfrentará y resolverá. Recordemos que, para funcionar, las neveras, congeladores y aires acondicionados utilizaban gases que destruían la capa de ozono; el desarrollo tecnológico permite hoy usar compuestos sin este pernicioso efecto. Los insecticidas químicos contaminan nuestros suelos y aguas e incluso los alimentos; la aparición y desarrollo de insecticidas biológicos inicia el camino para evitar este tipo de contaminación. La tala de árboles afecta negativamente la naturaleza, lo mismo que la cría de animales, la generación de nuevos productos, entre ellos los alimentos, actividades humanas todas muy anteriores, en decenas de miles de años, al nacimiento del capitalismo rapaz y depredador. Que el capitalismo haya magnificado estos efectos es otra cosa, pero con toda seguridad el crecimiento del conocimiento ha permitido enfrentar con éxito este tipo de efectos nocivos.

La conversión de alimentos, agua y aire en porquerías, como escribe Peña, no es responsabilidad de mi artículo, ni de mi posición en defensa del desarrollo científico y tecnológico del país; es culpa de los estados, entre ellos el venezolano, que nunca la ha enfrentado seriamente. Ha debido cerrar la Coca Cola, que consume 3 litros de agua por cada litro de líquido que produce; que contamina nuestros suelos con los desechos químicos que genera. Pero eso no es responsabilidad mía ni de mi actividad diaria para que se me enrostre. Al igual que no lo es la contaminación del Lago de Valencia, del Lago de Maracaibo, ni de que no podamos bañarnos en el Rio Guaire, ni de las talas de grandes áreas boscosas en nuestra Amazonía, ni de la contaminación mercurial de nuestros ríos; ni de las negligentes contaminaciones producidas por PDVSA. La animosidad de Peña debería dirigirse hacia otros blancos; hacia los causantes de su disgusto.

En mi artículo valoré el estado de las ciencias en el país, a través de la situación actual del IVIC, que la “revolución” decidió mantener, que ni siquiera le cambió el nombre, sino que colocó en sus manos tres proyectos bandera del Gobierno: La Escuela Superior de Ciencias Básicas, el Polo científico del ALBA y la Red ALBA de nanociencias y nanotecnología. No fui yo quien le dio esta responsabilidad al IVIC, fueron las autoridades de la nueva ciencia “revolucionaria” quienes lo hicieron. A ellos es que Peña debe preguntarles por qué escogieron a ese instituto insignia de la cuarta república, en lugar de destruirlo y sepultarlo. Y debería solicitar explicaciones sobre los programas: ¿Nanociencias y nanotecnología? ¿Qué es eso? ¿Cuánto contaminan? ¿Cuánto aire y agua transforman en porquerías? En cualquier caso, puede estar tranquilo, porque haciendo nada no se produce contaminación ninguna, y eso es lo que el Ministerio de Ciencia y Tecnología está haciendo.

¿Rumores, fechas, pruebas? Simplemente pregunto: ¿Dónde está la planta física de Escuela Superior de Ciencias Básicas? ¿Será virtual que no se ve? ¿Cuántos son sus graduados y dónde fueron incorporados a trabajar? ¿Qué quiere Peña que le envíe? ¿Las fotos del derrumbe que se llevó el pilotaje? Lo mismo ocurre con los otros proyectos: Paralizados como lo señalé. Señor Peña: Vaya, busque, vea, trabaje un poquito y no se dedique simplemente a defender lo indefendible. No le voy a preguntar cómo es que las ciencias y los conocimientos derivados de ellas “quiebran bancos, lanzan gente a la calle, financian guerras y se “mean” en el alma de cualquier nación”. No conozco a ningún “Señor Conocimiento” que haga esas cosas tan impropias y tan cochinas y desagradables, sobre todo la última, por el olor a amoníaco residual que deja.

¿Y en el alma?

No he visto a ese señor conocimiento disfrazándose de neutral. Sí conozco corporaciones que utilizan el conocimiento en su beneficio, como conozco formas de utilizarlo en beneficio de la población. Es eso lo que no entiende el señor Peña y a lo que yo llamo ideologización absurda. Es la misma conducta que tuvieron los obreros ingleses en los momentos de la revolución industrial: Culpaban a las máquinas inventadas por la tecnología de ser las responsables del desempleo y procedían contra las mismas y no contra los capitalistas responsables. Peña actúa contra las ciencias y no contra quienes hacen un uso perverso de éstas.

¿Son acaso Pierre y Marie Curie los responsables del lanzamiento, por EEUU en 1945, de las bombas atómicas sobre un Japón ya vencido? ¿Es la radioactividad, sobre la cual trabajaron estos investigadores fuera de serie, la culpable? ¿Es el conocimiento (el señor conocimiento de Peña) el responsable de las muertes y las terribles secuelas producidas por las dos bombas atómicas? No sé si gente en su sano juicio puede defender estos exabruptos, pero como he visto muchas cosas, sobre todo en estos últimos años, no enloqueceré ante respuestas afirmativas. Otras acusaciones, también equivocadas, son de menor cuantía y no quiero abusar de los lectores. Advertir sí que la confusión de Peña es total, pues se mezclan afirmaciones sobre las características de la universidad venezolana, modelos elitescos de producción de conocimientos, el mantuanaje (¿?), la dilapidación capitalista de las potencialidades humanas, etc., etc. De nuevo viene a mi mente la pregunta de las pestañas antes referida.

Finaliza Peña diciendo que nadie lee escritos como el que critica, por lo que no entiendo que se haya tomado tiempo para analizarlo y enfrentarlo. Incluso el Director del IVIC lo hizo, por lo que tengo que sospechar que hay verdades en mi escrito y eso les preocupa, no por la ciencia sino por sus posiciones políticas o directivas. ¿Curioso, No? Ah… Fueron, hasta este momento, 2.839 personas que leyeron mi artículo en Aporrea y no sé cuántas lo habrán hecho en La Razón, aparte de mis 20.000 contactos que lo recibieron. Parece que otros también sacan tiempo que no tienen. Pero lo mejor son las respuestas al artículo, pues indican que estamos en lo cierto.


lft3003@yahoo.com



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Luis Fuenmayor Toro

Médico-Cirujano, Ph. D., Ex-rector y Profesor Titular de la UCV, Investigador en Neuroquímica, Neurofisiología, Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología. Luchador político.

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