Quisiera comenzar esta breve reflexión haciéndome algunas preguntas, cuyas respuestas acaso ustedes intuyan.
¿Qué estamos esperando para interpretar los signos que la historia contemporánea nos pone? ¿Hasta cuándo seguiremos pensando que es posible una campaña presidencial color de rosas en Venezuela? ¿Por qué creer que esta campaña es como las del pasado si pusieron a un niño mimado como candidato?
Para la oposición ésta es su última y única posibilidad. Aunque algunos no lo quieran ver, todo parece indicar cuál es el "camino" que ha tomado su campaña.
Comencemos por recordar que el director de una encuestadora le dijo a funcionarios estadounidenses en su propia embajada que, según sus "números", Chávez ganaría. La respuesta de los funcionarios fue clara: un evento inesperado cambiará esos resultados favorables al Presidente de la República.
Esta misma semana mostré en Cayendo y Corriendo que uno de los aviones en el que viaja Capriles pertenece a una empresa, cuya junta directiva hace parte de otra y ésta, a su vez, de una tercera que nos lleva a Eligio Cedeño, banquero prófugo que acaba de aliarse en una cuarta empresa con altísimos ex agentes estadounidenses especializados en "seguridad", fronteras e inteligencia.
En otras palabras, los financistas y asesores de Capriles son ex banqueros prófugos, aliados a gringos especializados en mercenarios, guerras civiles e injerencia.
A esto debemos sumar los indudables nexos de Capriles, a través de Leopoldo López y otros empresarios colombo-venezolanos, con Álvaro Uribe Vélez y grupos paramilitares que, en este momento, asesoran al candidato de la derecha en "seguridad". El mismo Uribe expresó que supuestamente Chávez prepara a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para "masacrar" al pueblo el 7-O. Incluso Uribe ya está cantando “fraude” y asoma una confrontación armada en Venezuela.
Pero no todo termina aquí. Otra pieza que debemos añadir a este macabro rompecabezas son las afirmaciones del avisado periodista José Vicente Rangel, emitidas en su programa dominical "José Vicente Hoy", según las cuales la oposición activa un plan para deslegitimar al Consejo Nacional Electoral y cantar “fraude”, con “una poderosa ayuda internacional como nunca antes”.
El sábado amanece en llamas el área de almacenaje del Complejo de Refinación Amuay y el tinglado de medios privados de siempre llama a la desestabilización e, incluso, a la renuncia del Presidente de la República. Por este incidente y las recientes lluvias, el CNE suspende el simulacro electoral. Las celebraciones de la oposición se unen a la fiesta que ésta montó días anteriores por el desastre que la lluvia produjo en Cumanacoa.
El mismo sábado, y a la misma hora, amanecen hackeados portales web de la administración pública, a través de un plan llamado "operación desastre". Ciertos medios internacionales se unen al goce necrofílico de la oposición y pintan nuestro país como una nación en guerra, devastada y sumida en el caos total, a pocos días de sus elecciones.
Lo único bueno de todo esto es que Amuay nos sirvió para escuchar discursos violentos, desestabilizadores y necrofílicos de una oposición que nos estaba engatusando con gorras tricolores y vocabulario de ositos cariñosos.
Los signos nos hablan pues de una campaña que ya está degradando en desestabilización y violencia. Las declaraciones de voceros de la oposición y la celebración de la muerte que hacen medios privados hablan por sí solas: el 7-O para ellos no es la fecha de las elecciones, sino el día "D" para la aplicación de un plan conocido ya por muchos.
El ambiente "electoral" que describo es verdadero y se me parece más al 11 de abril, al sabotaje petrolero, Daktari y a las guarimbas, que a una campaña presidencial. Al menos si miramos lo que está preparando la oposición.
Al que quiera seguir pensando en pajaritos preñados, le digo con Dante que "el infierno está preñado de buenas intenciones".