(Columna Cayendo y Corriendo)

¿Hacemos campaña electoral o autocrítica y rectificación?

Pasamos el huracán de las elecciones presidenciales. Ambos bandos políticos dieron todo lo que tenían, echaron el resto. Al final, al menos cuantitativamente, sólo uno de los campos ganó: el chavismo. Pero, si observamos más de cerca los resultados, no sólo en números como suele hacerse, nos damos cuenta que cualitativamente todos ganamos. Debo aclarar que no es ésta una frase cliché. Me explico.

Ambos sectores, estoy seguro, reconocen que la aceptación opositora de los resultados electorales en tiempo récord acabó con el miedo institucionalizado de desestabilización post-electoral. Este avance no es poca cosa. También las filas chavistas mantuvieron una actitud ejemplar a la hora de celebrar su triunfo. No cabe duda, los bolivarianos también han madurado: es evidente que algunos no sepan perder, pero hay ocasiones en que ni siquiera se sabe ganar. El chavismo supo ganar este 7-O.

Ahora se abre una gran paradoja para el bando ganador de las presidenciales, pues el chavismo se debe debatir en estos momentos entre el apoyo electoral a los 23 postulados a las gobernaciones y la aplicación ipso facto de un arduo proceso de autocrítica.

Sería un suicidio político para el chavismo instalarse en el cómodo mueble del triunfalismo, aun a sabiendas de que hay muchas cosas que no van. Perderían demasiado las filas bolivarianas si se lanzan a otra carrera electoral sin mirar atrás y darse cuenta de los graves errores que siguen arrastrando y aupando.

En esta semana que acaba de terminar, el presidente Chávez lanzó un mensaje muy fuerte al elegir a algunos candidatos para optar a las gobernaciones y descartar a otros. Lo mismo puede decirse a propósito de la elección de un nuevo vicepresidente y seis nuevos ministros.

Pero, más allá de lo feliz o infeliz de estas decisiones, el problema queda intacto: ¿Cómo logrará el chavismo cumplir con el reto de renovar eficazmente un gobierno que, después de 14 años, fue reelecto por el pueblo? Sin duda, otra paradoja.

Difícilmente el portavión Chávez pueda soportar sobre sus hombros la ineficiencia, corrupción y usurpación del poder popular a varios niveles del Estado nacional y regional. Que Chávez haya ganado 22 de las 24 entidades del país no quiere decir que lo vayan a hacer sus representantes regionales.

Se tienen sólo tres meses para, al mismo tiempo, aplicar un proceso de clara autocrítica y rectificación. El problema está en que son los mismos tres meses de la campaña electoral regional.

¿Cómo llevar a cabo un proceso de ardua autocrítica sin menoscabar los resultados positivos del próximo 16-D? La respuesta no es fácil.

Chávez, días antes de las elecciones del 7-O, admitió, de forma sorprendente para muchos, sus errores, e hizo suyas las críticas que el pueblo le planteaba por doquier. Muchos analistas políticos vieron en esta mea culpa un craso error. Los resultados le dieron la razón.

Más que una campaña de promesas, es el momento de plantear una campaña regional hecha de autocrítica, humildad e inclusión popular. No es momento para portaviones, partidos vedettes y triunfalismos.

Esta batalla regional es fundamental, pues de sus resultados dependerá la gobernabilidad del país. La oposición con un número grande de gobernaciones, se verá, una vez más, con una pata en Miraflores y no dejará gobernar. Una campaña basada en la autocrítica y en la verdadera rectificación no es, pues, una opción. El motivo es simple: el pueblo no es pendejo.



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Miguel Ángel Pérez Pirela

Doctor en Filosofía Política. Escritor. Comunicador. Investigador del www.IDEA.gob.ve. Conductor y Creador de Cayendo y Corriendo (VTV). Autor de la novela Pueblo.

 maperezpirela@gmail.com      @maperezpirela

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